Cristian Portugués Manzanera. Portu para el mundo del fútbol y sobre todo para los que le tienen tanto cariño como el que le profesa la afición txuri-urdin. El hombre que provocó el penalti del gol decisivo en la final de la Copa para siempre. El extremo, que dejó una huella imborrable, ha recordado con devoción su etapa en la Real en una larga e interesante entrevista publicada por la revista Panenka: “Fue una época muy bonita, la recuerdo con mucho cariño. El Girona y la Real Sociedad son los dos lugares donde he vivido las cosas más importantes de mi carrera. La Real me transmitió su aprecio apostando por mí, tanto [el director deportivo] Roberto Olabe como Imanol [Alguacil]. Y había un equipo muy joven. De hecho, las primeras palabras que me dijo el presidente, y yo tenía 27 años, es que yo era el veterano. Y es verdad que allí había gente superjoven, pero en los primeros entrenamientos ya vi que iban a por todas, que era un equipo muy competitivo, con Oyarzabal, Merino, Remiro, Isak, Odegaard... Había un equipo de mucho sentimiento, con gente que sentía el club”.

Empezando por Imanol, su entrenador: “Y todo su staff, y jugadores que lo habían mamado en la cantera, y que los había ido subiendo él mismo. Eran sus primeros años en Primera. La Real es el sentimiento de su gente. Y luego habían fichado a futbolistas de fuera pero con mucha hambre: Odegaard, que tenía que dar un paso adelante; Isak, que estaba en el Dortmund y tenía que dar también ese paso; yo mismo, que salía de Girona y quería darlo igualmente; y Remiro, que venía de no jugar en el Athletic”...

La comunión que se generó esa temporada con las nuevas gradas de un Anoeta remodelado les hizo sentirse muy fuertes y capaces de todo: “Se creó un aura muy buena, porque justo habían acabado [de remodelar] el estadio. Antes tenía la pista alrededor, era muy frío, la afición estaba muy alejada. Eso es mortal para el fútbol. Lo hicieron muy bien acercando a los seguidores. La gente tenía ganas de verlo todo de cerca en ese estadio nuevo. Y todo empezó a funcionar desde el principio. Los jugadores competían como máquinas, a tope, con un hambre tremenda. La gente se enganchó mucho, porque iba al campo y disfrutaba. Siempre estábamos bien, siempre queríamos ser protagonistas, y siempre teníamos la pelota. Y cuando no podíamos, y había que currar, se curraba; cuando había que apretar, se apretaba. Era increíble, ir a apretar un balón todo ese ambiente. Era muy especial, una comunión muy grande”.

El punto álgido de su aventura txuri-urdin llegó tras la clasificación para la final de la Copa en Miranda. Pero el covid se cruzó en su camino: “Justo nos habíamos clasificado en las semifinales contra el Mirandés. El partido de ida lo jugamos en casa, y la avenida para llegar al estadio era de locos, creo que estuvimos 40 minutos para poder llegar al estadio, la gente pegada al bus... Fue increíble. Justo después de meternos en la final, recuerdo estar desayunando con los compañeros. Siempre teníamos las noticias puestas, salió el tema de la covid, y decíamos: Eso no va a llegar, es imposible”...

Era el mejor momento en muchísimos años en la historia del club, con todo lo que ello suponía y significaba para su parroquia, y de la noche a la mañana todo quedó en el aire: “¡Nos habíamos metido en una final! Recuerdo estar sacando billetes de tren para la familia, cogiendo hoteles ya para ese día. Todo el mundo ilusionado. Y de repente, ¡pum!, todo se corta. Y, luego, la incertidumbre. Todo se paró de un plumazo, ya nadie pensaba en la Copa ni en el fútbol, sino en lo que estaba pasando. Fue un cambio radical obviamente sabíamos que la final nos iba a jugar, que había que acabar la Liga, y ya está, pero también estábamos luchando por entrar en Europa otra vez, por estar ahí arriba. Fue duro para todos, porque pasamos de vivir desde el primer momento ese ambiente, a regresar y no escuchar nada. En la grada estaban los presidentes y pocos más. Fue una pena. Nos queda la ilusión de haberla ganado, de ver a la gente feliz, de haber contribuido a que más de 30 años después se volviera a ganar un título. Haberlo vivido con la gente, con la afición, y eso que era época Covid. Ahí nos saltamos un poco el protocolo, y nos acompañaron hasta la salida de la autovía, lo que fue brutal. Imagínate haber vivido eso en otro momento”. 

Un derbi vasco en una final de la Copa en Sevilla. Palabras mayores: “Cómo hubiera sido todo, en una final Real Sociedad-Athletic Club. Hubiera sido una experiencia tremenda. Y luego la celebración hubiera sido maravillosa. Recuerdo que hubo muchísima gente que vino cuando llegamos con el avión a Hondarribia. La afición salió a la calle, pero fue muy frío, porque no podían vernos... Y encima la policía se pudo muy estricta: creo que no hacía falta ponerse tan estrictos con esa gente que había venido a vernos”.