Más allá de que los incidentes se produjeron en Anoeta, estadio de cuyos dispositivos de seguridad responde la Real Sociedad, lo acontecido este jueves durante el partido contra el Anderlecht también viene a poner en tela de juicio los protocolos de la UEFA ante este tipo de situaciones. El colegiado rumano Marian Barbu no detuvo el partido pese a que ultras belgas estaban lanzando trozos de asiento a la afición txuri-urdin, poniendo en riesgo la integridad física de esta. Y hay que subrayar igualmente que la hinchada visitante viajó a Donostia bajo una simple advertencia del máximo organismo europeo, tras protagonizar hechos similar en Londres hace dos años.

Sucedió el 13 de octubre de 2022, con motivo de una visita del Anderlecht al West Ham en la Conference League. Los ultras belgas encendieron bengalas que terminaron en el sector de la grada destinado a la afición local, y la policía tuvo que intervenir para que no accedieran a dicha zona y agredieran a seguidores ingleses. La reacción de la UEFA, sin embargo, se limitó a interponer una sanción económica al club, y a colocarle también una "sanción condicional" en lo que respecta a la posibilidad de acompañar al equipo en sus viajes continentales.

Apercibimiento

Se trata, en cierto modo, de una tarjeta amarilla. La UEFA sanciona al club infractor (en este caso el Anderlecht) por el comportamiento de sus hinchas, impidiéndoles viajar a un partido a domicilio. El castigo, sin embargo, queda en cuarentena por un espacio de tiempo determinado (suelen ser dos años), y se levanta si durante ese período no se ha incurrido de nuevo en sucesos graves. Según reveló este jueves el portavoz del Anderlecht, Mathias Declercq, la sanción condicional de la UEFA tras los sucesos de Londres continuaba vigente en Anoeta.

"Es posible que la UEFA active esto y que por tanto tengamos que jugar un partido fuera de casa sin aficionados. Así, es aún más incomprensible que esto todavía pueda suceder", lamentó en referencia a lo ocurrido durante el partido contra la Real. La próxima salida europea del Anderlecht tendrá lugar el próximo jueves 7 de noviembre y llevará a la escuadra de Bruselas al campo del RFS, en Riga (Letonia). El máximo organismo europeo se reunirá la próxima semana y tomará entonces las resoluciones disciplinarias correspondientes a esta última jornada. Todo lo que no sea una prohibición a los seguidores belgas de acudir a este partido significaría una sorpresa.

El asunto no deja de resultar secundario para la Real Sociedad, a la que a estas alturas poco le importa el modo en que se castigue a su rival de este jueves. El daño ya está hecho. Sin embargo, si tomamos algo de distancia y analizamos el asunto desde una perspectiva más global, la sucesión de acontecimientos cuestiona seriamente la actitud de la UEFA ante este tipo de hinchadas. Los hechos de Londres ya resultaron graves, pero no se tradujeron en ninguna sanción palpable. Menos de dos años después, la historia, con sus matices, vino a repetirse en Donostia, corriendo peligro la salud de una hinchada local que sólo acudió al estadio para disfrutar de un partido de fútbol. ¿No son demasiado laxos los protocolos de la propia UEFA ante este tipo de casos?

Lo cierto es que Anoeta y la afición txuri-urdin arrastran un mal fario en este sentido, pues el precedente más cercano en cuanto a lanzamiento de objetos (bengalas entonces) data de hace menos de un año. En noviembre de 2023, la afición del Benfica ya sembró el pánico en el graderío donostiarra, recibiendo, entonces sí, una tarjeta roja de la UEFA. Los hinchas lisboetas no pudieron acudir a animar a su equipo en el siguiente encuentro continental domicilio, en el campo del Red Bull Salzburgo.