El domingo estuvo marcado en el grupo de WhatsApp de la cuadrilla por lo sucedido ante el Madrid. Al margen del residual frente blanco, que evidentemente no tenía ni voz ni voto dado el alto nivel de enfado del resto y el hecho de que tampoco estaba como para sacar mucho pecho, el debate giró en torno a si la Real había perdido por el árbitro.

La respuesta es no. Los realistas cayeron porque arrastran un problema de efectividad dramático desde el año pasado a pesar de que a la dirección deportiva nunca le ha parecido demasiado grave. Es cierto que fueron superiores, pero se estrellaron tres veces en la madera. Fue una cuestión de milímetros, aunque esa es muchas veces la diferencia que separa a unos y a otros.

Insisto, nadie dice que la Real cayó por el árbitro, aunque tampoco admite discusión que, desde luego, no solo influyó en el juego, sino también en el marcador. Lo que resulta inadmisible es la insoportable atmósfera previa que generan los medios madridistas con premeditación y alevosía en connivencia con fuentes federativas. El miércoles, cuando aún no se conocía oficialmente quién iba a ser el árbitro, este se había filtrado a la prensa de la caverna blanca y ya se estaban redactando artículos incendiarios para presionar y condicionar al trencilla. Aquí estamos muy habituados a que venga un gigante, no solo el Madrid, y se lleve los puntos sin merecerlo y con alguna ayudita arbitral. Lo que no estamos dispuestos a asumir es que nos tomen por idiotas.

Lo peor de la actuación de Juan, el amigo de Aperribay, no fue el penalti del que luego hablaré. Lo más grave fue su arbitraje sibilino y tendencioso, pitando siempre lo que le beneficiaba para pasar un posencuentro más tranquilo y sin problemas, lo que acabó por minar la moral de la tropa txuri-urdin. Las dos primeras amarillas, una de ellas a Sadiq, al que no le sale bien ni eso, ya que apenas le rozó al rival, para la Real.

Al Madrid ninguna. Faltita que te quito por aquí y faltita que me invento al borde del área con el consiguiente peligro cuando se encuentran las estrellas merengues enfrente. En el avance de la crónica que hice en el descanso recuerdo que escribí lo peor está por llegar. Y fue en ese escenario, justo con el 0-1 por una irresponsabilidad muy grave de Sergio Gómez, cuando llegó la acción del supuesto penalti de Aramburu a Vinícius sin que el balón se encontrara ni cerca. Un choque porque el fútbol es un deporte de contacto. O al menos lo era.

Y ojo que en esto no soy dudoso, yo tampoco hubiese pitado el pisotón del rayista Pacha Espino a Oyarzabal. Prefiero que lo explique Jesús Mari Zamora, al que los más sensibles aficionados blancos le pueden escuchar lo que sentía que pasaba cada vez que se enfrentaban a su equipo: “Seré un antiguo, pero cuando nos goleaban yo me agarraba un mosqueo increíble. Luego cuando nos encontremos en la calle, amigos y lo que quieras, pero en el campo ni en broma. Y si me pegas una patada, no me levantes porque la siguiente me tocará darte a mí. Ha cambiado todo y el abuso del fair play actual me parece una milonga. Que si todo bonito, barato, blandito… Y no sé qué es eso. Les pegan un pisotón y parece que les tienen que operar de la rodilla. Yo estoy en otro mundo”. Y yo también.

Pero en serio, señores del Madrid, háganse un favor, respétense más. A ustedes y a su historia. Que son el club más laureado del mundo. Ya está bien de intoxicar de esta manera, de tratar de que el fin justifique todos los medios y no utilicen a Negreira como coartada para todo. Menos aún para abusar de los menores en lugar de para enfrentarse al que tienen que hacerlo. Piérdanse en sus guerras particulares, no nos utilicen como armas arrojadizas y déjennos a los demás tranquilos.

Que es que ya no nos permiten ni el derecho a la pataleta. Que este fútbol es una auténtica basura y la gente se va a cansar porque a nadie le gusta que se rían de él a la cara. Que me cuentan que los enviados especiales de Real Madrid Televisión no sabían dónde meterse en la zona mixta tras el encuentro.

La actitud del colegiado fue tan chulesca y arrogante que hasta expulsó a los recogepelotas de la Real, que nunca nos damos cuenta ni de que están, gane o pierda el equipo, cuando el resultado era 0-2. ¿Qué insinúa el trencilla, que iban todos con el Madrid? Con las vaciladas que vemos que nos meten en otros estadios, donde desaparecen de manera literal las pelotas cuando el anfitrión va venciendo... Un poco de respeto, que nosotros también tenemos escudo y somos la Real Sociedad.

Era un partido en el que se temía por la reacción del público tras las últimas declaraciones de Vinícius y en el que pasó más inadvertido que nunca por el poco caso que le hicieron (lamentables Ancelotti y Carvajal ayer faltando a la verdad) y este quedó marcado por su celebración mandando callar a la grada. No a cualquiera, al fondo familiar, donde se ubican los padres con sus hijos. Terrible.

Yo siempre he sido muy crítico con esas celebraciones. Alucino con el doble rasero con el que las catalogan algunos, porque la más conocida es la de Raúl en el Camp Nou, que tanto les gusta recordar a los blancos (en unas palabras que le honran, cabe destacar que a los años el mítico 7 reconoció que se arrepentía de haberlo hecho). Por eso, tras analizarlo bien, creo que Merino se equivocó gravemente al hacerlo tras marcar el gol del triunfo en Mallorca el año pasado a pesar de que en la ida de la Copa les apalizaron y encima el más listo de todos les acusó luego de llorones. Su disculpa fue peor, porque avivó aún más el fuego.

Cada uno se motiva con lo que quiere y puede y el Mallorca generó un clima de ofensa y búsqueda de venganza que parecía la única forma de poder sacar adelante la eliminatoria. Que no les engañe nadie, la estrategia llevaba el indiscutible sello de Javier Aguirre. El mexicano de los apellidos vascos al que tanto le tira su verdugo en la final. Me recordó a un profesor de Marianistas al que le denominaban el CIS (el cabrón de la irónica sonrisa, que esbozaba cuando te ponía un 0).

¿Alguno cree que la Real perdió por el árbitro esa semifinal a pesar de que nunca se demostró si el balón de Tierney entró y de que el penalti de Brais se debió repetir? Nadie, porque pensamos que el equipo tenía que haber ganado de todas, todas, al ser muy superior. Esa es la gran diferencia contra el Madrid. Eso sí, jamás olvidaremos el comportamiento del Mallorca en la victoria. Una actitud intolerable. Con Jaume Costa paseándose delante de los jugadores de la Real con el dedo en la boca y un cedido del Torino recién llegado haciendo lo mismo en la esquina de la Zabaleta, donde en las primeras filas solo había niños llorando. Bueno, y todo lo que vino después con los infantiles vídeos y fotos e incluso los documentales previos a su final. ¿Por qué? ¿Qué necesidad había?

No, lo sentimos, ni perdonamos ni olvidamos. Jamás vimos un equipo peor en el triunfo. Salvo por el error de Merino, no me creo que la Real actuara tan mal como para sufrir este ensañamiento simplemente porque no lo suele hacer. No es de los que mira a nadie por encima del hombro. Arrieros somos y en el camino nos encontraremos. Aparte de los partidos que todos los años nos gusta ganar, y lo siento por Jagoba Arrasate, esta campaña también tenemos marcados en rojo los dos contra el Mallorca. Y lo recuerdo antes del duelo en Palma, para evitar que nadie se caliente y se sienta legitimado para hacer una barbaridad.

Dicen que en el fútbol no hay nada más peligroso que un buen equipo dolido. Que la Real lo demuestre y a poder ser que jueguen la mayoría de los que lloraron esa noche porque lo llevarán grabado a fuego. Esto también nos lo deben. La factura y las heridas siguen abiertas. ¡A por ellos!