El análisis del Mallorca - Real Sociedad de Liga en Son Moix (1-2)
Los txuri-urdin se enfrentaron de inicio a un examen muy conocido ya y cuya naturaleza varió tras la expulsión de Raíllo
Imanol no se cansa de repetir, con más razón que un santo, que en esto del fútbol nunca saldrán dos partidos idénticos, por mucho que se repitan equipos, protagonistas, esquemas y planteamientos. Hablamos de un juego muy complejo y sujeto siempre a los famosos detalles. Garantiza, así, que el resultado, el dominio y el relato cronológico de un encuentro varíen sí o sí respecto al anterior, por mucho que calquemos situaciones. El mejor ejemplo se halla en el último mes de calendario de la Real Sociedad, fase durante la que los txuri-urdin se han medido ya a Osasuna y Mallorca en un total de cuatro ocasiones (dos y dos), apostando navarros y baleares por dispositivos clavados en defensa. El saldo en clave blanquiazul es de una victoria y una derrota en Liga, una ronda superada en la Copa, y otra eliminatoria que marcha empatada.
Han sido 360 minutos duros, cerrados, en los que, observada desde fuera y reconociendo de antemano el distinto desarrollo de todos los encuentros, la Real ha ofrecido la sensación de enfrentarse siempre a un mismo examen, tratando de resolver ecuaciones muy próximas entre sí. La asignatura se las trae, es de las complicadas, pero los guipuzcoanos se las han arreglado para firmar un balance global muy satisfactorio de ocasiones generadas y concedidas. Han demostrado haber estudiado y saberse bien la materia, lo que, trasladado al partido de este domingo, pudo dar pie a una paradoja bastante habitual: jugar mejor contra once que contra diez. En superioridad numérica, el equipo creó más ocasiones que en igualdad. Sin embargo, poniendo en contexto los primeros 45 minutos y los segundos, puede afirmarse que los txuri-urdin parecieron agradecer antes del descanso responder a las preguntas ya habituales para poder así recitar la lección.
En el arranque del partido, el Mallorca, dispuesto en 5-3-1-1, tenía tres centrales para vigilar a Sadiq. Dos quedaban teóricamente libres, por lo que asumían otras marcas y ayudas, y la Real aprovechaba esta circunstancia para fijarlos y moverlos, acertando a generar de vez en cuando interesantes pasillos. Después, cuando expulsaron a Raíllo, estuvo brillante Aguirre reaccionando sin reaccionar, dejando una zaga de cuatro (4-3-1-1) y dando prioridad a mantener todo el engranaje dispuesto delante de la zaga. Se trataba de seguir tapando dentro, a costa quizás de facilitar los avances visitantes por banda, cosa que se dio y que se saldó con un sinfín de centros laterales al área bermellona. Mientras el partido avanzó según lo académico, Valjent y Nastasic dominaron la situación y rechazaron todo lo despejable. Después, dentro ya del más desordenado arreón final, llegó el gol de Mikel Merino. El día 27 en Anoeta, un examen más. ¿El mismo?