La denominaron la final imposible. La que nadie sospechó. En junio de 2003, cuando todavía no se nos habían secado las lágrimas por no haber podido culminar la gesta sin apenas parangón que hubiese supuesto alcanzar el tercer título de Liga de la historia txuri-urdin, el Real Mallorca y el Recreativo de Huelva se disputaron la Copa en una final que, para añadirle elementos inesperados, se disputó en el Martínez Valero de Elche.

Hace unos años, el club insular publicó un tuit en su cuenta oficial en el que recordaba lo mucho que habían disfrutado: “¡Pues para nosotros tampoco estuvo tan mal! ¿No, Recreativo de Huelva? Elche fue una fiesta del fútbol”. La explicación a este incisivo mensaje es que se trataba de una respuesta a unas declaraciones de Javier Tebas que deberían haberle inhabilitado de por vida para ser presidente de LaLiga. Para situarles, era la época en la que todo el mundo del fútbol era plenamente consciente de que había que darle un giro de tuerca al formato de la competición y la solución evidente era regresar al partido único: “Ese formato ya existió y fracasó. De hecho, ya tuvimos una final entre Mallorca y Recreativo”. Torpe como él solo, sobre todo con equipos terrenales que se la traen al pairo porque a él lo que le gusta es hablar del fichaje de Mbappé por su Madrid, quiso aclararlo y casi lo empeoró: “El fracaso no es que lleguen equipos pequeños a la final. El fracaso fue una etapa en la que los grandes se desinteresaban de la competición restándole honestidad, exposición y relevancia”.

No ha sido extraño ver asientos vacíos en algunas de las últimas finales cuando ha jugado uno de los gigantes. Las aficiones del Mallorca y del Recreativo se repartieron las poco más de 14.000 entradas: “Hubiesen ido 30.000 desde Huelva si llega a haber opción”, comentaron los blanquiazules.

Ganó el Mallorca, 3-0, pero el entrenador derrotado, Lucas Alcaraz, al ser preguntado por las torpes declaraciones de Tebas, que no era la primera vez que meaba fuera de tiesto, fue tajante: “¿Fracaso? Fue el éxito más grande que tuvo la Copa en los últimos 30 años”. El Recreativo venía de perder la categoría, mientras que el Mallorca de Goyo Manzano tampoco estaba viviendo sus mejores días después de la marcha de Héctor Cúper, que le guió hasta forzar una tanda de penaltis en otra final copera épica contra el Barcelona en 1998; a alzar una Supercopa meses después contra el mismo rival; a perder toda una final de la Recopa ante el gigante Lazio de Vieri; y a lograr un pasaporte para la Liga de Campeones en 2001 ya con Luis Aragonés. Con la gloria de Elche, el Mallorca cerró un lustro que me recuerda mucho a la triunfal trayectoria de Imanol a pesar de contar con tres técnicos distintos.

De los cuatro semifinalistas que había en el sorteo, tres han celebrado el título en este siglo. El más cercano, la Real, en 2021, luego el Atlético, en 2013, y el Mallorca en el ya citado 2003. Sólo hay que ceñirse a la clasificación para reconocer que esta campaña el Athletic y el Atlético están muy por encima del Mallorca, por lo que probablemente el mejor emparejamiento posible era jugar en la isla, con el duelo de ida allí. Pero de ahí a los excesos de confianza desproporcionados y hasta faltones que se pudieron leer sobre todo en redes sociales tiene que haber un abismo. Yo cuando escucho en la misma frase Mallorca, Son Moix y la Copa todavía siento sudores fríos después de la humillación histórica que supuso el 6-1 de 2012, cuando el conjunto bermellón y su afición no querían ni clasificarse porque les venía mal. En el momento en el que la Real se adelantó 0-1, bastantes hinchas locales se levantaron y se fueron. No se lo pierdan, fue el minuto 16 de partido. Nos privó, ahora no sé si afortunada o desafortunadamente, de un derbi en cuartos con el Mirandés esperando en semifinales. Y sí, ya sé que los realistas acumulan tres encuentros sin caer en Son Moix y que la temporada pasada se vengaron de una manera más modesta con el triunfo por 1-0 en octavos con tanto de Robert Navarro.

Insisto, no me gustó la euforia, ni la fotografía de Arconada que probablemente sólo sonreía porque había sacado la bola de su Real, ya que estas cosas las carga el diablo. Y me consta que el respeto es máximo en el vestuario, donde ningún realista ha lanzado las campanas al vuelo. Con toda mi deferencia, este Mallorca no es el Mirandés. Y el Mirandés de Guridi y Merquelanz silenció Anoeta como pocas veces se ha visto, sobre todo por el clima de entusiasmo que se había generado en la previa.

Xisco aún era un canterano bermellón que viajó a Valencia en 1998 en uno de esos barcos que llegó sobre la bocina, como cuenta Iván Campo en la entrevista: “Aquella fue la semana más especial de mi vida. Todavía me dura la desilusión y no olvido todo lo que lloré aquella noche”. Cosas del fútbol, cinco años después jugó con el Recreativo contra el equipo de su tierra otra final y hasta se infiltró para estar en el once: “Hubiese hecho cualquier cosa por jugar ese partido”. Los malditos caprichos del destino

Ser o no ser. Todo o nada. A 180 minutos de soñar en grande. La famosa final que predijo el mesías Imanol arropados por sus fieles devotos en la grada. Como para no creer, con todo lo que nos ha dado. Él es la luz. Pero siempre con un esclavo romano o un pepito Grillo a nuestras espaldas recordándonos que somos humanos y que el Mallorca está capacitado para hacernos llorar. Que no se nos olvide. ¡A por ellos!