Las temporadas son largas, se juegan desde agosto hasta mayo y durante diez meses de competición dan siempre pie a partidos de todo tipo. El martes en Anoeta tocó jugar la carta, negativa carta, de la inferioridad numérica, y lo que nos ofreció la Real Sociedad con diez futbolistas sobre el césped resultó difícilmente mejorable. Se defendió bien, atacó (lo que pudo) todavía mejor y mereció un triunfo que voló por detalles, incluyéndose en este último apartado la pierna que Mikel Merino no logró quitar a tiempo y que significó el penalti. Tuvo la acción un punto instintivo equiparable al de la mano de Remiro, dos jugadas que quien ha pisado un campo de fútbol alguna vez en su vida no puede sino comprender, asumir y digerir, aunque frustren y duelan. Además, nos equivocaríamos todos si miráramos al dedo del derbi contra el Deportivo Alavés, cuando este nos señaló una luna en forma de principal déficit txuri-urdin durante la presente campaña. 

La evolución de la Real está ahí y resulta innegable. En ausencia de David Silva, al equipo se le ha abierto este curso un mundo de posibilidades en la presión, opciones que no tienen tanto que ver con la intensidad (ya existía) como con la exigencia de los recorridos y la coralidad en los roles a la hora de apretar al rival. Buena parte de las exhibiciones europeas de los de Imanol han llegado desde aquí, desde un efectivo registro sin balón ante adversarios que han tratado de jugarlo y que han sucumbido ante la famosa ola de Nazaré, sufriendo actuaciones blanquiazules que además, en cuanto a lo competitivo, luego siempre han tenido continuidad los domingos. A los txuri-urdin no les está costando bajar al barro de la Liga, un claro signo de madurez, e incluso han firmado en el campeonato encuentros igual de brillantes ante panoramas tácticos similares a los del continente. Sin embargo, en contextos de mayor protagonismo con el esférico y ante contrincantes que evitan iniciar en corto, está costando mucho más.

Precisamente por ello, al arriba firmante le preocupan más los primeros 35 minutos del martes que todo lo que sucediera a posteriori. Reconozcamos primero que, en un fútbol cada vez más sofisticado en la pizarra, hablamos aquí de la asignatura más complicada que existe: meter mano a un repliegue. Digamos también que ideas y alternativas no faltan: lanzar a los interiores entre lateral y central, moverlos para encontrar dentro a Zubimendi, variadas salidas de tres... Todo se intenta y todo se prepara. Pero a esta Real le viene faltando ese punto individual de precisión que suele desatascar los partidos así. Abrir el campo en canal con Kubo y Barrene pinchados en ambas bandas podría ayudar, pero semejante combinación en las alas va a tener que esperar por lo menos un mesecito. . 

1- EL ATASCO INICIAL. El Alavés se emparejó dentro con Zubimendi, Brais y Merino. No le importó que la Real moviera el balón atrás y encontrara libres a Traoré y Tierney. Los teóricos pares de estos, los extremos Rioja y Rebbach, esperaban retrasados para ayudar a sus laterales y a sus pivotes, y solo saltaban al balón cuando recibían los citados Traoré y Tierney, ya con Gorosabel o Javi López encima de Oyarzabal o Kubo.

2- UN PELIGROSO DOS CONTRA DOS. En esta ocasión Imanol dejó a Zubimendi como pivote (y no como tercer central) en fase defensiva, encima de Guridi. ElAlavés, por su parte, ubicó en salida a su lateral izquierdo más bajo que al derecho, lo que obligó a menudo a Brais a presionar fuera y en posiciones adelantadas, terminándose así de limpiar el dos contra dos de Rebbach-Samu con Traoré-Zubeldia. Los visitantes buscaron esa zona, también en la acción de la tarjeta roja.

3- UN NECESARIO PASO ATRÁS. La Real reaccionó a la inferioridad numérica apostando por un 4-4-1 cuyo punta era Brais.El gallego aseguraba ahí trabajo en la primera línea de presión y ejercer también de tercer centrocampista cuando el equipo tuviera el balón. Imanol dejó la profundidad para ambas bandas con Oyarzabal y Kubo, los encargados de intentar sacar el equipo de atrás siempre que resultara posible.