Mi aita cumplió ayer 92 años. Desgraciadamente, ya apenas puede disfrutar de la vida. Una pena, porque ha sido un hombre muy feliz. Siempre frío y reflexivo, recuerdo que hace unos años una mañana me dijo, con voz serena y sin que le inquietara demasiado mi reacción: “La verdad es que había llegado un momento en el que pensaba que ya me daba igual morirme. Tengo dos hijos estupendos, que se han sacado una carrera, que se ganan la vida por sí mismos, he podido disfrutar mucho de mi existencia… Pero ya no quiero, se me ha pasado. Ahora soy feliz con mis nietos y quiero disfrutar al máximo de ellos”. Si supiera la rabia y la impotencia que me da que no haya podido divertirse con mi hija Lucía, la nueva joya de la corona. Y no será porque ella no le adora, en ese vínculo innato y por momentos incomprensible que se genera entre el abuelo y sus nietos.

Mucho menos pasional que yo y a su manera, me lo ha enseñado todo en la vida. Incluida mi devoción por la Real. No tanto mi afición por el fútbol. Aunque ya no lo festeje, mi pensamiento cada vez que marca un gol importante está con él. Por la ilusión que le habría hecho de estar bien. Hombre de leyes, la aventura favorita entre comillas de su vida es que tuvo que pasar un mes en la cárcel por denunciar que el malnacido de Melitón Manzanas había torturado de forma brutal a su hermano Ramón. Fue a un mostrador cuando había que tenerlos bien puestos de verdad, denunció a la Policía, le pusieron una multa por supuesto desacato y, como no entraba dentro de sus principios pagarla, algo a lo que incluso se prestó mi aitona para evitar que fuese encarcelado, acabó entrando en la cárcel.

Como estaba llena de presos políticos, el módulo en el que se encontraba no tenía nada que ver con las prisiones de hoy en día. Mi aita no generaba ni el más mínimo problema y era un gran conversador y discutidor, por lo que pronto le eligieron los dos bandos para que ejerciera de negociador. Siempre se vanagloriaba de que consiguió que no les obligasen a ir a misa, al haber varios presos laicos y de otras religiones, y que logró que les dejasen ver Eurovisión. Le encantaba contar sus aventuras en la cárcel. Cuando empezó a hacerlo varias veces el mismo día, entendimos que había un maldito problema… Y bien grande.

Me recuerda a lo que sucedió en el gran Inter de los años 90. Contaba uno de sus actores secundarios, Ze Elias, que Ronaldo y Simeone mantuvieron una discusión sobre las primas económicas. “Ronaldo era nuestro líder, la persona a la que todos seguíamos. Simeone era un peso pesado”. En esa ocasión el argentino levantó la mano y defendió una postura cuanto menos controvertida: “Los premios económicos se dividirán únicamente entre los titulares y los que van al banco de suplentes”.

El astro brasileño, que ejercía de líder a su manera, con un talante especial y abierto, no dudó en replicarle y de paso sentar cátedra: “No estoy de acuerdo, los premios son para todos los jugadores de la plantilla. La premiación va a ser así porque vienen acá, todos se entrenan, todos tienen su obligación y el entrenador elige quién va a jugar y quién no. Los premios van a ser iguales para todos. Aquí ganamos todos y perdemos todos”.

Y así es como debe ser. Más aún en un torneo como el de la Copa, que empiezan a jugar los suplentes y acaban disputando las rondas clave los titulares. Es el mismo campeón el que solo jugó el duelo contra el Becerril, como por ejemplo Rubén Pardo, que en el mercado de invierno se fue, que el que solo participó en la final, como Silva o Carlos. El que jugó en Requena contra el Buñol y el que levantará de nuevo la cuarta Copa allá por el mes de abril de 2024.

Mi aita siempre ha sido bastante pesimista con la Real. Era muy agonías, le encantaba ponerse en lo peor. Yo nunca he sido así, aunque, como es lógico, siempre te quedan las secuelas de la maldita mancha negra que mancilló nuestra historia durante un cuarto de siglo y la incertidumbre de que todo puede pasar en un duelo a 90 minutos y frente a un adversario al que le va la vida en ello. Hablando precisamente de cumpleaños, no me trae buenos recuerdos la última vez que viajamos a Palma en la Copa, porque el día de mi 37 aniversario, los de Montanier me hicieron una fiesta sorpresa de dudoso gusto con aquel inolvidable e hiriente 6-1.

Como hacía Ronaldo en el Inter, al que condujo a la gloria, Imanol es el líder y el que marca el camino en la competición. Y para soñar en grande en las rondas finales, comerse las uñas casi de una pieza en cada sorteo, hay que remangarse y superar eliminatorias ante contrincantes de otro nivel. Sea en hierba artificial, en un campo de medidas mucho más pequeñas o en la plaza del pueblo. Aquí no se estila recurrir al manual de las excusas. Aunque vaya todo tan bien, por momentos nos acechan pensamientos catastrofistas en forma de viejos fantasmas. La Real está obligada a ganar y la mejor receta es liquidar el envite por la vía rápida. Hacedlo por nosotros, para que no suframos, y por vosotros, para seguir alimentando el sueño de ganar otro título. Hacedlo por mi aita, porque no podré explicarle que hemos eliminado a un equipo tan modesto y desconocido como el Andratx, pero seguro que en un momento de lucidez volverá a disfrutar como tantas otras veces en vida si su Real alcanza otra final. Ese sí que sería el mejor de los triunfos. ¡A por ellos!