Los héroes de Lisboa no merecían semejante crueldad en el epílogo de su aterrizaje en la tierra. Concretamente en el planeta Vallecas. Un gol en el 90 en un remate de esos que solo intenta Bebé, al que además le sacan para eso como si fuese balonmano, privó del un suculento premio de otra victoria en un campo siempre exigente y difícil. Pero para ser justos, a la Real se le fueron dos puntos porque esta vez no controló el partido en casi ningún momento, lo que lo convirtió en un intercambio de golpes en el que podía haber salido victorioso dada la extraordinaria calidad de sus piezas ofensivas, porque esta vez en defensa concedió bastante más de lo habitual, con el añadido de que Remiro se presentó sin la aureola de imbatible, y porque con el 1-2 desperdició demasiadas opciones de contras muy claras para liquidar definitivamente la contienda. Y cuando perdonas, algún día lo acabas pagando. Para ser honrados, la victoria de la Real no hubiese sido injusta, pero el Rayo también hizo muchas cosas bien en el encuentro, como aguantar en pie el duro combate ante uno de los gallos de la competición, sin mostrar ningún complejo ni emitir señales de flaqueza. Un equipo que con Francisco mantiene la misma valiente y descarada señas de identidad que dejó en el vestuario Andoni Iraola

La Real también dio muestras de su repertorio. En esta ocasión acreditó que el síndrome de la mandíbula de cristal quedó ya olvidado, porque, aunque se puso con el marcador en contra, no tuvo problemas para seguir a lo suyo, mantener el mismo guion y darle la vuelta al luminoso como quien lo hace a menudo. Un equipo, el de Imanol, fuerte de cabeza, con personalidad, una enorme confianza en sus posibilidades y pegada. Esta vez le tocó el turno de acariciar la gloria a un habitual en estas lides, su capitán y leyenda Mikel Oyarzabal, que dio la vuelta al tanto inicial logrado por Mumin con una diana en cada tiempo, la segunda de penalti. En el último minuto, el citado Bebé enchufó su típico obús, que puede romper un cristal de la torre de la avenida de Madrid, como el año pasado, como colarse en las redes sin que la huela el portero contrario. En este caso, literal, porque Remiro se quedó demasiado lejos de poder pararla.

No es mal sitio Vallecas para poner los pies en la tierra después de tocar el cielo el martes en la Champions. El estadio vallecano lleva meses en obras pero ofrece la misma pinta de estar cayéndose a cachos que hace décadas. Es un terreno de juego que parece más pequeño aún de lo que es por la cercanía de la grada y por lo bulliciosa y animosa que es la parroquia franjirroja. En el recuerdo queda el famoso gol de Tamudo en la campaña 2011-12 que evitó un descenso en el descuento a pesar de que se encontraba en claro fuera de juego. Estaba el linier en una situación como para levantar el banderín... Incluso ayer hubo una jugada de Kubo que la asistenta de su banda le cortó la carrera. Así es Vallecas. Encanto no le falta, pero como decía con gracia Luis Uranga al recordar a Atotxa, antes de cada partido tienen que rezar para que gane su equipo y para que no suceda nada grave en las gradas.

La Real entró bien al partido. A los trece minutos, una falta que provocó Kubo tras una recuperación en la frontal del área, la ejecutó con maestría Brais tras apoyarse en Oyarzabal, pero el esférico lo escupió la cruceta con Dimitrievski ya batido. Con Kubo en el mismo estado de inspiración que el martes en Da Luz sin parar de hacer diabluras por su banda, a los realistas les costaba generar ocasiones y el Rayo aguantó pacientemente a su momento al ser consciente de que llegaría. Sus dos extremos, Isi y Álvaro, son una amenaza constante. El segundo fue el primero en poner a prueba a Remiro en un balón a la espalda de Traoré. Raúl de Tomás malgastó el primer gran despiste de los centrales al explorar su espalda, pero su finalización tras controlar se le escapó por encima del larguero. Un minuto después, en una falta dudosa de Zubimendi que pareció más bien una pugna entre dos jugadores, Lejeune probó suerte desde muy lejos, el balón le botó justo antes a Remiro, que se protegió y la desvió en lugar de intentar atajarlo con la mala suerte de que, a pesar de estar su equipo en el área, apareció Mumin, para conectar un cañonazo que se coló entre las piernas del meta que casi ni lo vio. 

19

Rayo Vallecano-Real Sociedad: las notas de Mikel Recalde Mikel Recalde

Los realistas no acusaron el sopapo. No tardaron en tomar el control al saber que iban a tener ocasiones para empatar y que estas incluso llegarían antes del descanso. Y tanto que fue así. Kubo, después de otra gran internada, vio cómo su centro rozó en un defensa y el esférico se estrelló en la madera. El segundo. Pacheco estuvo muy cerca de lograr su primer gol, pero su remate con su pierna menos hábil a saque de esquina lo salvó de forma bastante milagrosa el meta rayista. Fueron los minutos del mundo al revés que tuvieron su culminación en el tanto del empate. Barrenetxea, que se encuentra tan bien que puede hacer lo que quiera, sacó unas rosca con su izquierda que hubiese firmado el mismo Javi de Pedro y Oyarzabal, haciendo de Kovacevic, anotó con una volea con el interior de su gigante pie derecho. En el descuento, Brais no estuvo tan fino como en la definición de Salzburgo, después de recuperar él mismo la pelota y quedarse sin encontrar portería y Oyarzabal también vio cómo el macedonio atajaba su centro tras alcanzar la línea de fondo.

En la reanudación, a Barrenetxea se le escapó un fuerte chut que hizo varios extraños en el aire, pero el Rayo también respondió con un cabezazo de Raúl de Tomás que se marchó por encima del larguero. El partido estaba reñido, con ligera superioridad territorial de los visitantes, hasta que Espino cortó con el brazo extendido un centro de Kubo y Busquets Ferrer no dudó o no tuvo más remedio que se señalar el punto de penalti (malísimo y un peligro público, le sacó la amarilla por nada a Zubeldia, que no jugará contra el Barça; casualidad). Oyarzabal lo transformó con la misma maestría que de costumbre y la cosa pintaba bien para los realistas. 

40

Rayo Vallecano-Real Sociedad: las mejores imágenes del partido EFE

Isi obligó a Remiro a hacer otra parada, con un Rayo que, reforzado por soldados ofensivos, se lanzó con descaro al ataque. El problema es que la Real dispuso de muchas opciones para conectar una contra que liquidase el partido. Con un Cho que necesita centrarse y tomar buenas decisiones, porque la potencia y el talento sin control acaban quedándose en muy poca cosa. Traoré, que en ataque estuvo de nuevo espectacular, hizo un cambio de banda extraordinario, Oyarzabal, que ya estaba haciendo de todo, la bajó y Kubo finalizó la jugada a tres bandas con una medio volea que se marchó cerca del poste. Nada más salir, Sadiq, otro que necesita diván hasta que vea puerta, tampoco encontró palos en su primer toque. Camello no batió a Remiro en el primer fallo claro del curso de Zubeldia (casi en navidades). Con el choque demasiado abierto, llegó el gol del empate de Bebé.

Sadiq tuvo el triunfo en su cabeza a centro medido de Traoré, pero remató con fuerza, pero sin puntería. Lo dicho, demasiada crueldad para un equipo que asumió y digirió bien su aterrizaje en la tierra de Vallecas tras tocar el cielo en la Champions.