Aún no sabemos cómo, pero seguro que el destino le devolverá a la Real la forma en la que se llevó los tres puntos ante el Mallorca. Más que injustos, inmerecidos, porque los bermellones se volvieron a casa pensando en qué más tenían que hacer para regresar con un botín de Anoeta. Atacaron mucho y bien y defendieron con solvencia hasta el punto de que anularon casi por completo casi todas las armas diferenciales de los txuri-urdin. A la Real se le apareció la virgen en versión humana y en la figura de Remiro. Ojo, que quede claro, el portero también juega y el de Cascante simplemente demostró que es mejor que Rajkovic. El realista firmó cinco paradas antológicas y el balcánico sacó tres buenas manos, pero no pudo detener el cabezazo de Brais. 

La justicia no existe en el fútbol. Porque los buenos tienen más puntería y enchufan más. Y los porteros que dan puntos simplemente acreditan un porcentaje mayor de intervenciones cuando le atacan. Para justificarnos, contamos con uno de los mayores y mejores ejemplos de la historia. La Real de la Generación de Oro era un gran equipo, por supuesto, pero fuera solía sufrir bastante y muchas veces sobrevivía gracias a que contaba con el mejor portero del mundo. Esa era su suerte, que no había nadie como Arconada. Y esa es la fórmula con la que marcó ayer la Real la diferencia, con las paradas milagrosas de su guardameta y con una estrella, japonesa para ser más exactos, que solo necesitó cuatro minutos para inventar un centro con música que Brais cabeceó a la red sin tener ni que saltar para impulsarse y dotarle de más potencia. La plantilla txuri-urdin hace tiempo que ha dado un salto de calidad, lo que le ha permitido instalarse en la zona noble de la Liga, y los socios a ese olimpo cuentan con el privilegio de poder hacer menos para sellar triunfos en días incómodos como los de ayer ante un Mallorca que, insistimos, seguro que sintió que podía, no solo puntuar, sino también hasta ganar el duelo. Y al número de ocasiones se remite

23

📸 Las mejores fotos del Real Sociedad - Mallorca Ruben Plaza

La primera parte fue la mayor castaña que se ha visto en Anoeta en mucho tiempo. Sin ambiente de partido importante de Liga, la Real no dio una a derechas y se pudo dar con un canto en los dientes por no haberse ido en desventaja al marcador. Solo un estelar Remiro, que lleva una temporada espectacular, salvó del desastre a su equipo al firmar tres paradas de mucho mérito. El resto, mejor olvidarlo. El golpeo de Zakharyan y algunos detalles de Carlos se salvaron de la mediocridad. 

No sale de esa categoría Imanol Alguacil, que se pasó dos semanas para pensar en un plan para enfrentarse al Mallorca y, a las pruebas y a lo visto nos remitimos, estuvo muy lejos de atinar esta vez. Para dar cabida a Zakharyan, optó por cambiar de esquema y pasar a jugar con el 4-4-2, el famoso dibujo al que recurrió cuando se lesionó Oyarzabal y en el que brillaba como nunca Silva, el genio de la lámpara. El oriotarra también se decantó por hacer rotaciones, por lo que dio entrada a Aritz y Pacheco en defensa y sentar a Barrenetxea y Kubo. Estarían contentos los patrocinadores en la grada, después de ver además cómo en los prolegómenos del encuentro su compatriota recibía el MVP de septiembre de la Liga…

La tarde comenzó torcida desde el pitido inicial. En solo un minuto, Larin rozó el gol en dos ocasiones. En la primera provocó una salida forzada de Remiro, que atrapó el balón en dos tiempos, y en la segunda, además de pedir penalti por un leve toque de Pacheco, obligó al meta a hacer una buena parada. 

Zakharyan, que no entró muy activo ni enchufado al encuentro, pero que acreditó un golpeo exquisito, puso una falta cerrada que despejó con muchos apuros Rajkovic. Pero fue una acción puntual, porque segundos después, en la primera pérdida grave de Merino que seguro que recordará días mejores, Dani Rodríguez sirvió un balón en largo perfecto que Larin cruzó en su carrera, aunque volvió a toparse con el muro de Cascante.

La Real no tenía bandas y era incapaz de hacer daño a una poblada retaguardia bermellona con su lenta y previsible circulación de balón y la poca inspiración de sus futbolistas clave. Solo Carlos amagó en un par de ocasiones, de semichilena y de cabeza, pero sin excesivo peligro. 

Dani Rodríguez en otro tímido testarazo y Zakharyan en un disparo que no cogió la suficiente rosca pusieron el punto final a una primera parte para olvidar.

Cambios al descanso

En el descanso Imanol sentó al ruso para dar entrada a Barrenetxea y poder así regresar a su esquema de cabecera. Y la cosa cambió bastante, aunque el Mallorca siguió encontrando muchas vías para acercarse hasta el área local. A los cinco minutos, tras otro fallo grosero de Merino, David Rodríguez ensayó su buen disparo desde la frontal y Remiro sacó una mano portentosa y hasta casi sobrenatural, porque fue una acción de intuición al tener un mar de piernas por delante para, no contento con eso, levantarse como si tuviera un muelle y salvar el remate del rechace de Larin. El canadiense, que fue con el Valladolid el verdugo realista en su última derrota en Anoeta, seguro que tendrá pesadillas con el navarro.

La primera opción de Barrenetxea llegó en un saque largo del meta, pero no encontró portería con Rajkovic descolocado. La grada se preguntaba cuándo se iba a poner serio Imanol para dar entrada a Kubo. El nipón salió en el minuto 60. Lo hizo andando y colocándose el pantalón bien, como hizo en su día Messi en este mismo escenario. Solo cuatro minutos después, en una arrancada excelente de Zubimendi que le buscó en la banda, Traoré le concedió espacio y tiempo para afinara su punto de mira con su corte por dentro, y el nipón sirvió un centro con música al que Brais, sin saltar, solo tuvo que poner la cabeza para alojar el balón en las redes. 

El tanto hizo daño al Mallorca. Al gallego se le fue atrás un pase un poco mordido de Aihen y, segundos después, el de Kawasaki se inventó otra invitación al gol en un servicio interior que Oyarzabal no pudo convertir en gol a la primera y cuando lo logró a la segunda, tras enviar al fondo de la red un remate fallido de Barrene, estaba en fuera de juego.

La situación parecía controlada con los cambios realistas, pero Aguirre también introdujo los suyos y el choque se convirtió en un intercambio de golpes. A Samu Costa se le fue un cabezazo a un metro de la portería después de que le asistiera con la testa, escandalosamente solo, Muriqi en un saque de esquina; Oyarzabal se topó con Rajkovic en una jugada de uno contra uno tras recibir de Barrene y después de otro saque de Remiro; Aihen casi anotó de rebote pero salvó el serbio y Kubo rozó la escuadra de libre directo. En el último minuto del tiempo reglamentario, Ndiaye rompió sin oposición por la izquierda pero se topó con el muro, Muriqi cabeceó el rechace al larguero y Aihen salvó bajo palos el remate final del propio Ndiaye. Ver para creer. Una vez pasado el peligro, había hasta ataques de risa en la grada por lo que pudo haber sido, pero no fue.

Otro 1-0 más. Y que lleguen los que hagan falta. La Real ya no necesita jugar muy bien ni ofrecer su mejor versión para sumar de tres en tres. Y esa es señal de lo mucho que ha evolucionado y del crecimiento de la calidad de sus jugadores. Los que suelen ser titulares son capaces de erigirse en héroes en cualquier día. Ayer fue el turno de Remiro, ¿a quién le tocará en Lisboa? Aunque con Kubo en el campo, todo resulta mucho más sencillo… Es la estrella que brilla en nuestro jardín.