Imanol Alguacil y Rafa Benítez. Rafa Benítez e Imanol Alguacil. Los banquillos de Anoeta acogieron a dos entrenadores cuyas pizarras echan humo, atesorando ambos una capacidad táctica por encima de la media. Fue de más a menos la Real Sociedad, y fue de menos a más el Celta, quizás porque el gran mérito del técnico visitante residió en terminar llevando el partido a un contexto en el que los txuri-urdin tuvieran que utilizar dosis extra de combustible. Durante las charlas y dibujando “flechitas”, como suele decir el oriotarra, todo sale siempre a pedir de boca. Pero los planes hay que ejecutarlos luego sobre el campo, tirando de precisión técnica y de energía, y este sábado nuestro equipo no anduvo precisamente sobrado de dos ingredientes que suelen ir conectados el uno con el otro.

La puesta en escena blanquiazul resultó buena, como una semana antes contra el Girona. El Celta había empleado durante todo el verano un claro 4-4-2 ante el que Alguacil obró en consecuencia, pensando en un bloque visitante muy estrecho y al que se le podía meter mano por fuera. Así, Kubo y Barrenetxea, recibiendo libres las diagonales que les enviaban desde el sector opuesto, fueron de inicio los principales focos de peligro, sin responder a la casualidad que protagonizaran el 1-0. Benítez enseguida vio que la defensa de cuatro no le daba para defender todo el ancho del campo, así que desde el minuto 30 dibujó una zaga de cinco más eficaz para encimar a japonés y donostiarra. Consiguió controlarles, sí, pero lo hizo a costa de restar un efectivo a la primera línea de presión, y la Real lo aprovechó entonces para imponer su calidad interior. Pudieron conectar Zubimendi y Brais. Y pudo llegar así el 2-0. Lástima.

Todo cambió tras el descanso, porque el retoque previo de los gallegos pasó a resultar definitivo. En el tramo final de la primera mitad, su 5-4-1 defensivo se transformaba en 4-3-3 con el balón, adelantando la posición Fran Beltrán. Durante toda la segunda parte, mientras, el esquema de tres centrales y dos carrileros se mantuvo ya en todas las fases del juego, lo que obligó a los txuri-urdin a modificar su presión. Hasta entonces no se habían empleado apretando al hombre, y sí dejando a Barrene, Turrientes y Brais en situaciones intermedias para que Zubimendi quedara libre, como pantalla por delante del gigantón Strand Larsen. A partir de la reanudación, en cambio, tocó emparejarse en uno para uno por todo el campo, antes incluso de que entrara Pacheco (el propio Zubimendi estaba corrigiendo atrás). Se percibió rápido que escaseaban las fuerzas para realizar determinadas persecuciones, y los cambios de jugadores y de dibujo no aportaron luego ese plus que podía esperarse.

1- ANCHOS Y CON DIAGONALES: LA JUGADA DEL 1-0. Imanol esperaba un Celta ordenado en 4-4-2 y muy estrecho para tapar el juego interior realista. Acertó con el vaticinio y también con la solución. Abrió mucho a los extremos (de ahí la apuesta por Barrene y no por Oyarzabal), dio altura a los interiores (Brais) para fijar la atención de los laterales (Manu), y apostó por diagonales al extremo del lado opuesto, que quedaba libre (Kubo).

2- CONECTANDO POR DENTRO TRAS EL AJUSTE RIVAL. La pausa de hidratación de la primera mitad sirvió a Rafa Benítez para retrasar a Fran Beltrán en fase defensiva y dibujar un 5-4-1 que en ataque se transformaba en 4-3-3. Con línea de cinco, el Celta vigiló más de cerca a Kubo y Barrene, pero mermó la presión en el carril central. La Real lo aprovechó para conectar más fácil con Zubimendi, quien encontró en varias ocasiones a Brais a la espalda de la medular rival (imagen).

3- APRETANDO A PARES TRAS EL DESCANSO. De cara a la segunda parte, el rival terminó de ajustarse con la entrada de Aidoo y apostando, ya tanto en defensa como en ataque, por ese dibujo de tres centrales y dos carrileros. La Real, que de inicio presionó con una especie de 4-4-2 en rombo mediante el que mantenía un cinco contra cuatro atrás, pasó a apretar a pares con Zubimendi corrigiendo como central (imagen), pero faltó energía para emplearse así.