Tener una columna semanal durante la temporada te genera más vínculos con la gente de lo que muchos se piensan. Me pasaba hasta a mí. Yo era un fiel lector de Marca, cada vez que caían o aparecían 20 duros por mi casa me iba directo al kiosko. Por eso mucha gente que me conocía desde txiki me suele decir que pocas veces ha estado tan cantado un oficio como el mío. A mí me gusta rebatirles con el “yo en verdad quería ser futbolista”, pero con el paso de los años la afirmación ha perdido fundamento y credibilidad. Me temo que mi panza me delata. Reconozco que no podía con Julián Ruiz, el Cortador del Césped, como se hacía llamar en su columna, pero lo primero que hacía al coger el periódico era buscar su escrito para, la mayoría de las veces, encenderme hasta el punto de que, en ocasiones, me costaba leer el resto de la publicación. Que conste que con esto no estoy defendiendo una máxima falsa que impera en el periodismo y es que, mal o bien, lo importante es que hablen de ti. Disculpen, yo me bajo en esta estación. Aunque entiendo que pueda caer mal o me puedan criticar porque no paro de opinar, sólo me gusta que se hable bien de mí. Los que quieran ponerme a caldo que lo hagan por favor sin hacer mucho ruido o, al menos, sin que me entere yo. Se lo agradezco de corazón.
Son muchos los aficionados de la Real que interactúan con mis artículos. Es decir, cuando me ven, contestan y se refieren a lo que he escrito, no a lo que les digo. Y me hace mucha gracia. Javier Bontigui era un fiel lector de NOTICIAS DE GIPUZKOA. Así me lo hacía saber su hijo y buen amigo Ander. “Oye, que dice mi aita que por qué has puesto esto”. O, por supuesto, “cómo le has puesto tal nota a uno y a otro no”. Vamos, lo habitual en todas las familias, por lo que he podido comprobar desde que puntúo a los jugadores en el periódico. Pero había una cuestión que, como a mí con Julián Ruiz, le sacaba especialmente de sus casillas al bueno de Javier y era la extensión de los A por ellos: “Dile a Mikel que es demasiado largo. Que no puede escribir tanto. Me da mucha pereza leerlo”. La semana pasada, desgraciadamente en su funeral, recordé su repetido y casi desesperado consejo que me hacía llegar a través de su hijo. Prometo intentarlo, no enrollarme demasiado y estar a la altura. Echaré de menos sus puyas, don Javier. Goian Bego.
Después de una pretemporada muy dura para los periodistas y para los aficionados más apasionados del mercado, arranca la temporada antes que nunca. Cuando era niño también solía tragarme todos los domingos a la mañana los resúmenes de la liga francesa en Telefoot y me quedaba pensando que sería mucho mejor que nuestro campeonato se iniciase en las mismas fechas. Ahora que soy mayor y por fin lo hace, me parece un auténtico disparate. Me llama la atención que normalmente en los estrenos, con el paso del tiempo, guardas muchos más recuerdos malos que buenos. Imagino que será por la poca trascendencia en la clasificación. Por encima de todos, la madre de todos los desastres que nos dejó más hundidos que a los madridistas con la desgracia de Courtois, la lesión de Arconada contra el Celta en el estreno de John Toshack. Imposible empezar con peor pie en la Real, sólo comparable a mi estreno como corresponsal del As en Donostia el mismo día que ficharon a Clemente que no se hablaba con nadie del Grupo Prisa desde bastantes años atrás. Hace poco coincidimos y se lo comenté. No se acordaba de mí. Por lo que se ve, le dejé mucha huella y tal...
En la entrevista a Robin Le Normand, que ya hace tiempo que se ha convertido en uno de mis jugadores preferidos y que demuestra un cariño por la Real a la altura del de cualquier chaval nacido en Gipuzkoa, me hizo gracia porque le incidí en que “el éxito de Imanol no se podía entender sin él”, al ser su central de cabecera desde el primer día. Su respuesta, entre sonrisas, porque es mucho más risueño de lo que parece cuando juega, no tuvo desperdicio: “No, no, no… El éxito de Robin, o el poco éxito que tiene, es gracias a Imanol y a sus compañeros. La realidad es que llevamos ocho años porque en el Sanse ya estaba con él. Ha sido una de las mejores cosas que me podían pasar en el fútbol”. Un matrimonio que goza de una salud envidiable y que marca la felicidad de la Real. Todo entrenador que se precie cuenta con un jugador en el campo que ejerce de su brazo ejecutor. Yo creo que el de Imanol es Robin. Sus evoluciones avanzan de la mano desde que al oriotarra le trajeron a un joven galo del que llegó a pensar a ver qué demonios podía hacer con él.
Los dos llegaron con dudas al primer equipo, debutaron, se consolidaron y han alcanzado la gloria. Ahora quieren más, porque su ambición es eterna. Fuera les desean y les plantean propuestas millonarias, pero ni se inmutan, porque saben que como mejor les van a ir las cosas es teniéndose el uno al otro. Un guipuzcoano y un bretón juntos compartiendo un mismo amor. La Real. Con gente como ellos, el presente y el futuro están garantizados. Arranca un viaje alucinante que promete emociones fuertes. El de la quinta temporada en la máxima competición de clubes. Y subiendo. Nos deben un título con la afición en la grada, que no lo olviden. Yo lo recuerdo, por si acaso. ¡A por ellos!