La Real volvió a perder en San Mamés. Lo hizo con justicia y sin discusión tras encajar dos goles de Iñaki Williams, uno en cada parte, que certificaron la manifiesta superioridad local durante la mayor parte de los minutos. Los realistas completaron una primera parte vergonzosa, con un rendimiento y una intensidad muy alejados de lo que exige un derbi, y su reacción después del descanso se quedó en nada por su asombrosa indolencia de cara a puerta. Esta vez al menos evitó otra sonrojante goleada como la del año pasado, aunque su nivel estuvo a años luz del supuesto candidato a la Champions que ayer visitaba el estadio de su eterno rival. Como sucedió frente al Villarreal, los blanquiazules dejaron pasar otra oportunidad inmejorable para darle un golpe de efecto maestro a la carrera por acabar entre los cuatro primeros, con el consiguiente comodín de la confianza que le hubiese otorgado un éxito en Bilbao.

La derrota merece una reflexión, porque con lo que nos gusta mirarnos al espejo y recordar lo guapos que somos y que nuestro proyecto es el mejor y el referente de Euskadi, no puede ser que se convierta en una tradición visitar San Mamés y regresar con el rabo entre las piernas. Otro tren que se escapa y, a falta de nueve jornadas, todavía quedan por delante estaciones muy exigentes que van a poner en jaque la fiabilidad de los de Imanol. Iñaki Williams, que probablemente se encuentra en el mejor momento de su carrera, selló el triunfo para un Athletic que, si no llega a ser por el mazazo del gol de Ibáñez que le dejó sin la final de la Copa, sería reconocido como uno de los equipos más en forma del campeonato. Lo cierto es que ayer tampoco tuvo la necesidad de ofrecer su mejor versión para imponerse a una Real que sigue perdiendo fuelle como visitante en esta segunda vuelta del campeonato. En un derbi está prohibido regalar 45 minutos por no enterarse de lo que va la historia, recibir un tanto en una contra en un saque de esquina a favor, encajar otro a balón parado, una vez más, y perdonar las ocasiones que se fallaron en plena resurrección, que acabó quedándose en nada por las pifias de Sorloth y Barrenetxea. En ambos casos fueron tan flagrantes que la afición local las celebró como si hubiesen sido el tercero y el cuarto gol. Y punto final.

Imanol apostó por dar continuidad a su idea de las últimas semanas. Los dos únicos cambios en el once fueron los regresos de Zubeldia y Zubimendi, que se perdieron la cita ante el Getafe por acumulación de amonestaciones. Por su parte, Valverde dio la gran sorpresa al decidirse por Capa, quien hasta la fecha había participado solo en 33 minutos en toda la temporada, como sustituto del castigado De Marcos.

La noticia negativa de la primera parte fue que no compareció la esperada Real. Los blanquiazules llegaron tarde en casi todas las acciones, perdieron infinidad de duelos, actuaron con mucha menos agresividad que los locales y, lo que es peor y fue lo más grave, no jugaron a nada. Ni actitud de derbi, ni de revancha por el 4-0 ni nada que se le pareciese. Una Real menor, previsible, sin inspiración, fallona y superada durante gran parte del primer acto por unos anfitriones a los que tampoco les hizo falta mostrar una gran versión para superarles. Con sus estrellas atascadas, sin ideas y anuladas por la buena presión rojiblanca, materia en la que pocos le superan. La consecuencia es que al descanso se marcharon con un 1-0 que incluso hubo que dar por bueno al no haber tenido ninguna ocasión clara de marcar y erigirse Remiro en el mejor txuri-urdin con dos grandes paradas.

El balón pudo haber golpeado en el brazo de Williams antes de su remate. N.G.

Con todo lo dicho, que no es poco, lo más grave e imperdonable es que volvieron a encajar un tanto a balón parado en una jugada que la conocen hasta los equipos benjamines de otros continentes. Saque de esquina al primer palo, prolongación de Mikel Vesga, a quien no es fácil ganarle el salto porque es muy alto y ataca muy bien el balón, y en el segundo palo Iñaki Williams, el mejor sobre el campo, anota tras un extraño control que le permitió sentar a un Aihen que se precipitó y acabar batiendo a Remiro desde muy cerca. Aunque los realistas protestaron mucho la acción y el VAR aparentemente se pasó un buen rato analizándola, lo cierto es que, al menos en las imágenes que emitieron ayer, no hay certeza de que la pelota le tocase o rozase el brazo, lo que hubiera supuesto su anulación.

Y eso que la aproximación más peligrosa de los blanquiazules fue la primera del encuentro, en un centro de Gorosabel que Brais cabeceó fuera. A los catorce minutos llegó la primera aparición de Iñaki que vio como su intento de disparo lo cortó de forma milagrosa Zubeldia. En el 26’, Merino perdió una pelota incomprensible, y Sancet asistió esta vez al hermano pequeño, quien se topó con una mano espectacular de Remiro. El siguiente en probar suerte en el show Williams fue el mayor, pero el de Cascante despejó a saque de esquina su disparo. Poco después llegó el tanto en un despiste incomprensible de Aihen que debió encimar mucho más a Iñaki en una acción que vimos intentar e incluso explotar con gol en reiteradas ocasiones durante la vuelta de la semifinal frente a Osasuna.

Imanol movió ficha en el entreacto y acertó al dar entrada a Aritz para cerrar su banda, que lo hizo, y a un Barrenetxea que fue el realista de campo más inspirado al confirmar que cada vez está mejor y con más confianza. La intención del oriotarra al pasar a jugar con dos extremos fue hacer sangre en la banda de Capa. El donostiarra no tardó en crear peligro y, tras combinar con Silva y al segundo intento, se topó con una buena mano de Simón, quien también tapó el rechace a Kubo. En el minuto 55 llegó la otra acción polémica en una mano de Vesga que debió ser castigada con penalti al tener ambos brazos en el mismo lado, en posición antinatural y encontrarse dentro del área. El resultado era 1-0, que conste en acta, porque no se entiende la posterior omisión por parte del VAR.

Golpe definitivo Valverde se dio cuenta que tenía que modificar algo y sellar su flanco derecho y lo hizo con la entrada de Vivian. A la Real le empezó a costar más llegar y Sorloth no cazó dos balones que un killer no hubiese desaprovechado jamás. En el minuto 69, en una contra, Raúl García sirvió un balón espectacular para la carrera de Iñaki, que, ante la permisividad de Le Normand, golpeó con fuerza para superar por segunda vez a Remiro. Es cierto que el balón entra por su palo, pero lo hace con mucha fuerza y altura. El 2-0 era el golpe definitivo.

Barrenetxea, de falta y en un remate completamente solo y sin oposición, y Sorloth, a dos metros de la portería tras otra buena parada de Simón a Cho, desperdiciaron la posibilidad de volver al partido.

Y se acabó. Otro regreso triste y agrio de Bilbao. El derbi fue una chinita demasiado incómoda en el objetivo mayor de entrar en la Champions, pero también acabó siendo la prueba definitiva de que la temporada se le está haciendo larga a este equipo. Y que fuera ya no es el de antes. No queda otra que pasar página, esperar a que se cicatricen las heridas y pensar en ganar al Rayo. A la Real le faltó de todo para cosechar otro éxito en un derbi. Y así es imposible.