Ahora sí que sí. Tiempo de oporrak. Quise escaquearme de este beaterio, pero al leerme el pasado jueves, el redactor jefe preguntaba, con carita de pena, si les iba a dejar tirados en esta cita con el Cazalegas. Estaba tan compungido el pobre que le prometí una historia más allá del partido, del resultado en tierras de Talavera. Pensé que era un buen momento para reivindicarse. Y nada mejor que hacerlo con Mikel Merino, un jugador de rompe y rasga. Le valoro y le aprecio. Todo comenzó un 8 de noviembre de hace tres años cuando aceptó compartir una hora de radio. Aquella era la primera vez que nos vimos y hablamos. Contó parte de su vida. Desde el día en que salió de casa con 18 años camino de Dortmund, hasta el momento aquel en el que había aceptado la propuesta de la Real. En Alemania no lo pasó bien. Incluso, un día que iban a jugar Champions frente al Mónaco en cuartos de final, sufrieron un atentado. Al paso del bus estalló un artefacto. Afortunadamente, no sucedieron grandes cosas. Era muy joven en medio de un vestuario plural en razas e idiomas y con un entrenador que no le ayudó en demasía. Necesitaba alguien cerca y le pidió a un amigo que se fuera a vivir con él. De Tuchel a Rafa Benítez, porque su siguiente destino fue Newcastle. Las brumas británicas no le ayudaron a disipar las dudas razonables que le perseguían. La madurez física y la mental no van siempre de la mano y es necesario tenerlo en cuenta.

En esa rotonda llena de cruces apareció entonces una posibilidad. O varias. Eligió a la Real Sociedad. Entendió que era el mejor lugar para sentirse a gusto, respetado y querido. El vestuario le acogió, como tantas otras veces, con las manos abiertas y le ayudó a salir a la superficie, a flotar y coger aire después de la inmersión. Él respondió con sus virtudes futbolísticas, las que conocemos. Reconoce que es muy competitivo y que no le gusta perder a nada. Ni siquiera al parchís con sus hermanos o con su novia. Aguanta las chanzas de sus compañeros que pronto le llamaron “Michael”, porque le encanta la NBA, vestir con ropa ancha, el hip hop y demás concomitancias norteamericanas.

Esas y otras cosas se tradujeron en una frase inolvidable. “Donde eres feliz, quieres estar”, afirmación que coincidió con la renovación de su contrato hasta 2025. Es un individuo serio y comprometido. Pocos jugadores habrán recibido, tantas veces, tantos halagos de su entrenador. A Imanol no le han dolido prendas y ha empujado a Mikel siempre en la buena dirección. En este tiempo se ha ganado a pulso el reconocimiento interno y externo, hasta el punto de ser uno de los capitanes del equipo. ¡Qué atrás quedan los tiempos de zozobra y soledad!

Hoy es un grande, un referente. Muchos le conocen por un alias, El Conde, aunque su fútbol no sea de petimetre. Se calza los borceguís, se ajusta las espinilleras y salta al campo dispuesto a todo. Muy evangélico en su juego, dar y recibir, es un futbolista que ni se arredra, ni se esconde. Estará mejor o peor, pero da la cara en todo momento, incluso cuando juega con dolores suficientes como para que no sienta ni el gozo, ni el consuelo. La Real puede presumir de un jugador como la copa de un pino. Nadie le ha regalado nada.

Esperaba verle en la lista de los elegidos para Catar. ¡Vete a saber las razones de su ausencia!, pero la unanimidad es absoluta. Merecía con la gorra vivir esa experiencia. Sé de sobra que una cita mundialista engrandece el curriculum del jugador y, estoy seguro que le apetecía esa andanza, algo aventurera por el lugar en que se va a desarrollar. Afortunadamente, es joven y llegarán otros momentos en que, las personas que decidan entonces, contarán con su inestimable concurso. Espero que no deje de creer en él. En estas circunstancias cabe decir lo mismo de los Zubimendi, Brais, Oyarzabal (cuando esté recuperado) y cuantos otros futbolistas sigan la progresión que llevan.

Estos días, en que este asunto es tema de conversación, existe una parte más pragmática. Es mejor que no vaya nadie. Ya acude Take Kubo que representa al club y asunto terminado desde esa perspectiva. Muchos, de dentro y de fuera, prefieren que los jugadores descansen, se recuperen del palizón que lleven y que dejen de andar a gatas, que ya son mayorcitos. Y viendo lo que queda por disputarse, jugar amistosos contra el Anderlecht y demás, no causará mayores perjuicios.

Existe otro riesgo añadido. Un Mundial es un escaparate de futbolistas y como hay clubes que manejan pasta a borbotones, cualquier presidente, jeque, príncipe o propietario se puede encaprichar de éste o aquél. Recordemos cómo se marchó Asier Illarramendi en 2013, después de ganar el Europeo sub-21. No había pasado un mes desde el triunfo, cuando los clubes acordaron el traspaso y el de Mutriku firmó por seis temporadas en la Castellana. Por lo tanto, nubes y claros en las decisiones del seleccionador, al que le esperan semanas ardientes. Las escopetas están cargadas de munición, cartuchos de sal que apuntan a las nalgas.

No creo que los muchos futbolistas afectados sean quienes las disparen. En muchos sitios existe indignación por la lista. Echan en falta a Sergio Canales (otro chaval encantador), Joselu Darder, Iagos Aspas, Iñigo Martínez (creo que no es peor central que alguno de los que van), Álex Moreno y todos aquellos que os gusten y elegiríais para este evento. Esperan semanas de corazas, adargas y pastillas de aguantoformo.

Apunte con brillantina: como os podéis imaginar, voy a disfrutar de unas jornadas de asueto. No me busquéis en Catar. Dudaba entre un crucerito por el Caribe o el Camino de Santiago para recorrerlo en un tramo considerable. Como la diferencia de precio es considerable y nos dicen que ahorremos, opto por la vía más cercana. En coche, claro, que, llegando el invierno, por esa ruta hace frío, rasca bastante, y no estoy dispuesto a coger un catarro. Bon voyage! l