El límite estaba en Valladolid. Porque es un estadio que no se le da nada bien a la Real, enfrente tenía a un rival que supo cómo jugarle y buscarle las cosquillas y el nivel de agotamiento con el que se presentó al duelo era casi insuperable. El destino fue cruel, porque en plena economía de guerra, en la que hubo que dosificar esfuerzos de jugadores vitales para evitar que también cayeran lesionados, los realistas vieron cómo les sacó de quicio un colegiado de pandereta, que les anuló dos goles y perdonó la tarjeta roja a Javi Sánchez. El primero de los tantos fue por una falta discutible de Zubimendi y el segundo por un fuera de juego por milímetros de Karrika. Lo peor no fue eso, sino su incapacidad para pasar inadvertido y permitir el desarrollo normal del juego. Con esta gente poco se puede hacer. Yojo, que los pucelanos hicieron bastantes cosas bien para imponerse a la Real y no se puede discutir que, aunque generaron menos ocasiones y se vieron sometidos mucho tiempo, su triunfo fue justo. Al César lo que es del César. 

Imanol decidió esconder sus cartas y demoró el anuncio de la convocatoria hasta una hora antes del comienzo del encuentro. Era vox populi que Sorloth no había entrenado, lo que le convertía en seria duda, por lo que, en los tiempos que corren, imaginamos que Pacheta mandó ayer a uno de sus colaboradores a la llegada de la expedición para confirmar si faltaba uno grandullón. No era complicado descubrirlo, pero, bueno, si se lo pasan bien jugando al escondite y ocultando información a todo el mundo (su afición incluida), allá ellos… El caso es que el gigante no estaba, de manera que la Real se presentaba en Pucela sin Oyarzabal, Barrenetxea, Cho, Sadiq ni Sorloth. Casi nada. Es decir, con la delantera muy tocada y bajo mínimos. El oriotarra optó por dar entrada a Carlos Fernández desde el inicio por primera vez en Liga desde su lesión y a pesar de que la víspera declaró de nuevo que no estaba para jugar noventa minutos. En el resto pocas sorpresas. Zubeldia y Le Normand regresaron al eje de la zaga, con Gorosabel y Rico en las alas, con el intocable rombo mágico por delante y Kubo como acompañante del sevillano. Un once reconocible y con posibilidades de alcanzar la novena victoria.

La primera parte estuvo marcada por un arbitraje lamentable de Figueroa Vázquez, que se equivocó todo lo que pudo y la lió aún más con sus flagrantes errores. A los diez minutos, Brais fue trabado cerca del área local en una falta imposible de no ver y el colegiado, a un metro, dejó seguir con tan mala suerte de que en la contra Remiro se tragó el centro de Monchu despistado por la presencia de Weissman. El VARretrocedió y anuló la diana por la falta inicial. Es decir, si el colegiado hubiese hecho lo que tenía que hacer se habría ahorrado un embrollo inneceserio. Son tan malos que parecen masocas. 

El libre directo lo ejecutó el gallego y la pelota se marchó a córner cerca del larguero. En el saque de esquina, Carlos empaló alto el centro de Brais. En la jugada siguiente, León exploró la espalda de Le Normand, quien, incomprensiblemente, se medio frenó señalando a Remiro que la pelota era suya y el andaluz, además de ganarle el choque al irreconocible galo, la clavó en la escuadra. Otra vez por debajo. Mal lugar para ir a contracorriente (por cierto, ninguna imagen confirma con nitidez que la posición del goleador era legal).

Desde ese momento la Real se hizo con el absoluto control del juego, aunque el Valladolid se encontraba cómodo agazapado y saliendo como balas a la contra. Brais volvió a intentarlo desde lejos, pero atrapó Masip, que también sacó una buena mano en un centro de Kubo. 

Silva, al que le salió todo mal, perdió un balón que acabó definiendo Weissman tras un desmarque fantástico, pero su chut lo salvó, esta vez sí, de forma milagrosa Remiro. En los minutos finales la Real intensificó su ofensiva. Carlos cabeceó alto un centro de Gorosabel, Brais recogió un rechace, aunque se le escapó el disparo, Kubo ensayó con su fusil zurdo en un tímido remate, Carlos de nuevo se topó con Masip hasta que llegó el colofón del inhábil trencilla, que, además de ser un incompetente de manual, demostró ser gafe. Zubimendi entró a Óscar Plano en la medular antes de que Brais asistiera a Kubo, quien, ahora sí, lanzó un obús que se coló cerca de la escuadra. El saboteador del duelo tuvo que volver a acudir a la pantalla y regresar sin sonrojarse explicando que “era lo mismo”. Hombre, lo mismo, lo mismo, no era. Al menos, no tan evidente. Pero, bueno, esperábamos un partido auténtico, de verdad, y nos encontramos con una patética tragicomedia arbitral. Es lo que hay y en lo que han convertido un deporte que era un invento maravilloso con sus fallos. 

Nada más reanudarse el juego, Figueroa (por cierto apasionado bético confeso, por comentar) señaló una falta de Javi Sánchez a Carlos sin el balón de por medio y, como comprobó que ya tenía una amarilla, decidió perdonarle la expulsión. En fin... Al sevillano se le escapó otro centro con música de Brais y, unos minutos después, Zubeldia salvo bajo palos un remate de Aguado.

Los cambios bajaron claramente el nivel de la Real, pero se supone que no había más remedio. Era una cuestión de urgencia médica, un más vale prevenir. Mención especial para Pablo Marín, que cuajó un debut sensacional. Hizo todo bien, hasta fabricar el empate, pero la rodilla de Karrikaburu estaba en fuera de juego. Escudero y Plata habían estado cerca del segundo, Navarro se fabricó un buen chut, Remiro salvó un córner directo de Monchu, Feddal erró a puerta vacía y Zubeldia en el descuento vio cómo su disparo en posición franca lo desviaba a córner un defensa.

Se acabó lo que se daba. Tampoco íbamos a creer que la Real ganaría todos los encuentros. Aunque duelan los dos goles, por culpa de la basura del VARque se está cargando el fútbol de verdad que engrandecen figuras como Imanol y Pacheta, los realistas murieron con las botas puestas. Dándolo todo y atacando, a pesar de que el equipo parecía al final el Sanse, que sí se llevó los tres puntos de Zorrilla el año pasado. Borrón, a Valladolid ya no volvemos este año, y cuenta nueva.