El partido que ha pasado a una de las noches europeas memorables de la Real estuvo a punto de no existir. La muerte de la reina Isabel II dejó en el aire durante unos minutos la disputa de un encuentro en el que el proyecto realista quería dar un paso adelante. Al final hubo fútbol.

Fue un día muy raro. Lejos de la parafernalia de las noches europeas. Sin himno de la Europa League y con la publicidad de la U que rodea el terreno de juego apagada, el partido pudo parecer el homenaje a Steve Coppell, la primera visita de la Real a Old Trafford. Año 1986, Margaret Thatcher era primera ministra e Isabel II sumaba 34 años de reinado.

Aquel día López Ufarte marcó el primer y último gol de la Real al United hasta el penalti de Brais Méndez. Ni en el doble duelo de la Champions (1-0 en Inglaterra; 0-0 en Anoeta) ni hace dos temporadas entre Turín (0-4) y Old Trafford (0-0).

Año y medio después de aquella aciaga noche del exilio italiano, la víspera de que se cumplan 15 años del triunfo del Poli Ejido en Anoeta, la Real asaltó el mítico campo inglés con una lección de fútbol dividida en dos mitades ya descritas y con cerca de 2.000 seguidores suyos en la grada.

El minuto de silencio y los brazaletes negros por parte de ambos equipos recordaban que no era una noche cualquiera. Los realistas también se sumaron a las condolencias y dieron el pésame al pueblo británico.

En el césped, la Real empezó a cerrar la brecha que su afición tiene entre lo que cree que su equipo es capaz de hacer las grandes noches y lo que termina haciendo. Como en el partido de vuelta contra el Leipzig. Enfrente, la prensa mancuniana lamenta el penalti que el VAR no mandó revisar y aún se pregunta por la disparidad de criterios entre la Liga local y la competición europea. Nada nuevo. La afición realista tiene un nombre, el de Marco di Bello, que apuntar en la lista europea contraria a la negra que encabeza Bruno Galler.

Sin tiempo que perder en debates arbitrales que en otras latitudes se alargarían semanas, en Manchester pocos entendieron los cambios que introdujo Erik Ten Hag en un equipo que encadenaba cuatro triunfos. No hubo explicación del entrenador, porque tampoco hubo rueda de prensa en señal de respeto y de duelo. No obstante, Samuel Luckhurst explica en el Manchester Evening News que “tampoco parecía una rotación imprudente” cuando el valor del once titular del United ascendía a casi 400 millones de libras.

Enfrente, sin embargo, esperaba un equipo que vale un Potosí y al que le hacen especial ilusión las noches de los martes y miércoles, pero también le hacen las de los jueves. Al United, no. “El fútbol de los jueves por la noche puede ser bastante escaso para un club de la talla del United, pero la fase de grupos es una obligación y cuanto antes termine, mejor”, resume Tyrone Marshall en el mismo diario, confiando en que superada esta parte de la Europa League, llegue lo bueno: “Es en febrero cuando realmente debería empezar a crecer el interés”.

La Real no puede esperar a febrero. Se la sigue jugando en la Liga, que es la que da de comer, pero su crecimiento como proyecto, más que en una gran y rara noche en Manchester que casi no se celebró, se medirá contra el Sheriff Tiraspol y el Omonia Nicosia. Rivales contra los que casi siempre se escapaban empates y puntos. Los siguientes pasos ya esperan a la Real.