En tiempos de canícula, no hay sombras suficientes para protegerse. Nosotros nos quejamos sobre todo porque la humedad de nuestro clima provoca unas sudadas que los ronchones de Camacho en el Mundial de Japón y Corea son una manchita comparados con los de nuestras vestimentas, pero lo del sur es otra liga. Recuerdo un viaje a Córdoba en plena ola de calor fuerte con temperaturas que superaban los 40 grados. Nuestro cicerone era mi añorado Alex Gortazar, un donostiarra que vivía en la preciosa ciudad de la mezquita con su esposa Almudena. Hablamos por teléfono al mediodía y cuando me preguntó a ver cómo quedábamos, le dije que a las 18.00 horas. Casi le da un ataque de risa y, contagiado por el salero andaluz, me replicó: “Mikel, a esa hora no están puestas ni las calles porque se derriten. ¿Estás loco? ¡Aquí no sale nadie antes de las 20.00 horas!”. Imposible no acordarme de esta anécdota, cuando la Real empieza la Liga en Cádiz a las 17.30 horas en pleno mes de agosto, y del bueno de Alex, al que una maldita enfermedad nos lo ha arrebatado este verano. Un periodista que ejerció de txuri-urdin en una redacción de una de las grandes portadas de Madrid, tal y como me lo han comentado varios de sus compañeros de Marca, que no daban crédito a la horrible noticia. Me recordó a cuando una vez Kovacevic marcó el gol del triunfo ante el Sevilla en Anoeta, que dio pie a una foto memorable que publicó MD con Aranburu y el serbio celebrándolo. Era un encuentro angustioso y di una voltereta por el suelo. Tomás Roncero, que era mi jefe, no pudo reprimir un ataque de risa y exclamar sorprendido: “Es que tú eres muy de la Real, eh”. Pues claro, como tú del Madrid como mínimo. Y a mucha honra. 

El gol de Alex

Cuando me enteré de que se encontraba en paliativos de vuelta en su casa, le escribí y me mandó unos mensajes que jamás olvidaré: “A ver si se da un gol de Zamora en el descuento que sería el mejor regalo y el milagro que pueda tener”. Tan conmovedor como emocionante. La Real como forma de vida. Nada más pasional que utilizar símiles de la historia txuri-urdin para aplicarlos a nuestra existencia, aunque en este caso, desgraciadamente, fuese más bien a nuestra supervivencia. Los inicios siempre son oportunidades. El fútbol tiene ese incierto factor del azar. De estar en el momento adecuado en el lugar indicado. Siguiendo con las comparaciones relacionadas con la rutina realista y con personas queridas, me acuerdo de mi apreciado y extrañado compañero de colegio también fallecido Jorge Totxo. Este era uno de los mejores estudiantes de mi clase, con un comportamiento intachable, pero tuvo la mala suerte de que entre una clase y otra no se dio cuenta de que había llegado el profesor al que le llamábamos de forma despectiva como El Perro: “¿No está el perro todavía, no ha venido aún?” y lo tenía a su espalda. Aparte del susto de campeonato que se llevó, creo recordar que le expulsaron un mes del colegio (igual exagero de lo fuerte que me pareció). Nunca sabes lo que te puede deparar la diosa Fortuna a la vuelta de la esquina, lo importante es estar preparado para cuando llegue tu oportunidad, como siempre ha funcionado nuestra Real (moraleja invertida, siempre positivo, de lo que le sucedió al pobre Totxo). 

Los donostiarras arrancan la Liga sin su gran estandarte Mikel Oyarzabal. Lo digo porque parece como si no tuviera importancia y es uno de esos futbolistas que fusionan su rendimiento con unos incalculables intangibles, lo que les convierte en insustituibles. Cuentan que una de las grandes debilidades de Van Gaal fue el finlandés Jari Litmanen, hasta el punto que hace no mucho declaró en una entrevista con la vehemencia que le caracteriza: “Toda mi carrera he estado buscando una imitación de Litmanen. Desafortunadamente nunca encontré a nadie parecido. Lo adoro”. A Imanol seguro que le sucede igual. 

Tres fichajes, de 18, 21 y 25 años, sin mucho gol ni demasiado físico (dos debes el pasado curso) y la nada desdeñable inversión superior a los 30 millones de euros, a los que hay que sumar el definitivo ascenso de cinco jugadores del filial. Un dato este último sin parangón ni en Primera ni en Segunda. En mi opinión, la Real cuenta con un equipazo, lo cual no quita para que su apuesta sea cuanto menos arriesgada, sobre todo si no llega un sustituto de Ryan. La competencia en los puestos europeos es feroz y no todos los veranos aplicas un cambio de ciclo en el que das la friolera de 22 bajas, 23 si contamos a Xabi Alonso, en tus equipos profesionales. En tiempos de bonanza como los que vivimos, en los que la Real se ha instalado, quién sabe si para siempre, en la zona noble de la Liga, no me parecería justo desconfiar. La única lógica en consecuencia a los éxitos cosechados por este proyecto es el convencimiento de que este va a ser un gran año y lo vamos a disfrutar en Anoeta. 

A pesar de que era la última de sus intenciones, en su desgarrador mensaje, Alex me contaba lo siguiente: “Ayer al bajar en ambulancia del hospital, pensaba que muy probablemente no podré volver a celebrar un gol de la Real en el campo, aunque desde arriba no dejaré de animar. Me quedan muy pocos abrazos de gol. No te lo vas a creer, pero cuando ganamos la Copa me tiré al suelo a llorar de la felicidad. Y en se momento pensé, ya me puedo morir tranquilo”. Solo le dieron un miserable año más de prórroga. Por Alex, Totxo y los que no están. Imagino que todos tendremos a nuestros propios recordados que nos conmueven el alma. En muchos campos se solía guardar un minuto de silencio en el primer partido por los socios fallecidos, no me parece una mala idea para Anoeta. Y a vivir que son dos días y a celebrar cada gol de la Real, no porque sean pocos como el año pasado, sino porque no hay mejor filosofía que el Carpe Diem. Sobre todo cuando nuestro equipo se ha convertido en un referente y en la envidia de la gran mayoría. Con la ilusión por bandera. Festejemos a lo grande y miremos al cielo para que la fiesta sea completa. Este equipo promete. Arrancamos en Cádiz. ¡A por ellos!