¿Vive solo en Donostia?

Sí, siempre lo he hecho así. En Zaragoza, en Leganés, en Inglaterra y aquí también.

¿Mucho contraste entre la capital guipuzcoana y Bournemouth?

Sí, la vida en Donostia no tiene nada que ver con la de Inglaterra, aunque Bournemouth puede salirse un poco de los clichés. Es la ciudad con mejor clima de Gran Bretaña, allí estudian muchos universitarios, hay una playa...

¿La disfrutó?

¿La playa dices? Sí, además en mi primer entrenamiento con el Bournemouth. Llegué y la víspera habían jugado un amistoso, así que tocaba sesión de recuperación. La hicimos a orillas del mar.

Supongo que ahora recibe más visitas que durante sus años en las islas.

Mis padres trabajan y desde que fiché por la Real me tienen a apenas dos horas, cuando antes estaba a ocho. Imagínate. Este fin de semana, aprovechando que jugábamos el sábado en Anoeta y que hacía buen tiempo, han andado por aquí haciéndome compañía.

¿Y usted hace muchas escapadas a Burgos?

Sí, esa es otra ventaja. Muchas veces, cuando el míster nos concede un día libre, cojo el coche después del entrenamiento, llego para comer con mi familia y paso el fin de semana en Burgos con ellos. Pero si me quedo en Donostia tampoco me aburro, porque en el equipo tenemos un ambiente muy majo y siempre surgen planes: una comida, una cena, un café...

¿Me enseña ese tatuaje del brazo derecho?

(Muestra una imagen suya con su hermano Javier, que posee una discapacidad, subido a la espalda y la inscripción You’ll never walk alone).

Vamos a poder montar un buen filial con los hermanos de los futbolistas...

(Risas) El de Cho, el mío... Desde el día en que fiché por la Real, Javier anda siempre con su chándal y su gorra. Es muy txuri-urdin, igual que ha sido de todos los equipos en los que he estado. Para mí, la familia es lo primero. Yo les pongo por delante de todo lo demás. Son los que están ahí en los malos momentos, y no solo cuando llegan los buenos.