ino Bravo fue un cantante valenciano que falleció en un accidente de tráfico en pleno éxito, cuando sus discos se vendían por miles. Ignoro si le gustaba el fútbol, si sus quereres eran más valencianistas que levantinistas, o al revés. Son inolvidables muchas de sus canciones y sus letras. Hoy traigo aquí una de sus obras más conocidas. ¡Un beso y una flor! Los besos se los dan los deportistas cuando celebran un gol, rectifican un error de un compañero, celebran un cumpleaños o saludan a la amona cuando van de visita.

En cambio, la flor es exclusiva de los entrenadores. Algunos suelen regar muy bien el jardín. Ni están mustias, ni se les caen los pétalos. Antes bien, destacan en todo su esplendor en momentos de gran trajín mediático. A Zinedine Zidane le lucían las dalias, los nardos, las gerberas y los narcisos. Debió dejar en el asiento del Bernabeu, al marcharse, un bote de abono especial, unas tijeras para podar y una hermosa cantimplora con agua milagrosa. A lo visto, Ancelotti agradeció el detalle y sigue a pies juntillas lo que estaba escrito en el papel testamentario.

Solo así es explicable la racha de remontadas de un equipo que viene resoplando desde hace tiempo y que a base de milagros sigue dando pasos al frente. Ha ganado la Liga muchas semanas antes de lo previsto y son demasiados puntos de diferencia sobre el resto de aspirantes. El camino está plagado de afamados técnicos a los que les sonríe la fortuna con exceso. No voy a caer en la tentación de escribir nombres, pero seguro que en alguno coincidíamos. ¿Es Imanol uno de ellos? Sinceramente, creo que a día de hoy, no. Creo que lo suyo no va de podar rosas, ni remover la tierra para plantar rododendros y tulipanes.

Estamos cada vez más cerca del final de temporada. Todo pendiente de resolución. El equipo afronta partidos de un modo que podía ser bien diferente. El triduo del Rayo Vallecano, Levante y Cádiz es analizable desde dos sensaciones ópticas. Una, si los tres hubieran resuelto sus problemas antes de jugar contra el cuadro txuri-urdin el punto de partida era otro. No es lo mismo haber vendido el pescado que esperar a que llegue en los camiones frigoríficos. Los de Iraola no estaban salvados: el Levante, más angustiado, se aferraba a un clavo ardiente después de unos meses complejos.

Finalmente, el Cádiz llegará a jugarse el todo por el todo como si fuera una final. Las dos últimas citas, ante Villarreal y Atlético de Madrid dependerán tanto de lo que haya en juego entonces. Es imposible hacer conjeturas a estas horas. Lo que parece claro es que no se disputan más que finales, como en la oca, una tras otra. Es trascendental ganarlas y para ello es obligatorio marcar goles y recomendable no encajarlos.

Si te atienes al primer tiempo de ayer, es justo lo contrario. Le pegas al palo más que en el beisbol, haces internacional al meta contrario y cometes errores impensables en la zona de conflicto. Pudo ser milagroso que al descanso se llegara con un empate sin goles. Fue enorme la cantidad de ocasiones en las dos áreas. Si no es por Remiro, más de un caracol se había colado en la meta guipuzcoana. Errores de concentración y de puntería, porque el Levante debió pellizcarse antes de comprobar que no perdía en el intermedio. De estos partidos hemos visto tantos que los muelles de los sofás de cada casa andan por tiempos. No quiero imaginar qué pasó en la segunda parte, qué nivel de jaculatorias sonaban en los domicilios ante la serie de cataplasmas que se sucedían sobre el terreno. Para no perder alguna vieja costumbre, se encaja un gol y toca remar contra corriente. Se acelera el motor, se juega más rápido y se nivela la contienda. Vas a por el rival con más entusiasmo o necesidad. El renovado Silva marca de cabeza y pone las tablas en el marcador para que el gol de Miramón dejara de ser tan decisivo. Volver a empezar, pero con esperanza. O eso quieres creer.

Nos convertimos en teresianas: "Vivo sin vivir en mí y tan alta vida espero que muero porque no muero". Otro remate al larguero, las oportunidades perdidas y un penalti, muy riguroso, que se discutirá lo que haga falta y sea necesario. Lo marca Melero y te quedas con cara de bobo. O espabilamos o espabilamos. Ese colchón con los equipos que vienen por detrás se ha convertido en edredón y a día de hoy cualquiera se pone a hacer cálculos. Lo que está claro es que el asunto no está ni para besos, ni para flores.

Las tarjetas amarillas de Le Normand e Isak impiden su presencia el próximo jueves ante el Cádiz. Pendientes de otros resultados, los gaditanos llegarán con la misma necesidad que el último verdugo. Y si quieres jugar competición europea la próxima temporada no sirve nada que no sea ganar. Imanol cree en su gente. Después del partido de Vallecas señaló que hubo jugadores que no hicieron lo que debían. Es probable que tras esta derrota acuñe de nuevo la frase y que todos, como comentaba Mikel Merino al concluir la contienda, hagan autocrítica. Me parece necesario, si ofrecen respuestas.

Apunte con brillantina. Cuando los partidos se disputan a las nueve de la noche, la jornada da para muchas cosas. Por ejemplo, ver un partido de tenis en el Open de Madrid. Miden fuerzas Rafa Nadal y Carlos Alcaraz. El primero, con todo el pescado vendido en su carrera. El otro, sin abrir aún la pescadería. Casi da igual. Es capaz de atender a la clientela sin mercancía. Es un portento físico y además muy competitivo. No se arredra ante nada y ante nadie. Eso, cuando acaba de cumplir 19 años, se puede calificar de prodigio. Le espera Djokovic en semifinales. ¡No me lo pierdo. Tela con el niño! l