La realidad es que, si nos ceñimos a los antecedentes del encuentro y al historial del rival que se presentó en Anoeta en buena racha, nos lo podíamos esperar. En la semana de la no fiesta de San Sebastián, en la que la única celebración estuvo en Anoeta con la meritoria eliminación copera del vigente campeón de Liga, la Real no estuvo a la altura al ser incapaz de doblegar a un pétreo Getafe que hace tiempo que abandonó la terapia alegre post Bordarás que planteó Míchel para protegerse de forma tan defensiva que recuerda al de su antecesor con Quique Sánchez Flores. Si Isak no hubiese desperdiciado un uno contra uno y no hubiera estrellado un obús con su pierna izquierda en la cruceta, la afición tampoco habría abandonado el estadio con esa sensación de desazón e impotencia. Porque para esas alturas ya se había resignado a perder dos puntos que incluso pudieron ser los tres si su visitante se lo hubiese creído de verdad en los minutos de la segunda parte en los que apareció el hombre del mazo que frecuenta las resacas de campeonato con la que compareció la Real al duelo.

No se puede discutir que, si se tienen en cuenta las oportunidades de peligro, los donostiarras merecieron llevarse los tres puntos. Pero todos somos conscientes de que este tipo de duelos son así y que, por supuesto, una victoria les hubiese venido de perlas a los guipuzcoanos antes de un nuevo parón en el mes de enero previo a la eliminatoria de cuartos de final de la Copa ante el Betis.

No era una cita fácil. Nunca lo es después de una gran batalla como fue la del Atlético de Madrid en otra competición. Imanol introdujo cuatro cambios respecto al equipo que arrolló a los colchoneros, dos de ellos obligados. Zubeldia entró en el eje de la zaga por Aritz Elustondo, Diego Rico sustituyó al lesionado Aihen Muñoz, Guridi al sancionado Mikel Merino y Rafael entró por David Silva. A pesar de que se esperaba un encuentro cerrado y con pocas florituras por la defensiva apuesta de Quique Sánchez Flores, que le ha permitido salir de los puestos de peligro, Imanol no arriesgó con la variante más ofensiva con los dos mediapuntas o centrocampistas ofensivos, Rafael y Silva, juntos de inicio, para fortalecer la medular con el azpeitiarra, que solo había jugado unos minutos en Liga en Anoeta ante el Rayo.

El primer tiempo fue de los más aburridos que se recuerdan en el feudo txuri-urdin. Los getafenses desplegaron un ordenado 5-3-2 que tantas veces ha incomodado a los blanquiazules en su guarida y la verdad es que no sufrieron demasiado para frenar y bloquear a una Real poco inspirada, que dominó la posesión con porcentajes altísimos, pero que era incapaz de encontrar resquicios en el muro establecido por Quique Sánchez Flores.

Los locales tampoco son de salir en tromba en los choques, sus arranques son más bien diésel, pero lo cierto es que esta vez partieron con un ritmo demasiado lento y previsible, aunque trataran en todo momento de no precipitarse ni pecar de impacientes con combinaciones largas. La consecuencia de ello es que la primera ocasión de peligro fue un remate cruzado de Óscar que desvió con destreza Remiro que no llegó hasta el minuto 27. La jugada despertó un poco a los txuri-urdin, que dispusieron de tres opciones en un minuto. Oyarzabal, tras un control espectacular, vio cómo desviaban su disparo a córner; y en el saque del mismo, Zubeldia cazó un balón suelto, pero se topó con una buena mano de Soria antes de que Sorloth mandara a la grada el rechace.

Y nada más. Demasiado poco bagaje para una Real de resaca copera con mucho talento en su once para desperdiciar 45 minutos de un encuentro importante de Liga en el que necesitaba lograr una esperada victoria si pretendía mantener el exigente ritmo europeo.

En la reanudación, el guion estuvo muy cerca de cambiar en una ocasión inmejorable de Le Normand, que, con todo a su favor dentro del área, vio cómo su remate lo desvió al larguero Soria en una parada antológica. El galo tiene potencial para mejorar sus registros en el área rival. Fue un espejismo. La realidad no era esa. A la Real le entró la típica caraja de esos domingos en los que no consigues levantar cabeza ni remontar las copas de la víspera, en los que te das cuenta de que la explicación era una cuestión de cantidad y dejas de excusarte en la calidad de las marcas, y durante más de veinte minutos deambuló por el campo como un púgil sonado tras recibir un golpe casi definitivo. Al menos, el Getafe no acabó de convencerse de que era una ocasión insuperable para poder llevarse, una vez más, los tres puntos de Anoeta y solo fue capaz de generar una ocasión de peligro en un cabezazo de Olivera que desvió Remiro en un saque de esquina.

Los cambios de Imanol permitieron nivelar y equilibrar al equipo y, aunque no fue una permuta de escenario radical, al menos se volvió a la normalidad con los getafenses encerrados y los realistas al ataque avasallando en la posesión. Una pena que en el descuento el aclamado Isak no acertara con un pase de videojuego de Silva y, casi en la acción final, su cañonazo con la pierna mala lo escupiera la madera.

Empate. Pudo ser peor, pero también mejor. La Real se dejó dos puntos ante un conjunto en indiscutible crecimiento que optó por replegarse y tratar de sobrevivir como fuese en Anoeta consciente de la dificultad que entraña puntuar en este escenario. En resumen, una resaca de campeonato, de manta y peli de Antena 3, como se solía decir anteriormente, que solo se vio alterada con la aparición de un Isak que mereció salir a hombros con su trallazo.

De estos partidos a lo largo de una temporada hay muchos. Confiemos en que lo que resta de la Copa y de la Europa League no provoquen más daños secundarios a un equipo al que le sigue costando demasiado marcar y ganar sus encuentros. Baño y masaje, jornadas de descanso, y a afilar el colmillo porque contra el Betis será obligatorio mejorar en todo si se pretende volver a soñar con la gloria. En el fondo, una tarde para olvidar.