hí se encontraba él. Caminando orgulloso por la Bahía de la Concha bajo un sol resplandeciente con su camiseta de la Real de la final de Copa. Algo está pasando con el club de sus amores porque parecía levitar sin tocar suelo mientras paseaba luciendo sus colores. Lo que probablemente no sabe, y puede que no le importe saber, es que su equipo se ha convertido en una fábrica de gloria en la que hasta el más pequeño detalle está medido y controlado. Hace un par de semanas coincidí en un aeropuerto con la plantilla de un equipo profesional que regresaba a casa tras perder un encuentro a domicilio. La cola del check in era de las que serpenteaba y se demoró más de la cuenta. Era el mediodía, justo la hora de almorzar, y quién más o quién menos de los que iban a tomar ese vuelo tenía planificado comer algo rápido antes de subir al avión. Sobre nuestras cabezas, un hipnotizador cartel de un Burger King con el que, al menos a mis amigos y a mí, se nos hacía la boca agua. Es más, nuestro debate ya se había adentrado en la peligrosa fase de si íbamos a comer una hamburguesa o dos cada uno. El ritmo de las azafatas de tierra fue desalentador y finalmente se vieron obligadas a apartar a todos los viajeros de otros aviones para que pudiéramos pasar los que íbamos a nuestro destino porque no nos quedaba tiempo material para embarcar y cumplir el horario previsto. Pese a todo, mantuvimos la esperanza de, aunque fuese de pasada, pedir nuestro anhelado Whopper y comerlo en el avión o camino del mismo. Cuál fue nuestra sorpresa cuando nos encontramos con que la mitad de la plantilla del equipo había formado la misma cola ahora en nuestro deseado establecimiento. Y nos llamó la atención, porque hoy en día es complicado encontrarse a un equipo profesional en este tipo de restaurantes al tener su alimentación planificada al milímetro.

La anécdota se la conté a un futbolista del Athletic, a quien le veo más fino que nunca, mientras le preguntaba si era cierta la fama que precedía a Marcelino de ser un psicópata con la comida y de pegar buenos repasos a las cuentas corrientes de los jugadores que no cumplen sus normas. Su respuesta me dejó impactado al comentarme que era verdad, pero que las reglas eran mucho más estrictas en la Real, donde si regresabas con algún kilo de más tras un parón podías encontrarte con multas de unos 25.000 euros. Casi nada, como para darse un homenajito en el búrguer volviendo engorilado de Vigo...

No lo suelen reconocer, pero en Bilbao todavía escuece el título de Copa. Aparte de porque me lo confiesan mis amigos zurigorris, no ha habido más que escuchar y leer reportajes esta semana. Y me llama la atención, porque sinceramente hablando y sin pretender caer en forofismos, hubiese sido una gran sorpresa que el Athletic ganara en Sevilla. No hay más que consultar la clasificación del curso pasado, los vecinos acabaron a 16 puntos de los donostiarras. En esta parece que han empezado bastante mejor, ya que con un partido menos, la visita al Bernabéu, solo se encuentran a siete puntos en la jornada 11 del campeonato. Es cierto que las rivalidades entre clubes del mismo nivel (yo nací en 1975 y me guío por lo que he visto y vivido) son cíclicas. Más aún en proyectos basados en su cantera, ya que nunca sabes la hornada que te espera en los siguientes años. Pero no deja de ser un clavo al que agarrarse para muchos aficionados del Athletic, porque la realidad dice que el proyecto txuri-urdin cuenta con aún más futuro que pasado y presente. En cambio, su limitada filosofía y el dineral que paga a sus canteranos para que no se dejen seducir por los cantos de sirena de otros clubes cada vez generan sufrir más problemas para hacerse un hueco en la elite de nuestro fútbol.

Respeto y no me molesta que su presidente, Aitor Elizegi, manifieste que "la Real no es un modelo a seguir". Cada uno a lo suyo y si considera que el proyecto de moda en el campeonato y un referente a nivel europeo no es para tomar nota, pues no pasa nada, se acepta. Algún día nos contarán la diferencia que existe entre ir a Suecia o Noruega a fichar o contratar a la figura del vecino, pero, bueno, no voy a entrar en debatir sobre sus trampas al solitario.

Lo que sí me sorprende más es que todavía continúen con su vieja cantinela de que "el proyecto del Athletic es el más ilusionante para un futbolista vasco". Me extraña que les siga sin entrar en la cabeza que los de la Real sentimos tanto nuestro equipo como ellos el suyo. Que nuestros jugadores crecen y se forman con el sueño de defender la txuri-urdin. Visualizando marcar muchos goles en Anoeta, si es al eterno rival todavía mejor. Que los periodistas que cubren la actualidad del equipo defienden con vehemencia y a capa y espada a los suyos, porque normalmente (no todos) estaban sentados en la grada del estadio de Amara como uno más antes de subir al palco de prensa. Somos de la Real, nos gusta la Real y estamos más orgullosos que nadie de su filosofía, sus valores y su rendimiento deportivo. Y nuestros hijos quieren jugar en la Real. Con un entrenador que jamás mea fuera de tiesto, que ensalza las virtudes de nuestro club sin compararse nunca con nadie ni creerse mejor o distinto a los demás. Siempre trazando y siguiendo su camino. Piedrecita a piedrecita, sin salirse de un guion previsto y planificado. De esta forma ya ha logrado un título (de los de verdad) 34 años después, gobierna la Liga con puño de hierro y aspira a cotas muy altas. Un nivel muy superior a la sencilla dimensión de ganar un derbi o no. Pero que nadie lo olvide, aquí nos tomamos las rivalidades eternas muy en serio y queremos, más que nunca, lograr otra victoria ante el adversario al que más nos gusta derrotar.

La leí en la revista Panenka, la historia sobre el considerado como, con permiso de Stoichkov, mejor jugador búlgaro de la historia. Georgi Asparuhov, que silenció a la Inglaterra campeona del mundo en Wembley antes de morir en un accidente de tráfico a los 28 años en 1971. Cuando le fue a contratar el todopoderoso Milan, le dijo a su mujer: "Por favor, dile a esta gente que solo hay un país llamado Bulgaria y un club de fútbol llamado Levski de Sofía. Allí nací y moriré algún día". Para la mayoría de nosotros, solo existe la Real. Poco a poco seguro que irán digiriéndolo, porque ya no quieren cruzar la A-8 ni los chavales que juegan en su donostiarra club convenido. Todo lo demás era una simple cuestión de dinero. Y el que quiera irse tiene la puerta abierta. Eso sí, que consulte la lista de fracasos de los últimos en partir, salvo Iñigo, claro, por el que pagaron 33 millones de euros, el doble de lo máximo que ha invertido la Real en un traspaso en toda su historia (imagino que Marcelino se refería a esto cuando declaró ayer que no jugaban con las mismas cartas). Cuestiones filosóficas paranormales.

Cuando nos lo volvimos a cruzar de vuelta, el señor que paseaba por la Concha con la txuri-urdin era incapaz de controlar esa media sonrisa del que se siente ganador mientras es observado. Porque su gloria y la de su camiseta son inmortales. Para siempre. No se me ocurre nada mejor que vencer otro derbi en un Anoeta con el cartel de no hay entradas y con el equipo líder en solitario por encima de las vacas sagradas de la Liga. Qué siga la fiesta. ¡A por ellos!