a pregunta resulta bastante relativa. ¿Qué es la “normalidad”? La “normalidad” entendida, lógicamente, en términos pandémicos. No tengo la respuesta a nivel social. Pero sí creo poder contestar a nivel futbolístico. Partiendo de la base de que las cosas no volverán a su estado ordinario hasta que todos los socios de la Real puedan entrar en Anoeta cuando les plazca, sí pienso que el equipo y el estadio entran esta tarde en una nueva era. Al menos en lo ambiental y en lo visual. 24.000 personas pueden hacer muchísimo ruido en un campo. Y las imágenes de la televisión, además, van a presentar a todo el mundo un aspecto que, por fin, será el propio de algunas tardes precovid. Casi 19 meses después de aquella victoria contra el Valladolid, y teniendo siempre muy en cuenta a los realzales ausentes contra su voluntad en el partido ante el Sevilla, parece que el equipo de Imanol recupera para siempre el apoyo in situ de la afición. Bien.
Durante la larga espera, vivimos en su día, para empezar, un período prolongado y tedioso en el que todos o casi todos asumíamos lo que había: no se podía ir al fútbol. Y punto. Pero las posturas y las situaciones se han diversificado más a lo largo de los últimos meses, con el tramo final de la pasada Liga albergando espectadores en algunos estadios. Aquí, en Euskadi, hemos avanzado siempre en el furgón de cola, circunstancia ante la que cabe ser comprensivos y tener memoria. Cuando algo malo sucede en la vida y llega después el partido de turno, se nos llena la boca diciendo aquello de que “el fútbol es la cosa más importante de las menos importantes”. Pero luego se abren las puertas de determinados campos y ponemos el grito en el cielo porque “están adulterando la competición”. Pues sí, es posible que la hayan adulterado. Pero las desigualdades en un torneo deportivo deben quedar en un plano residual ante las distintas gestiones de una pandemia mundial que ha provocado muchísimas desgracias. A veces olvidamos de dónde venimos...
Pueden pensar los lectores que un servidor comparte la dureza de las restricciones que han afectado a los estadios vascos, y por lo tanto a Anoeta, estas últimas semanas. Pero se equivocará quien me atribuya esa opinión. Asumiendo que la posición de los que tienen que decidir es la más difícil, y asumiendo también que mis conocimientos en la materia resultan sensiblemente inferiores a los de los expertos, yo habría abierto un poco más la mano. Lo habría hecho, eso sí, por simple coherencia con lo que se ha venido viendo este verano en las calles de Euskadi, y no para igualarme al Betis, al Villarreal o al Mallorca. No nos engañemos: nuestras cifras de contagios han sido de las peores, por lo que entra en el terreno de la lógica que la situación vasca se haya legislado de forma distinta a la andaluza, valenciana o balear. A partir de ahí, sí que se hacía inevitable preguntarse en julio y en agosto, paseando por el atestado Boulevard donostiarra o por el bullicioso malecón de Zarautz, por qué solo iban a poder acudir al campo 8.000 o 12.000 personas. Al aire libre. Con mascarillas. Y a cargo de una entidad con el músculo organizativo de la Real.
El final de la película, ahora que estamos en pleno Festival, no ha podido resultar más rocambolesco. Ya pueden entrar 24.000 espectadores en el estadio. Pero tiene toda la pinta de que la decisión la ha precipitado la denuncia de una entidad privada, la Liga, contra el dictamen de una institución pública como el Gobierno Vasco. Conviene subrayar como merece esta última circunstancia, a priori llamativa pero más bien desapercibida durante la semana, silenciada por la alegría general, mía también, que ha provocado la relajación de las normas. Disfrutémosla, comenzando esta misma tarde por un partido que la Real encara con innegables opciones de triunfo. El 5 de enero de 2020, el Villarreal nos amargó el posterior roscón de Reyes llevándose un 1-2 de Donostia. Desde entonces, el equipo txuri-urdin ha ganado todos los partidos que ha jugado en casa con público en las gradas. Espanyol, Mallorca, Osasuna, Athletic, Mirandés, Valencia, Valladolid, Rayo y Levante, alternando Liga y Copa, han caído en el camino. Incluir hoy al Sevilla añadiría mucho fuste a la nómina de víctimas. ¡A por la décima!