Sí. Fue conmovedor asistir a la enésima prueba de que el ADN de Zubieta implica no rendirse nunca. Nueve chavales subidos desde el Sanse, más Remiro y Merino, silenciaron el Camp Nou por espacio de unos preciosos minutos de incertidumbre. Pero la Real perdió. Y además perdió bien. Porque tiene problemas. Lo del balón parado defensivo resulta muy evidente. Y parece que para los rivales también lo son los espacios que el cuadro txuri-urdin deja en virtud de su valentía en la presión. Equipos como el Alavés, el AZ o incluso el Eibar le hicieron daño en pretemporada castigando las espaldas de sus defensas o de sus centrocampistas.

Anoche repitió el Barcelona, un muy buen Barcelona pese a la marcha de Messi. En cualquier caso, la cuestión en clave txuri-urdin no reside en si esa idea osada de juego resulta adecuada. Reside en si existe la capacidad para desarrollarla cuando el equipo tiene lejos aún su mejor versión. Apostar por lo que apuesta es lo que le ha traído hasta aquí. Pero una campaña entera tiene momentos y momentos. El propio entrenador había reconocido en la víspera que el estado de forma de su escuadra todavía dista mucho de resultar óptimo. Y aún así salió al Camp Nou con la idea de morder. Quien mordió, sin embargo, terminó siendo el adversario.

En su rueda de prensa previa, Imanol también había elogiado al Barcelona. Destacó el buen juego practicado por los culés este verano. Y completó así un cóctel que se traduciría luego en el planteamiento al que asistimos anoche. La Real trató de mantener en el Camp Nou sus principales señas de identidad: presión alta, juego combinativo desde atrás y ataques verticales una vez que encontraba al hombre libre. Pero el míster agregó a la idea troncal matices muy condicionados por el adversario que había enfrente. El resultado de todo ello fue un equipo que se quedó a medias. Iba a apretar, pero le enganchaban entre líneas. Se exponía para crear, pero Remiro terminaba buscando en largo al delantero centro Portu, con Willian José viendo el partido en su casa. Y, para rematar la faena, el conjunto guipuzcoano hacía aguas de forma preocupante en el balón parado defensivo, una faceta desde la que se pueden escapar muchos puntos a lo largo de una temporada entera.

No, no funcionó el novedoso 4-2-3-1 de los blanquiazules en la fase de contención, por mucho que tuviera todo el sentido del mundo reflejado en la pizarra. Venía el Barça haciendo mucho daño a sus rivales, esta pretemporada, con los movimientos interiores de Griezmann y Memphis Depay, teóricos extremos. Así que Imanol trató de neutralizar esto situando en paralelo a Zubimendi y Mikel Merino para reforzar las coberturas laterales en la zona. Sin embargo, los mediocentros mordieron el anzuelo, persiguieron a De Jong y Pedri, y generaron así un socavón a sus espaldas que el cuadro catalán, con unos futbolistas u otros, casi siempre supo aprovechar.

Para el minuto once, el propio Griezmann ya había avisado con dos peligrosísimos remates a la salida de sendos córners. Y la acción del 1-0, en el 18, vino a resumir en una sola secuencia todos los males de la Real. El de Macon bajó a recibir de espaldas un balón, perseguido por Zubimendi y con Merino encimando a De Jong. Pedri lo vio y se ubicó tras el doble pivote visitante. Le Normand llegó algo tarde a la ayuda, cometió falta sobre el canario y después descuidó su parcela para permitir el remate de Gerard Piqué. Gol. Transcurrida media hora de partido, el corto resultado suponía la mejor noticia para una Real que, ya en desventaja, empezó poco a poco a reponerse del baile que se estaba llevando.

Bajó la intensidad de la presión local. Y además Imanol ayudó desde el banquillo moviendo algo a Mikel Merino. El navarro ayudó como falso central zurdo a hacer salida de tres. Alternó alturas con Zubimendi para bajar a la posición de 4, dentro del 4-3-3 que el equipo sí dibujaba en ataque. Y la Real agradeció la mayor participación del pamplonés, con posesiones más largas y el hallazgo de inicios en corto, no solo en largo. Una buena anticipación de Aritz ante Braithwaite dio pie a un contragolpe bien llevado por Januzaj que concluyó con disparo de Portu, rechazado por un defensa. Pero, pese a que aún faltaba un mundo, ahí murieron buena parte de las opciones txuri-urdin. Al filo del descanso, ya en el tiempo de descuento, Remiro sirvió a Aihen ante el bloque alto del Barça. El lateral buscó por su banda izquierda a Januzaj, quien se había intercambiado el perfil inicial con Oyarzabal. Y Hernández Hernández puso su granito de arena dejando de señalar una muy posible falta de Eric García sobre el belga. El balón cayó a las botas de De Jong, quien olió sangre con los txuri-urdin abiertos en canal y sirvió un centro al segundo palo que cabeceó Braithwaite al fondo de las mallas.

Imanol modificó la cara a su equipo en el descanso, dando entrada a Bautista en punta y a Barrenetxea en la izquierda, escorando a Portu a la derecha, centrando a Oyarzabal y dejando en el banquillo a Silva y a Januzaj. Cambiaron los nombres y cambió sobre todo la convicción a la hora de apretar y de proponer. Pero ya era demasiado tarde, y además se repitieron circunstancias. El árbitro no vio infracción en un robo de De Jong a Barrenetxea. Y los culés aprovecharon la recuperación para hacer daño mediante una combinación entre Depay y Alba, cuyo centro rechazó Remiro para que el mismo Braithwaite marcara el tercero.

Tuvo su mérito que, pese a la complicada situación, el equipo insistiera e insistiera. Un robo de Zubimendi en fase de presión alta se saldó con el 3-1 del debutante Julen Lobete tras gran jugada de Barrenetxea, ubicado ya en la derecha. Y Oyarzabal transformó con brillantez una falta provocada por el lezotarra para meter el miedo en el cuerpo a la parroquia local, aliviada al final por la sentencia de Sergi Roberto.

Casi que mejor así, porque el orgullo que nos habría provocado una derrota mínima con la chavalería sobre el césped era un árbol que podía tapar el bosque, el bosque de los déficits que a día de hoy sufre esta Real. Es mucho tiempo ya con un patrón de juego cuyas debilidades diagnostican con acierto los adversarios. Pero los precedentes hablan también de una cintura con la que los txuri-urdin han sabido adaptarse a nuevos escenarios. Hay mucho trabajo por delante. También capacidad para solventarlo. Próxima estación, Rayo Vallecano. El domingo en Anoeta. Con público. Será otra historia.

Con el Camp Nou pidiendo la hora, Sergi Roberto sentenció en el 91. Mejor así. El árbol de un 3-2 podía tapar el bosque de los problemas txuri-urdin

Julen Lobete, extremo zurdo durante el tramo final del partido, debutó con gol y provocando la falta de la diana de Oyarzabal