ra Joaquín Sabina quien cantaba que "al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver" en su versión personal del dicho "segundas partes nunca fueron buenas". En realidad es un alegato a que hay situaciones que merece la pena proteger con el buen sabor que te dejaron, porque, por una cosa o por otra, jamás volverán a ser lo mismo. Por poner un ejemplo práctico, aunque vuelvas a leer un libro o veas de nuevo una película, jamás te llegará tanto como lo hizo la primera vez. Eso es lo que lleva a pensar que en ocasiones es preferible mantener el gusto que te dejó una postal inolvidable. Pasados ocho años, podemos decir que fuimos muy felices codeándonos con lo más granado del fútbol europeo y que, sin duda alcanzamos, el cénit con esa maravillosa salida a Manchester, donde más de 6.000 aficionados realistas acompañaron orgullosos a un equipo que no había parado de ganar y de crecer desde el infierno de Segunda. Pero, no hay duda, es ahora cuando nos damos cuenta de que necesitamos reeditar el enfrentamiento con el United, el club más laureado de la Premier, para perfeccionar la experiencia ganando. En aquella magnífica ocasión, porque fue tan emocionante como sobrecogedora, el equipo salió superado por los acontecimientos, como si hubiese tocado techo su meteórica progresión que se inició una espléndida tarde teñida en blanquiazul en la fría Soria.

Algo ha cambiado por estos lares. Y para bien. Se lo avisaba a un periodista inglés: este equipo no tiene nada que ver con el que no pudo completar la dicha de una parroquia, que esa sí demostró que es la más grande en lo que mejor sabe hacer, disfrutar junto a uno de los amores de su vida. El cambio ha empezado desde el mensaje inequívoco y unidireccional de Olabe, ideador del proyecto: "Vamos a competir, no a un parque de atracciones para ir y sacar fotos y ya está. No queremos ni ir a ver los acantilados del Adriático, ni comer pizza, ni conocer los canales de Amsterdam; queremos competir y creo que vamos a estar a la altura". Yo añadiría: "Ni contemplar asombrados las gradas de un templo europeo como Old Trafford". Esta Real quiere mirar a los ojos y sentarse en la mesa de todo un United, una de las plantillas más completas del mundo. Porque tiene potencial para hacerlo. Yo es que hasta obligaría a los nuestros a regresar con la txuri-urdin al vestuario cuando termine el duelo de ida como señal irrefutable de que están en Turín para competir a cara de perro y eliminar a uno de los más grandes del Viejo Continente. Para intentar que la tendencia txuri-urdin traspase fronteras.

Sé que Imanol no quiere perder ni un minuto en lamentaciones, pero con la imagen imborrable de los 6.000 en la grada me resulta imposible no parar un minuto para compadecernos. No podemos ser más cenizos. Recuerdo un artículo que escribí tras el confinamiento, cuando nos íbamos a comer el mundo y estuvimos a punto de quedarnos compuestos y sin novia, en el que destacaba de forma irónica que todos los factores ajenos al juego perjudican a la Real. Lo que no podíamos imaginar es que, una vez aceptada la desgracia de que una pandemia mundial nos estaba impidiendo disfrutar de una temporada estupenda, llegado el momento de jugarnos el todo por el todo contra el club más poderoso de Inglaterra, no nos dejarían ni disputar la ida en nuestro estadio. Y, para más inri, tenemos que afrontar la vuelta en casa del rival. Si no pintamos nada en Madrid, imagínense en la sede de la UEFA en Nyon. Y no nos puede servir de consuelo ni que al Atlético ni al Leipzig les ocurra lo mismo ni, como dijo Olabe, que todo está estipulado en protocolos, es decir que no hay nada dejado a la improvisación. No deja de ser un sinsentido que, por culpa de que un país esté teniendo muchos problemas ahora con la cepa británica, pague un equipo de otra nación, con el agravante de que los dos se desplazan con sus respectivas expediciones a un tercero que también está sufriendo las secuelas de la maldita enfermedad. Muchas veces no se entienden ni ellos mismos. Y si las normas y las soluciones a contratiempos excepcionales son injustas, lo mínimo que podemos hacer es denunciarlo. No tiene nada que ver con llorar. Lo más increíble de todo es que a la Real no le han permitido ni entrenar la víspera para conocer el campo en el que va a afrontar uno de los momentos de la temporada como local. Encima si marca el United valdrá el doble. ¿Algo más? ¿Podemos jugar con once e intentar ganar? Es un auténtico disparate.

Una eliminatoria ante los red devils se convierte en eterna e inmortal desde el propio sorteo. Pase lo que pase después en la misma. Los héroes son elevados de manera inmediata al Olimpo y los villanos, si visten de txuri-urdin, sufrirán su tiempo de penitencia, y, si son rivales, pasarán a ser enemigos de por vida. Ha llegado el momento de creer más que nunca en las posibilidades de este equipo. El grupo de Montanier nos enamoró con un juego vertical y eléctrico y porque fue subiendo escalones con la misma columna vertebral del ascenso. Es más, esa noche Arrasate alineó a nueve que habían jugado en la Ciudad Deportiva del Villarreal el año anterior, con los refuerzos de Vela, sin duda el efecto diferencial en la elite, y un imprevisible y todavía demasiado inmaduro Seferovic. Si Imanol repite el mismo once que en Getafe el pasado domingo, jugará en defensa con un Monreal mundialista en Rusia 2018; un centro del campo formado por los internacionales Illarramendi, Merino y el campeón de todo Silva; y en la delantera, Januzaj, Isak y Oyarzabal, también internacionales con un presente y un futuro más que prometedor con sus respectivos países. No, por mucho que lo recordemos con cariño y que con Montanier llegaron a jugar como los ángeles (esas imborrables ovaciones en el descanso de un Anoeta en pie entregado a su equipo que ponían la piel de gallina), la Real ha dado un paso adelante y se encuentra en la antesala de recuperar el glamour de los títulos. Y cuando los nuestros tienen argumentos de sobra para plantarle cara y pintársela a cualquiera, hasta me gusta esa arrogancia inglesa como arma motivacional. Esas frases de una de sus viejas leyendas, como el búlgaro Berbatov, que manifestó que los realistas no tenían ninguna posibilidad de clasificarse. Cada uno tiene sus propias estrategias para reforzar la confianza. Mi señal inconfundible de que se puede es sentir que su grandiosa afición, la de los 6.000 de Old Trafford que fueron silenciados de forma incompresible por parte de la retransmisión y de los medios españoles, cada vez que se acerca el momento se está viniendo arriba. Justo el efecto contrario que hemos experimentado durante muchos otros años. Es una cuestión de fe. Y, como se suele decir, la fe es dar el primer paso incluso cuando no ves la escalera completa. Volvemos a un escalón en el que nos sentimos orgullosos, pero ahora buscamos la felicidad completa. Persiguiendo la gloria. ¡Vamos Real! ¡A por ellos!