a anécdota se me quedó grabada a fuego. Sucedió en Huelva, antes del famoso Recreativo-Real del año del descenso, cuando Marcelino entrenaba a los locales, que se convirtieron en el equipo revelación del campeonato en parte gracias al magnífico rendimiento de Cazorla y Sinama Pongolle. Dos jugadores a los que habían ofrecido a la Real y que había rechazado su director deportivo en uno de esos errores históricos que perdurarán para siempre, sobre todo por el doloroso castigo final. Otros lo recordarán porque en el minuto 90 el Colombino nos cantó al unísono el hiriente “a Segunda” por culpa de Gerardo, que quiso recuperar con una pillería sin elegancia al no devolver un balón que había lanzado fuera para que atendieran a un jugador local, lo que no había sido capaz de conseguir con su juego y su rendimiento. Sucedió la víspera del encuentro. Salimos a dar una vuelta por Huelva que, curiosamente, celebraba su Carnaval, como no debería hacer este fin de semana. Uno de mis compañeros periodistas conocía a un árbitro de Primera División que, casualidad, se encontraba en la ciudad andaluza y le llamó al recordar que jugaba la Real allí. Estuvimos tomando algo en una noche que me suena que se hizo larga (alguno por la redacción de MD lo puede confirmar) y una de las primeras cosas que nos comentó es que el siguiente partido que tenía que dirigir era un encuentro del Getafe: “Les tengo unas ganas”… Traté de hacer como si me pareciera un comentario normal, hasta que se fue al baño. Escandalizado, cortando la conversación y casi agarrando por la ropa para que abortaran de ipso facto el tema que estaban tratando y nos centráramos en lo realmente importante, les comenté: “¿Os dais cuenta de lo que nos acaba de decir un árbitro de Primera? ¡Imaginaos lo que no dirán los colegiados cuando vienen a arbitrar a la Real, con las ganas que demuestran tenernos muchos!”.

En realidad, en su momento le di mucha más importancia a este segundo punto, pero esta vez me voy a centrar en la parte del Getafe. ¿Qué es lo que ha hecho mal este equipo casi de barrio para que la mayoría de la Liga le tenga manía? Yo cubrí varios partidos el año de su primer ascenso a Primera, en una plantilla en la que tuvo un papel protagonista Gari Uranga, y el ambiente era casi tan entrañable como el que rezuma Vallecas con el Rayo, su gran orgullo. Insisto en ello, yo creo que la ciudad sureña de Madrid se identificaba casi más con aquel proyecto que soñaba con ser un día grande en la elite que con el que luego ha llegado a rozar hasta los títulos. Me recuerda a lo que pensaba Valdano de su gol en la final del Mundial de 1986: “La felicidad tiene un límite y ese es un episodio que supera ese límite. Desde que nací hasta que metí el gol pasó más o menos el mismo tiempo que desde que metí el gol hasta hoy, y puedo decir que fue mucho más bonito soñarlo que recordarlo”.

En 2008, cuando quién más o quien menos habíamos superado unos cánticos similares a los de Huelva en el 1-0 con uno de los recibimientos al equipo más impresionantes que yo he vivido a domicilio con cerca de 1.500 realistas en la calle que da acceso al Coliséum, lamentamos que perdiera esa heroica eliminatoria en la que cayeron ante el Bayern con aquel cruel tanto del italiano Toni en el último minuto de la prórroga. Pero, con todos mis respetos, algo olía a chamusquina en ese club y no lo solucionaron entrenadores con buen gusto como Laudrup, Míchel (menos mal que estaba en el banquillo rival en la última jornada de la campaña de vuelta en Primera), Quique Sánchez Flores... A pesar del incuestionable mérito deportivo, casi todos en la Liga les miraban con desconfianza. La Real por supuesto, porque por una cosa o por otra, casi siempre ha salido derrotada de su estadio. Algo que, lo digo muy claro, solo tiene que ver con la competición y los méritos, porque si caes en ocho de doce visitas a un estadio no tienes permiso para ampararte en el manual de las excusas.

El caso es que cuando aterrizó Bordalás en su banquillo encajó de maravilla. Y como está siendo muy patoso en los últimos meses, lo que ha provocado es que se hayan quitado las caretas. Esto es fútbol y todos tenemos derecho a opinar. Aún reconociendo que ha logrado éxitos importantes y que cada uno saca partido a las armas que tiene, el estilo del Getafe del técnico alicantino nos aborrece. No juegan limpio. Pegan y fingen, provocan y protestan todo. Tocan siempre los dos polos, sin disimulo y como una orden cifrada desde el vestuario. Porque no todos los jugadores respondían a ese perfil y jugaban de manera muy distinta cuando se encontraban en otros equipos. No engañan a nadie. Y lo peor de todo es que, aparte de buscar continuamente la trampa, su entrenador es uno de los que más llora de la categoría. Ya no cuela, Bordalás, que te tienen cazado desde hace mucho. Que las estadísticas de los partidos de tu equipo contradicen tu sonrojante mensaje reivindicativo cada vez que te pagan con la misma medicina. Y que, al igual que cuando se repite la derrota de la Real en Getafe, sus continuos enfrentamientos con entrenadores de la Liga, de perfiles casi contrarios, no son casualidad y tienen una explicación. Pero si hasta se ha llegado a encarar con Oyarzabal, que lo único que hacía era recibir una somanta de golpes de Damián. Por cierto, el 10 llegó a decir que era uno de los jugadores con los que había hecho relación jugando en su contra. ¿Para cuando el Nobel de la Paz (de locos)?

Digo todo esto porque lo que le pasó al Getafe la semana pasada es el cuento del lobo. Es cierto que la entrada de Djené sobre Ocampos fue un accidente, pero también lo es que cualquier hincha neutral que no estuviera viendo el partido pensó “ya está el Getafe” al enterarse de que se había lesionado. Por eso reaccionó así Lopetegui, porque son reincidentes y juegan con fuego. Si actúas de esa forma, al final te quemas, por mucho que algunos programas deportivos les rían las gracias de forma irresponsable. No hay más que ver los dos peligrosos empujones de Djené y Cucurella a Portu y Oyarzabal cuando el murciano anotó el 3-0. ¿A santo de qué? Nada es fruto del azar cuando se repite tantas veces.

En este escenario encuadro el comentario más repetido por la parroquia txuri-urdin esta semana, que ya mira de frente y de forma inequívoca a la madre de todas las batallas del 3 de abril: “En Getafe que no juegue Silva”. ¿Por qué será? “Después de todo lo ocurrido los últimos días el equipo estaba temeroso y con miedo a hacer daño a algún jugador del Madrid”, dijo tras perder en Valdebebas Bordalás. Qué raro que no sea la primera vez que le pasa ante el Madrid. Y ahora estamos preocupados, a ver si la Real va a pagar los platos rotos de sus quejas arbitrales, del mensaje motivador de su entrenador y de las supuestas ayudas ante el Cádiz el día de la temporada que mejor funcionó el VAR. Y este año preferimos denunciarlo de antemano, porque el Sevilla ya tiene un fuerte altavoz mediático y si lesionas a su estrella trasciende en todos los medios. Pero la Real se encuentra en un momento clave y Getafe solo es otra batalla en medio de los frentes que tiene abiertos. Solo pedimos que si ganan los madrileños lo hagan en buena lid y por merecimientos deportivos, como han hecho otras veces, lo que no pensamos permitir es tener que lamentarnos en forma de lesión de uno de nuestros jugadores. Estamos cansados de ver que cuando cae uno de los nuestros pasa de forma inadvertida y se destaca que el adversario ha jugado al límite del reglamento, una expresión de la que desconfiaremos eternamente. Solo queremos ver un partido de fútbol, con dos estilos enfrentados, y que gane el mejor. Y ojalá sea por una vez en este campo la Real, que como aquel árbitro, le tiene ganas al Getafe. Ya es hora. ¡A por ellos!