- A nadie se le escapa que la Real está viviendo una crisis muy grave de resultados. Dos victorias de 16 encuentros repartidos entre Liga, Copa del Rey y Supercopa son registros que pondrían sobre el alambre a cualquier entrenador de fútbol. Sobre todo, en la cultura del campeonato español, donde los técnicos son plenamente conscientes de que, por muy bien que estén haciendo las cosas y por muy buenas que sean las sensaciones que pueda llegar a transmitir en otras cuestiones como el juego o el estilo, dependen de los números. Llegados a este punto, Imanol Alguacil debe ser plenamente consciente de que lo único que le va a permitir salvar su puesto en las próximas semanas van a ser los resultados. Cuanto más se prolongue la crisis, menos influirán otros argumentos de peso que siguen jugando a su favor, como el magnífico ambiente que impera en el vestuario y la plena confianza que mantienen todos los jugadores en su trabajo y en sus decisiones. El punto que no juega tanto a su favor es que nunca ha sido el preferido de la dirección deportiva, a pesar de que tuvo que recurrir a sus servicios cuando destituyó a Asier Garitano y después de volver a colocarlo en el Sanse como "un gran especialista en ese penúltimo paso del proceso de formación de los chicos". A pesar del calentón del momento, la afición txuri-urdin se identifica con él y está del lado de su entrenador.

El caso es que la temporada de la Real ha tenido dos partes incomprensiblemente antagónicas, sobre todo si tenemos en cuenta su trayectoria de la Liga. Difícil de entender cómo es posible que en las diez primeras jornadas fuese el mejor equipo de Primera, empatado a puntos con el Atlético de Simeone y que, en las diez siguientes, se haya convertido casi en el peor, con solo ocho puntos. A esto hay que añadir la dolorosa eliminación de la Supercopa en los penaltis ante el Barcelona y el hiriente KO en Heliópolis, víctima de un atraco arbitral perpetrado por Mateu Lahoz.

La realidad es que su evidente caída en picado, a pesar de que se mantenga en una posición de privilegio, coincide con la lesión de David Silva. Desde el brillante triunfo ante el Cádiz, se confirmó su lesión muscular y solo ha participado en dos encuentros. El del Rijeka (65 minutos), una reaparición que alguien midió muy mal, y trece minutos ante el Eibar, y 74 ante el Atlético el pasado 22 de diciembre. El único encuentro que han vencido en Liga sin el canario fue el derbi; y en Copa, en Córdoba. La ausencia de Aritz Elustondo, que estaba llamado a ser el gran líder de la zaga para esta temporada, también ha hecho daño. Con el beasaindarra, los blanquiazules han cosechado nueve victorias, cinco empates (con el del martes) y una derrota, con solo cinco goles en contra. Y sin él, solo han sumado dos triunfos, seis empates y seis derrotas, con el agravante de haber recibido 19 goles. Ha regresado en la Copa, pero en Liga desde el Carranza solo ha jugado ante el Villarreal (45 minutos) y el Atlético (16).

Es evidente que la serie de malos registros está haciendo mella en la confianza y en el rendimiento de los jugadores y del cuerpo técnico. La temporada está siendo larga y estresante, con encuentros cada tres días e Imanol ha tenido que tomar decisiones. En muchas de ellas, la mayoría, ha acertado. En los dos últimos encuentros ante el Betis, en Liga y en Copa, no se puede decir que haya estado acertado con los cambios...

El puesto de Imanol no corre peligro, aunque su

futuro empieza a estar condicionado por los siguientes resultados