La historia no hará justicia al heroico partido que protagonizó la Real ante el Barcelona en la Supercopa. Seguro que no. Pero si hay alguna expresión que se puede acuñar en los últimos tiempos en el fútbol español para destacar a algún equipo atrevido en el futuro, seguro que muchos dirán aquello de que "es tan valiente como la Real de Imanol". Todos sabrán a lo que se refieren. Los realistas cayeron después de sufrir como hacía mucho tiempo durante 120 minutos interminables, plenos de garra, de casta, de orgullo, de sentimiento, de sufrimiento... En una palabra, de pasión. Pasión por el fútbol y por el escudo que lucen en el pecho. Es posible que no ganen ninguno de los cinco títulos que van a afrontar esta temporada, pero una cosa tenemos ya todos muy clara, es complicado que haya una afición que se sienta más orgullosa de los suyos que la txuri-urdin. Y los que desconfiaron, que fueron pocos, que escriban en una pizarra cien veces Nunca volveré a dudar de esta Real.

Cuánta pena y cuánto dolor. Demasiada injusticia para un conjunto épico, que inició el encuentro como un claro convidado de piedra y que acabó ganándose el corazón de todos. Imposible que un hincha neutral no finalizara el choque deseando que los realistas anotaran un segundo gol que les hubiera dado el éxito y que merecieron con creces. Los malditos penaltis, una suerte que nunca ha sonreído en exceso a los blanquiazules (salvo en Zaragoza), les dejaron sin pasaporte para el partido decisivo del domingo. Pero no podemos olvidar que son estos jugadores y este entrenador los que han devuelto a nuestro argot las palabras semifinal y final. 32-33 años después. Lo mejor de todo, fue la increíble reacción que protagonizaron plena de fe y entusiasmo tras pasar por el vestuario con el 1-0 en contra. Un ejemplo de superación, de carácter y de personalidad. Cuando volvamos a discutir sobre su falta de sangre, estaremos obligados a recordar la gesta de Córdoba, que se quedó sin gloria por las paradas de Stegen.

La jornada estuvo marcada por la ausencia de Messi en el entrenamiento de activación que completó por la mañana el conjunto azulgrana. Como es normal, su baja encendió todas las alarmas en Can Barça, conscientes de que sin su estrella no son tan competitivos y el resto del equipo se queda sin su paraguas de protección. Poco a poco, los periodistas que cubrían la actualidad culé fueron confirmando que estaba casi descartado al menos para el duelo de semifinales frente a la Real debido a unas molestias que sufrió ante el Granada y que le obligaron a solicitar el cambio por precaución. Desde luego, en lo que respecta al apartado psicológico, el primer tanto lo anotó la Real cuando se confirmó definitivamente que no era de la partida y que no se sentaba ni en el banquillo. Eso, claro está, porque la Real ya tenía asimilado que no iba a contar con Silva, algo que conviene recordar porque no lo van a leer ni a ver hoy en ningún medio de comunicación que no sea guipuzcoano.

Imanol apostó por el once esperado, sobre todo si tenemos en cuenta sus movimientos el sábado en el Sánchez Pizjuán. En la zaga regresaron Le Normand y Monreal para cerrar la catastrófica vía de agua abierta en Sevilla, con Guevara por delante y el mismo bloque ofensivo. Sí, no cabe duda, el técnico reservó a varios de sus jugadores en el duelo ante los de Lopetegui porque se iba a tomar muy en serio la Supercopa y se sentía con opciones de dar la gran campanada en dos capítulos. La esperada nueva titularidad de Isak, que atraviesa su mejor momento del curso, volvió a sembrar de dudas el presente y futuro de Willian José.

Como suele ser habitual en los días grandes, la Real tuvo una gran puesta en escena. Valiente y convencida de sus posibilidades, con una presión muy adelantada que alcanzaba hasta al mismo Ter Stegen y con una buena circulación de balón. Los realistas no parecían superados por la presión y la cosa pintaba realmente bien porque estaban cumpliendo su primer cometido, que era quitarle el balón al Barça. La pena es que en sus mejores minutos se quedaron sin alcanzar el segundo, el más complicado, aprovechar las ocasiones que tuviesen para adelantarse en el marcador. Una meta que parecía ser clave para sus posibilidades de dar la sorpresa.

En los primeros 20 minutos, los realistas generaron hasta cuatro buenas oportunidades, pero la realidad es que no pusieron en excesivos aprietos al meta teutón. Isak, en un forzado cabezazo, y Portu, en un mal chut cruzado, ambos asistidos por Gorosabel, no encontraron portería. Le Normand, en un buen testarazo en un córner, e Isak, en una contra conducida por Oyarzabal que se la cedió demasiado tarde, se toparon con la segura respuesta de Ter Stegen.

En el minuto 22, un disparo desde fuera del área de Lenglet que se marchó rozando el palo fue la confirmación de que el viento había cambiado. Los donostiarras se replegaron y cedieron la posesión y el dominio territorial a un Barça que, como era de esperar, fue creciendo a partir del balón al mismo ritmo que florecieron los nervios de los guipuzcoanos. Tampoco es que produjeran demasiadas ocasiones, pero la Real fue poco a poco menguando, incluso con errores graves en las transiciones defensa-ataque tras recuperación. Braithwaite, de cabeza a centro de Mingueza, y Dembélé, que era una pesadilla constante, fueron los que más cerca estuvieron antes del minuto 39, en el que una magnífica combinación entre el danés y Griezmann la remató a la red en un escorzo muy forzado De Jong. Un golpe muy duro, porque llegar al descanso con el 0-0 otorgaba un mínimo bonus. Isak, desde lejos, y un centro de Monreal que no remató nadie fueron los exponentes de la rabiosa reacción de los realistas. Y sí, el color del enfermo era preocupante camino de los vestuarios.

Pero la Real de Imanol siempre tiene posibilidades de resurgir. En cualquier momento y en cualquier partido. Nada más reanudarse el juego, tras una combinación larga de la Real, buscando atraer al Barcelona hasta los aledaños de Remiro, un centro de Oyarzabal lo cortó con una zamorana De Jong, que estaba en todos lados. Penalti indiscutible que transformó con su habitual maestría el 10 realista. Lo más difícil estaba hecho, este muerto estaba muy vivo. A partir de ahí comenzó un intercambio de golpes tan atractivo como peligroso que solo hay un equipo en la Liga que se atreve a proponerlo y aceptarlo ante un gigante. Y es esta heroica Real.

De Jong, tras un gran recorte, Griezmann, de volea, y Braithwaite asustaron a unos realistas que también pudieron anotar en un remate de Portu y en una internada de Isak. Merino casi anotó en un córner al final.

Los cambios de Imanol cambiaron a la Real y en la prórroga fue muy superior. Zaldua se encontró con el vuelo de Ter Stegen. Remiro salvó ante Dembélé, tras un fallo de Oyarzabal, y, tras otra volea de Griezmann, arrancó el show de Januzaj. En la primera sirvió un balón magnífico que no pudo encañonar Oyarzabal. En la segunda su jugadón acabó con un punterón que salvó Ter Stegen. Y la última, un obus en una falta, se estrelló en el palo tras rozar el salvador del Barça. En los penaltis fallaron Bautista, Oyarzabal y Willian, lo que dejó a los de Imanol sin opciones.

El fútbol volvió a ser muy injusto con la Real. ¿Qué más se puede hacer para ganar un partido tan importante? Era la única ecuación que nos quedaba por resolver, ahora también sabemos que a los nuestros no les tiemblan las piernas y se hacen aún mejores en los choques de enjundia. Salvo desde los onces metros... Las lágrimas deben ser solo de orgullo y de rabia. Se lo merecían. Eskerrik asko por hacernos soñar tan alto frente a abusones. Nadie más grande que la Real. En la victoria y también en la derrota.

Cuando parecía agotada, los cambios mejoraron mucho

a una Real que acabó en la prórroga avasallando al Barça, al que salvó Stegen