Maradona estará orgulloso del club que estrenó la nueva denominación de San Paolo con su nombre. Pero no solo el malogrado y homenajeado astro argentino, cualquier aficionado al fútbol estaría encantado si su club jugase una décima parte de lo que lo hace esta Real. Qué maravilla de encuentro. Un baño en toda regla que tenía pinta de que iba a ser estéril porque, una vez más, la falta de puntería condenaba a los blanquiazules. La diosa Fortuna decidió que lo que le había pasado a esta Real en esta fase de grupos era un castigo excesivo y le echó un cable, en un balón que cayó muerto y que Willian José, por fin dentro del área y con una maniobra de auténtico 9, se lo acomodó con el pecho para fusilar a placer a Ospina.

La situación era tan dramática y angustiosa, a la par de injusta, que las décimas de segundo que tardó en disparar se nos hicieron eternas. A partir de ahí, la locura. Todos recordaremos el momento en el que anotó Willian el gol de Nápoles. Pocas sensaciones más bonitas que la Real marque en el último minuto porque, entre otras cosas, su leyenda está teñida de gloria lograda en este formato. Siempre nos recordará a Zamora y hará que se nos olvide en cierta medida el sinvivir y el sufrimiento que padecimos en unos últimos minutos en lo que, como sucedió aquella tarde de 1981 en Gijón, parecía todo perdido.

"Oh mamá, ¿sabes por qué me late el corazón? He visto a Maradona y oh, mamá, me he vuelto a enamorar" era la canción que siempre le ha cantado la afición napolitana al 10. Justo la misma sensación que tuvimos los hinchas realistas ayer cuando vimos la exhibición de nuestro equipo en un partido decisivo, en una situación desfavorable, en un escenario sobrecogedor y ante un rival de enjundia. La Real nos volvió a enamorar. Es fácil escuchar a un entrenador anunciar antes de una auténtica final que su equipo va a ser fiel a su estilo y que no le va a importar la propuesta de su rival. Lo difícil es hacerlo. Saltar al terreno de juego de San Paolo ante un contrincante plagado de internacionales y jugar como si estuvieras en Anoeta disputando un partido cualquiera de la competición doméstica. El Nápoles no se lo podía creer. No entendería nada. ¿Cómo era posible que la Real, un equipo asomado al precipicio de la eliminación, se presentara en su campo y no le dejara ni salir de su área? Con una presión adelantada asfixiante, y con una convicción y una claridad de ideas fuera de lo común. Lo que protagonizaron ayer los donostiarras fue uno de los grandes momentos de la temporada, no solo suya, sino de cualquier equipo de la Liga. Porque, aunque muchos no lo decían por respeto, lo cierto es que casi nadie daba un duro por ella, sobre todo fuera de Gipuzkoa.

Ahora bien, así como se habló tanto de las bajas de Oyarzabal y Silva, es justo reconocer y ensalzar el mérito de los jugadores que saltaron al campo convencidos de que iban a plantar cara y jugar de tú a tú contra todo un Nápoles. Lo que seguro que no presagiaban es que le iban a pasar por encima, como pocas veces lo ha sufrido este equipo en los últimos años. No nos olvidamos de Imanol Alguacil, el principal responsable de que esta orquesta toque como los ángeles. Y, sobre todo visto lo visto ayer, que tenga la fe en sus posibilidades hasta el final. Pocas veces la afición txuri-urdin se ha identificado tanto con un técnico y con su capacidad de dirigir y de transmitir. A día de hoy, el afecto y la simbiosis que vive esta pareja no tiene parangón. Somos muy felices.

La primera media hora fue una de las mejores que se le recuerdan a esta Real. Y ojo, que la lista es de lo más exigente. Al minuto, Merino ya había probado a Ospina tras una dejada de Willian José. El navarro desempolvó su traje de chico para todo para firmar una actuación sobresaliente con la que nos recordó a su nivel del año pasado y a la que solo le faltó el gol. Poco después, Guevara, cuyo rendimiento ejerciendo de interior tuvo mucho mérito, sobre todo en la presión, probó suerte con un disparo que se marchó fuera. Con los realistas crecidos y arrollando, Willian se jugó un disparo con la zurda que repelió el meta, cuando tenía a Merino solo a su izquierda. Segundos después, Mario Rui casi anotó en propia meta. Y a los 19 minutos, llegó la acción que parecía ser la clave antes de la gesta final, ya que el punta brasileño se recorrió medio campo para asistir a Portu, quien, con la portería vacía, quiso asegurar con su pierna buena en lugar de empujarla con la zurda y remató fuera. Increíble, pero cierto. Eso sí, en su descarga hay que destacar que contribuyó en mayor o menor medida en casi todos los ataques guipuzcoanos.

En plena crisis de puntería, la jugada hizo mucho daño a la Real y reforzó la autoestima de un Nápoles acongojado. Bakayoko dio el primer aviso en un córner y, tras un disparo de Merino y otro de Zielinski que salvó Zubimendi, llegó el doloroso tanto del polaco. Fue en un rechace de otro saque de esquina. Merino despejó, el equipo no cerró bien y el polaco, tras controlar, encañonó un fuerte disparo ante el que Remiro ni se movió.

En la reanudación se repitió la misma historia. A pesar de que todo parecía ir en su contra, la Real volvió a retomar su versión más espectacular y arrolladora. Los realistas entraban en la zaga visitante como un cuchillo en la mantequilla. Hacían lo que querían. Por la derecha, por la izquierda, pero le faltaba lo de siempre en las últimas semanas, rematar. El grado de la paliza fue tal que Gattuso decidió plegar velas y pasar a repetir la misma apuesta ultraconservadora del Alavés, con la diferencia de que no le habían expulsado a ningún jugador. El único susto de los italianos llegó en un gran centro de Mertens que salvó en boca de gol un insuperable Monreal. Imposible jugar mejor que el lateral, tanto en defensa como en ataque. Lo hizo todo bien.

Januzaj y Barrenetxea lo intentaban sin suerte y cada vez se notaba que la gasolina iba bajando peligrosamente en el depósito realista. Ya casi al final, Januzaj remató centrado con la derecha; e Isak disparó desde la semiluna, pero sin acierto. No era justo, el AZ atacó una vez en el mismo escenario y se llevó los tres puntos, y la Real no paró de hacerlo en 90 minutos y parecía condenada a la eliminación... Hasta que llegó por insistencia el gol de Willian, cuyo grito se escuchó desde aquí mientras su afición lloraba de emoción. De acuerdo Willy, estás perdonado. Elegiste un gran día.

Lo mejor de todo es que esta clasificación tan sufrida abre la puerta a la esperanza de que la afición pueda disfrutar en los cruces in situ de su equipo, al que no querrá ver nadie en el bombo. Los libros de historia contarán que el estadio Maradona lo inauguró un equipo vasco que la tocaba como los ángeles y en el que seguro que le hubiese gustado jugar hasta el mismo ídolo argentino. Enorme Real.

Comienzo del partido. La Real comenzó clasificada por tener el mismo resultado que el AZ Alkmaar.

Minuto 34. El gol del Nápoles puso cuesta arriba el camino de los realistas, que en este momento estaban eliminados.

Descanso. El 1-0 en Nápoles y el 0-0 en Rijeka clasificaba en el entreacto a los italianos y al AZ.

Minuto 52. El gol de Menalo para el Rijeka (1-0) volvió a meter a la Real en la siguiente ronda.

Minuto 58. Poco le duró la alegría a los txuri-urdin porque Wijndal anotó para los holandeses (1-1).

Minuto 91. El gol de Willian José (1-1) clasificaba al equipo guipuzcoano con el empate de Rijeka.

Minuto 93. El tanto del conjunto croata (2-1), obra de Tomecak, aseguraba aún más la clasificación de los realistas.

Minuto 95. El final en Rijeka, con la derrota del AZ, daba la clasificación matemática a la Real pasase lo que pasase en el último minuto de su partido, que aún no había acabado.

6ª JORNADA

Real Sociedad

CLASIFICACIÓN

2.Real Sociedad La primera media de la Real fue apoteósica, pero la falta de puntería le volvió a condenar y vio cómo en otro córner se adelantaba el rival

Los realistas superaron a todo un Nápoles que, en vista de la que le estaba cayendo encima, decidió poner el autobús en su campo