Competir en Europa con la Real tiene estas cosas. Una pena que no hubiese aficionados txuri-urdin en la poblada grada, porque esos sí que iban a recordar el festejo de por vida, pero marcar un gol en la prolongación para dar el triunfo a tu equipo conlleva como recompensa que siempre te vinculará con esa victoria y con ese momento de euforia. Aunque sea el primero de la fase de grupos y luego pueda quedarse en nada. Es lo que tienen los goles de tu equipo en los últimos minutos, que generan un éxtasis individual (en estos tiempos que corren aún más) del que luego cuesta mucho bajar para regresar a la normalidad. Si encima el éxito lo firma un canterano, delantero, al que no le esperaba nadie ayer y que ha decidido quedarse sin escuchar las muchas ofertas que ha recibido para perseguir el sueño de triunfar en el equipo de su corazón, la alegría es doble. Pocas circunstancias reconfortan más que un chaval de la casa anote y dé el triunfo en un viaje por Europa con la txuri-urdin. Demasiados condicionantes confluyen para sentenciar que ayer nació La leyenda del gol de Bautista, que seguro se recordará dentro de muchos años.

La Real había estado demasiados minutos bloqueada y desconcertada ante las puertas de una muralla croata, que ya no quería saber nada del balón y ya había hecho tres cambios por lesión de todo lo que habían corrido. Imanol se desgañitaba en la banda para que no se salieran del guion y buscaran un resquicio que les concediera una victoria clave. Porque no, no era el Vardar, el Rijeka demostró ser un equipo mucho más serio y competitivo, pero sí era peor y había que ganar. La igualada significaba perder dos puntos que podían tener su importancia en el futuro. Lo cierto es que los locales ya emitían signos de agotamiento después de aguantar su punto con sangre y sudor... Le faltaban las lágrimas. Zubimendi buscó por dentro a Silva y este, tras un gran control, se giró para proyectar a Merino, que venía picado y caliente por un rifirrafe con un gigante balcánico (así es aún mejor), y su centro lo engatilló con la zurda Bautista. Matador. Tan listo como siempre en el área. Un jugador infravalorado, con muchas más virtudes de las que muchos reniegan o no se las quieren reconocer. El de Errenteria volvió a dibujar otra sonrisa en la cara del feliz líder de la Liga. De la Real de Imanol.

El técnico confirmó con su alineación que respetaba mucho al Rijeka. Que su documentado y detallado análisis del equipo croata en la víspera no era postureo. El oriotarra no se fiaba y solo hizo dos cambios respecto al once que se encaramó al liderato de la Liga. Zubimendi volvió a tomar el timón e Isak recuperó la titularidad en punta. Poco se destaca que el oriotarra lleva mucho tiempo tomando decisiones, al margen de gustos personales, lógicas y previsibles. Sin ataques de entrenador. Luego durante el duelo acertará más o menos en sus movimientos, como cambios de tácticas o sustituciones de jugadores, pero su sello de identificación es el sentido común y, una cualidad muy infravalorada, la normalidad. En Rijeka jugó el equipo que más o menos todos esperábamos porque el duelo era muy importante, de los que pueden marcar la trayectoria de un equipo en una fase de grupos tan corta como esta.

Lo primero que llamó la atención es que en la grada había bastante más gente que el 30% ordenado por la UEFA. Vamos, lo esperado. Si en Zenica, Bosnia, en un partido de España, el autobús de la prensa se retrasó y los periodistas tuvieron que ver el partido con sus micrófonos y ordenadores en el sector de la grada reservado a los militares porque se habían ocupado sus sitios, ¿qué se podía esperar ayer? En su rueda de prensa, Roberto Olabe manifestó que el Rijeka les iba a disputar el balón. Su diagnóstico no fue del todo atinado. Con una línea de cinco defensas, de las de verdad, sin carrileros, los locales aguardaron replegados a la Real. La mayoría del tiempo con todos sus jugadores en su campo para cerrar huecos y achicar espacios. El planteamiento txuri-urdin fue todo lo contrario, con los laterales muy abiertos y siempre dispuestos a doblar al extremo.

En lo que acertaron tanto Olabe como Imanol era en que los jugadores ofensivos balcánicos tenían todos calidad y muy bien pie, tanto para asistir como para buscar puerta. No se puede poner en duda el dominio y la superioridad guipuzcoana antes del entreacto, pero el Rijeka dispuso de dos ocasiones clarísimas. Una a los veinte minutos, la primera de relevancia en el partido, en un doble disparo de Andrijasevic y Loncar que detuvo un atento e inspirado Remiro. Y la segunda, en otra contra esporádica, con otro disparo de Loncar que lamió el palo. La Real dominaba con nitidez, pero tenía muchos problemas a la espalda de Zubimendi y también, inesperadamente, de Le Normand.

Las oportunidades realistas llegaron la mayoría de las veces en el continuo bombardeo de saques de esquina o en las jugadas derivadas de los mismos. Oyarzabal, Silva, Isak y, sobre todo, Portu, que firmó una exhibición física aunque fallara en el último pase, tuvieron sus opciones. Le Normand estrelló su cabezazo en el larguero en la ocasión más clara visitante.

En la reanudación el Rijeka no quiso saber nada más de atacar porque sabía que el partido se le iba a hacer largo. Portu rozó el tanto con un tiro cruzado, aunque luego se produjo un aburrido apagón hasta el 82' en el que Oyarzabal disparó al palo. La Real olía la sangre y Monreal y Willian José no atinaron hasta que apareció Bautista para firmar su diana más importante en el primer equipo. Una gesta.

Los triunfos así siempre saben mucho mejor. Se sufrió, incluso por momentos más de la cuenta. Se puede reconocer que pudo ser peor que el empate, pero si metes todos los ingredientes del duelo de ayer en una coctelera, nadie puede discutir que la victoria de la Real fue justa. Dos lideratos mejor que uno...

En la primera parte el Rijeka demostró que sus jugadores ofensivos tenían calidad y dio un par de sustos en acciones al contragolpe

La Real atacó mucho antes del descanso y, aunque le faltó atinar con el último pase y la definición, siempre estuvo cerca de marcar

La Real estaba completando una mala segunda parte hasta que en los últimos minutos por fin encontró resquicios en la muralla local