Donostia. Durante un importante periodo de tiempo en el club se ha dado por bueno que la Real había cambiado de estilo y que este era innegociable sin tener en cuenta el rival que se pusiera delante. Eso se ha acabado. Parece que lo hemos olvidado, pero el equipo solventó la semifinal de Copa al modificar por completo en la vuelta su planteamiento respecto al duelo de ida. La explicación está clara. Tiene nombre y marca registrada. Se llama Imanol Alguacil. Ese al que un día hicieron de menos al denominarle un especialista del último escalón para alcanzar la profesionalidad. Un entrenador como la copa de un pino que, consciente de que no tenía esta vez los suficientes argumentos debido a las bajas para plantar cara al Madrid, como por ejemplo lo hizo en el 3-4 de la pasada Copa, planteó un partido muy táctico, sin darle tanta importancia a la posesión y creyendo siempre que en la segunda parte con los cambios podría incluso abordar el llevarse los tres puntos. Es cierto que el Madrid se estrenaba en Liga, lo cual le exponía mucho más, pero la sensación que dejó por momentos fue de equipo imponente, gran favorito para reeditar el título de Liga. La Real fue casi siempre menos, pero resistió bien y estuvo muy cerca incluso de sorprenderle en alguna jugada aislada. Mucho mérito. No todos se pueden sentir así ante el Goliat blanco.

Un Real-Real Madrid no es que no sea lo mismo sin público, sino que no tiene nada que ver. No solo a día de hoy. El que haya vivido un duelo en la cumbre entre esta rivalidad que se forjó en la década de los 80 sabe perfectamente que un choque sin público, en la jornada 2, y sin ninguna competitividad clasificatoria no tiene parecido con aquellos memorables encuentros que acababan siendo recuerdos para toda la vida. Sobre todo, si la cosa se decantaba a favor de la Real, algo que desde hace mucho no es nada extraño cada vez que visita Donostia el Madrid. La conclusión antes de iniciarse el duelo es que el coloso blanco todavía no conoce el infierno txuri-urdin en el nuevo Anoeta, algo que sin duda le tranquiliza porque no hay más que preguntar a los más veteranos en el club para conocer lo mal que lo han pasado cada vez que comparecían en La Concha. A día de hoy, con ese rumor malintencionado que nace de tierras catalanas y que acusa a la Real de ser un club amigo y casi filial de los blancos por la buena relación entre sus presidentes, solo aclararles que el día que se pueda disputar este choque con normalidad, con la grada llena y toda la hostilidad que se respira por los agravios históricos sufridos a causa del gigante merengue, se desvanecería de un plumazo si comprobasen la que le esperaba a Ramos y compañía en Anoeta€

Imanol sacó la ofensiva alineación esperada. Sin Silva, que esperó a su oportunidad en la segunda parte al no encontrarse el 100%, y con Le Normand, que aguantó bien el chaparrón Benzema el curso pasado, Aihen en lugar de un Monreal que no se recuperó a tiempo a pesar de que el club quiso jugar al escondite con él para poner en evidencia filtraciones; Guevara, que reaparecía seis meses después sin apenas poder ejercitarse con normalidad en las últimas semanas; con Oyarzabal en la mediapunta y Barrenetxea en el extremo izquierdo. No se le pudo acusar de poco valiente y de no ser consecuente con su personalidad al oriotarra. La gran novedad en el Madrid fue la presencia de Martin Odegaard, pese a que estuvo enfermo entre semana, lo que motivó que pasara varias PCR por si daba positivo. Zidane se jugó un órdago a la grande y una importante carta psicológica al alinear al noruego ante sus excompañeros, aunque todavía no hubiese superado sus problemas de rodilla que le condicionaron sus últimos meses de blanquiazul. El galo le dio las llaves de la medular, como Imanol el curso pasado, mientras que arriba abogó por Rodrygo y Vinicius consciente del daño que podía causar en los laterales locales, como ya sucedió la temporada pasada. Sabía perfectamente la tormenta que iba a provocar en el corral de Imanol, que, en realidad y en estos últimos meses, es el que más ha apostado por su éxito en la casa blanca. Y por cierto, hay que recordarlo más, el único refuerzo del Madrid para esta temporada que estaba apalabrado que jugaría en la Real y que no lo hizo por el incumplimiento del contrato por parte de los supuestos amigos blancos. Una vez más, queda claro que los colegas del presidente realista no tienen nada que ver con los de la Real, porque el primero está de paso y no es un ser superior. Por muy bien que lo esté haciendo en la cuestión deportiva, la Real es de su afición. A ver si no lo olvidamos para lo bueno y lo malo.

La media del once txuri-urdin para enfrentarse al equipo más grande del mundo era de 23,5, con Portu como su jugador más veterano y siete futbolistas formados en Zubieta. Todavía hay algunos que ponen en duda su apuesta por la cantera por la necesidad de reforzar la plantilla para dar ese salto de calidad definitivo. En el fútbol de hoy en día, con todo lo que está cayendo y lo largo que es esto...

El primer tiempo fue bastante agobiante. El Madrid tenía bien aprendida la lección y sabía que sin sus mejores mediocentros la Real iba a tener muchos problemas para la salida de balón y gobernar el encuentro. Su presión en bloque alto, sin apenas dejar dar dos pases a los blanquiazules desde el saque de Remiro, generó muchos problemas a los realistas, que nunca se sintieron cómodos y siempre fueron conscientes de que eran inferiores y de que en cualquier momento podía suceder lo peor. Los blancos apretaron mucho pero sin generar demasiado peligro, entre otras cosas, por el extraordinario trabajo de sus dos centrales en los continuos centros laterales, que no concedieron ningún remate dentro del área. Como suele ser habitual en los últimos duelos entre los dos equipos, el más peligroso fue Benzema, aunque sus intentos fueron demasiados lejanos. El primer disparo lo atrapó un Remiro dubitativo, que no encontraba soluciones y a quien la falta de estas acabó condenándole al error grave que no supo aprovechar el galo en una acción mal anulada por fuera de juego. Vinicius también lo intentó con su habitual falta de puntería y Benzema chutó otra vez desviado antes de una pequeña reacción de los realistas con un córner cabeceado fuera por Le Normand. Y en la mejor oportunidad, no solo de los locales sino del primer acto, Isak no logró batir a Courtois en un uno contra uno tras una genial asistencia de Oyarzabal y en la continuación de la jugada no encontró la escuadra con su rosca. Fue un oasis en un primer tiempo en el que la Real no estuvo a la altura, sin posesión, con Guevara perdido y Oyarzabal desasistido, lo que motivó el fallo en el origen del juego para abastecer de buenos balones a los tres de arriba. Al menos, esta vez los defensas acreditaron que también son capaces de dar un gran nivel ante unos rivales de enjundia. Lo necesitaban. Sin más posesión, la Real iba a ser incapaz de puntuar, eso lo teníamos claro en el entreacto.

En la reanudación la escuadra guipuzcoana volvió a estar cerca del gol en un disparo de Barrenetxea en un difícil servicio de Oyarzabal, otra vez, que cruzó demasiado y se marchó desviado. Fue una jugada que invitaba a la esperanza, pero lo cierto es que el martillo pilón blanco se puso manos a la obra y poco a poco fue recuperando el control para no permitir ninguna oportunidad más a los locales. En el otro área, Benzema, en un par de ocasiones, una evitada por Aritz en plan superhéroe y otra por Remiro en una intervención extraña, y Kroos, en dos disparos lejanos, volvieron a asustar, aunque sin excesivos agobios.

Dicen que el Madrid nunca gana fácil en Donostia. Que siempre lo pasa mal. Da igual que los blanquiazules le esperen con una o diez bajas, ante los blancos se vienen arriba y les plantan cara. De tú a tú, como tanto repitieron antes del duelo. Suena sencillo, pero no lo es. En ese sentido, la Real estuvo a la altura. Algunos dirán que tuvo suerte porque el Madrid aún no ha alcanzado la velocidad de crucero. Igual los que tuvieron fortuna por el mismo motivo fueron los madrileños ante una Real que sigue teniendo muy buena pinta pese a no haber arrancado todavía.