Todos los que han viajado alguna vez a Zorrilla saben que se trata de una plaza especial. Nunca ha sido fácil ganar y la mayoría de encuentros finalizan en tablas y sin demasiado espectáculo. Si hasta hubo una vez que, después de una campaña dramática, la Real no fue capaz de sumar los tres puntos ante un rival que se había quedado con ocho. Tampoco los resúmenes de los encuentros que se disputan allí suelen ser los que más espectáculo brindan o en los que más goles se ven, pese a que el club castellano ha contado con jugadores de mucho nivel técnico. Si a esto le añadimos que estamos en el arranque de la temporada, que apenas han podido trabajar los equipos y que ambos contrincantes estaban mermados por las bajas, el resultado suele ser lo que se vivió ayer en la capital pucelana. Una discreta Real, en obras, se llevó un buen punto ante un adversario complicado e incómodo, que normalmente no pierde cuando consigue ponerse por delante en el marcador como ayer.

Una pena porque, como sucedió el curso pasado y pese a que viajaron con una lista de bajas dramáticas, la Real siempre pareció mucho mejor equipo y, es justo reconocerlo, nunca mereció llevarse los tres puntos. Es más, si rescató un punto fue gracias a un regalo de Masip, en una falta ejecutada con veneno por Roberto López. Y poco más, mucha sensación de que se podía y una frustración superior por la incapacidad para generar ocasiones que decidieran la contienda. Las cosas como son.

El Valladolid es el típico equipo que se le atraganta a la Real. Estaría bien escuchar la charla de Sergio antes de comenzar. Seguro que les comentó a sus jugadores que estos son muy buenos y la tocan muy bien, pero no nos van a ganar ni de broma. Y eso es algo que tienen que estudiar los donostiarras. Por qué el Valladolid, con lo que tiene y con un presupuesto mucho menor, siempre le genera muchos problemas no solo en su estadio, sino también en Anoeta. Da igual que cambie de centrales y que modifique sus peones, la Real es incapaz de generarle ocasiones de peligro. Imposible no recordar lo sucedido la pasada campaña en el mismo escenario, cuando el cuadro blanquiazul no fue capaz de llevarse los tres puntos en los últimos minutos a pesar de haber sufrido con las contras de los pucelanos. Su planteamiento es jugar al fallo y, lo más grave de todo, es que la Real suele conceder demasiado. Es decir, se trata de una presa bastante accesible para la sabana castellana, donde se hace fuerte el Valladolid de Sergio. Lo dicho, un empate y gracias. Como el año pasado. A ese duelo algunos lo catalogaron como la mejor actuación visitante de la temporada de los de Imanol. Pintoresco. Sin generar apenas opciones de marcar y sufriendo ocasiones, para más inri de Sandro, que podía haber decantado el resultado para los vallisoletanos. O sea como ayer con las oportunidades de Orellana y de Guardiola a puerta casi vacía antes de que se pusieran por delante.

Valladolid representa como ninguna la frustración por el alcance de la pandemia. No podemos negar que las expectativas con este plantel son elevadas, pero la ilusión, que debería situarse en lo más alto dado el nivel y las posibilidades de la plantilla, se apagan sin que pueda desplazarse la afición. El año pasado solo la decisión de Ronaldo de reducir el espacio para la afición visitante provocó el mayor desplazamiento de la temporada de la parroquia txuri-urdin (sus hosteleros tienen que estar contentos). Nadie podía imaginar que la cosa iba a ir mucho peor en este curso, sin gente en la grada y en un duelo descafeinado por la plaga de bajas que condicionó por completo el once de Imanol. Lo más tranquilizador de todo fue que, pese a contar con ocho ausencias médicas y cinco futbolistas inhabilitados para salir desde el inicio, presentó una alineación convincente, capaz de llevarse los tres puntos y, sobre el papel, superior a la del Valladolid.

El partido respondió al guion esperado desde el primer minuto. Los castellanos entregaron el balón a los realistas y aguantaron rezagados a que fallaran, conscientes de que la clave era anular a sus dos volantes. La Real entró fuerte en el choque y Gorosabel, que apenas se incorporó al ataque en un día importante para él, estuvo cerca del gol en un centro chut, y Portu, el más peligroso de todo el encuentro, lanzó al lateral de la red un buen servicio de Merino. Poco a poco el Valladolid se fue estirando al ser consciente de que no le hacía demasiado daño la posesión txuri-urdin, Aritz despejó una falta con muchos apuros, y Remiro, que completó una buena actuación, salvó con una gran estirada un centro-chut de Nacho. La Real comenzó a flaquear en la retaguardia a pesar de que a Imanol le gusta repetir que los rivales suelen destacar esta faceta (igual lo hacen para que no modifique nada y así ser tan vulnerables; suele pasar). A Waldo se le escapó un rebote en un saque de esquina por golpear fatal y Orellana generó la mejor ocasión al marcharse de Llorente y no marcar por la gran salida de Remiro, con el siguiente disparo de Waldo que salvó el madrileño bajo palos. El delantero estrelló el balón en el palo poco después. Algo olía mal pese a que Barrenetxea, con una gran jugada, e Isak, con una volea de la casa con la zurda, rozaron el ponerse por delante. En el minuto 39, Guardiola rompió a Aihen y su centro lo remató sin oposición Míchel a la red. La Real ya no iba a ganar el partido. Ni más ni menos.

En la reanudación los donostiarras intensificaron su dominio. Jugaban en campo del rival, ganando metros, pero continuaba sin generar ocasiones de peligro al estrellarse contra la fornida zaga vallisoletana. El empate llegó de la forma menos esperada, ya que Roberto López, que estaba completando una actuación decepcionante, sirvió una falta con veneno, de esas que, aunque no roce nadie, provocan incertidumbre a los porteros, y Masip se la tragó por completo. El catalán tenía espacio y campo visual para controlar una pelota que se le escurrió de los brazos.

Lo más difícil estaba hecho y la situación invitaba a pensar que la Real podía hacerse con los tres puntos. Pero, pese a su control y dominio, solo fue capaz de producir dos opciones poco claras más en las botas del mismo Roberto y Merino. El triple cambio de Oyarzabal, Janu y Baustista no modificó demasiado las cosas e incluso el Valladolid rondó el triunfo en un centro-chut de Kike que incomodó a Remiro.

This is Zorrilla. Donde las cosas no son tan fáciles como parecen. Donde si te confías y crees que eres superior y te vas a llevar los tres puntos, te estrellas. No son muchos los seguidores blanquiazules que le han visto ganar a su equipo en este campo y eso es por algo. En este escenario siempre pasa algo. Aunque es lógico pensar que, dada la diferencia de nivel, la Real tenía que haberse llevado la victoria, lo cierto es que por hache o por be siempre se complica la cosa. La Real regaló a un equipo que juega al fallo y empató por un error grosero de los locales. Un empate para abrir una cuenta. No parece mal botín cuando se había puesto por delante el Valladolid y a la Real le costaba tanto producir ocasiones. Un punto y aparte. Con todo lo que queda...

Un gol de falta de Roberto López, que se tragó Masip, le dio un valioso empate a unos realistas que no eran capaces de generar peligro

La defensa txuri-urdin volvió a naufragar ante un ataque no demasiado exigente, lo que le privó de sumar los tres puntos