e autoproclamo corporativista. Aunque mi profesión me pone a prueba constantemente, por su marcado y por momentos desesperante carácter protagonista, mediático y opinador, lo que provoca que haya criticado a muchas publicaciones, lo que me suele salir normalmente es defender a los periodistas. Sobre todo en los momentos más críticos, cuando uno de ellos ha cometido un error grave y está siendo lapidado sin piedad. Quizá sea entonces una cuestión más humanista o solidaria, pero a mí me gusta considerarme una persona corporativista, con todos los defectos que ello implica. Es más, me gusta que lo sea la gente en sus respectivos oficios e incluso, cuando no lo son, me chirría y me enerva a partes iguales. Hay una faceta en la que me cuesta mucho entender cómo es posible que se tengan tan poco respeto y es la de entrenador. Cuando huelen a muerte ya hay muchos candidatos presentándose sin ningún pudor voluntarios en el mismo velatorio con el cuerpo del despedido aún caliente. No se respetan entre ellos. Así es complicado que luego les respeten a ellos. No es el caso de todos, eso hay que dejarlo muy claro. Pero me gusta la corriente de admiración y de reconocimiento que ha despertado entre sus compañeros de profesión el extraordinario éxito de Jurgen Klopp al frente del Liverpool. Reconozco que el alemán es un tipo que me tiene ganado desde hace mucho tiempo, concretamente desde una eliminatoria europea que disputó contra el Villarreal en la que, después de asistir a sus habituales numeritos y lloriqueos en la banda sin poder disimular su cara de asco, llegó a la sala de prensa y declaró aquello de "No me gustaría ser Marcelino ni un segundo de mi vida". Lo sé, me estoy desviando, muy poco corporativista por su parte y por la mía, ya que reconozco que he solido adoptar esa frase para referirme a algunos compañeros sí, soy consciente de que llevo camino de ser el primer periodista que se desmiente a sí mismo en su propio artículo. Un caso único. ¡Con lo de moda que está informar negando lo que escriben los demás! (otra puya, no puedo parar).

A lo que iba. De Guardiola, que siempre pretende ser elegante salvo cuando le enfadan, es decir como casi todos, nos los esperábamos. El elogio a su manera de Mourinho, centrándolo más en la dirección deportiva del Liverpool que en la figura del alemán, no tanto: "Han hecho lo que hay que hacer. Cuando confías en un entrenador, confías en él de verdad. No importa cómo lo haga en la primera o en la segunda temporada. Sigues trabajando porque creen en ti. Seguís trabajando juntos. Es un buen ejemplo para esa gente que cree que en el fútbol las cosas se consiguen en una semana, en mes o en año. Doble enhorabuena para el Liverpool".

Nos gusta Klopp, porque en el mundo en el que se codea, la elite, lo suele desdramatizar y naturalizar todo. Ahora en su momento de gloria es cuando hay que recordar su discurso cuando en 2016 perdió su quinta final consecutiva con el Liverpool ante el Sevilla en la Europa League: "¿Injusto? No lo sé. Hay cosas más importantes en la vida que el fútbol. No creo que Dios haya planeado para mí que llegue a una final y siempre sea noqueado. A veces el camino es un poco más duro. Pero tengo mucha suerte en mi vida. Como, por ejemplo, que estoy sentado aquí y soy el entrenador del Liverpool. Por lo que no creo ser una persona desafortunada o que la vida haya sido injusta para mí. Desde luego que no. Es verdad que esta noche no tuvimos suerte y quizá tampoco en otras finales, pero seguiremos adelante. Yo seguiré adelante y llegaré a otra final y en la próxima tú me preguntarás: "Has perdido las cinco finales". Pero estaré preparado para ese momento. No sé si esta es una buena respuesta pero te aseguro que intentaré por todos los medios llegar a otra final aún sabiendo que puedo perderla. Así es. Hay problemas más importantes en la vida y este momento no es uno de ellos, aunque sea duro".

Es bueno recordar todo esto a la hora de centrarnos en la figura de los dos técnicos que se van a enfrentar esta tarde en el pintoresco escenario de La Nucía, en Alicante. Por un lado Paco López, al que parece mentira que se le reconozca tan poco el mérito que tiene al frente de Levante. No solo por los buenos resultados, que también, sino por su propuesta. Es el equipo que más claramente ha superado a la Real en Anoeta en lo que llevamos de temporada. Y su planteamiento no es precisamente del tipo Bordalás, o el que utilizaba Luis García en aquel equipo granota que subió con la Real y que casi consiguió que Lasarte en modo Hulk se liara a tortazos en la bocana de vestuarios. Es lo que tiene venir de la cantera y llegar sin hacer ruido. Estás obligado a demostrar cada día porque algunos siempre te van a tener bajo sospecha. Se lo pueden preguntar a Imanol. Sé que las redes sociales no son termómetro eficiente de nada, pero cuando el Espanyol iba venciendo 0-1, presas de la impotencia, muchos pedían ya su cabeza para intentar solucionar el descalabro.

Sé que he sido duro en algún análisis con él, porque es mi trabajo y no dudé en concederle su cuota de responsabilidad en el disgusto que nos hemos llevado todos por la terrible reanudación. Porque la tiene. Pero que nadie se equivoque, me imagino que como les pasará a la mayoría de aficionados del Levante con López, no tengo ninguna duda de que es el entrenador ideal para la Real. Esto no tiene nada que ver con que me parezca un tío 10, encantador y cercano, ni con su apasionado sentimiento txuri-urdin. Con sus equivocaciones, que las tiene y las reconoce, me parece un entrenador fantástico. Un técnico bastante mejor de lo que pensábamos muchos (yo incluido), que prepara muy bien los partidos, con una notable vocación ofensiva y un librillo con distintas formas de jugar, que mantiene a toda la plantilla enchufadísima y que consigue que todos los jugadores estén a muerte con él. Una persona auténtica, que transmite, contagia y engancha muchísimo. De las que genera tanta empatía que solo puedes desear que le salga todo bien. Y eso es terriblemente importante en el mundo del fútbol hoy en día, en el que abunda tanto personaje de plástico o de cartón. Aunque alguno tenga alguna duda en Zubieta y otros le quieran poner ya nombre a su relevo, a mí me daría una pereza enorme empezar a pensar en otro proyecto y se me quedaría un sabor de boca de fracaso. De no haber explotado hasta el final, como el Liverpool con Kloop, al mejor entrenador formado en la casa en décadas. A ver si nos vamos a olvidar ahora que ha llevado al equipo hasta la final de la Copa del Rey y que todavía puede abrir la puerta de las vitrinas 32 años después...

Eso sí, luego, como todos, estará expuesto a que le pelotita quiera entrar o no. Y como suelo repetir, y está viviendo en sus propias carnes el oriotarra, el fútbol es tan efímero que eres tan bueno como lo has hecho en el anterior partido. La mejor demostración es que, después de levantarse la ciudad feliz y aliviada tras el gol de Isak, por la calle en Donostia escuché a dos veteranos hablar del partido: "Esto dura un poco más y ganamos la Liga", le despidió el uno al otro. Así me gusta, optimistas pero siempre con moderación. Sin exageraciones. Imanol, recuerda, lo repito, a las duras y a las maduras. ¡A por ellos!