de repente el Getafe. Otra vez. Con las ganas que teníamos a este partido después de los lloriqueos por la decisión de la Federación de otorgarle, como es lógico, la plaza de Champions al que iba cuarto en el caso de que no se reanudara la competición. Nos cae mal el Getafe. Sobre todo porque, al margen de su propuesta, nos suele ganar. Eso es lo que más duele, obvio.

En esta maldita pandemia, como he venido comentando, se ha llevado la vida de mucha gente el cáncer, como la de Benito. Les aseguro que los delanteros realistas se acordarán bien de él, porque era un defensa implacable. De los de antes. Duro. De los que rascaban siempre que podía y marcaba territorio. De los que no hubiese podido sobrevivir en el fútbol actual porque le expulsarían en muchos partidos. Bueno, que jugaba en el Madrid, igual no, claro. Cuentan que en un Real Madrid-Sevilla, Biri-Biri, que aunque muchos jóvenes no se lo crean ahora, aparte de dar nombre a la peña más animosa sevillista, era un gran futbolista, en el Bernabéu, después de cuatro entradas consecutivas del madridista, se sintió anulado e impotente ante la fuerza del toledano hasta el punto de que le pidió educadamente: "Por favor, señor Benito, no me pegue más". Incluso Pirri, que tiene fama de ser una bellísima persona, le comentó delante del sevillista para amedrentarle: "Goyo, dale al negro que no se le notan los moratones". Eran otros tiempos. Sin duda.

Eso es lo que sucede un poco cuando la Real se enfrenta al Getafe. Dan ganas de decirles que se corten de pegarles y de intentar buscar en todo momento la provocación. Ya es mala suerte que todos sus partidos estén marcados por el mismo patrón. Interrupciones, exageraciones, confrontaciones y... poco fútbol. La verdad, entiendo el debate sobre lo que es jugar bien, porque el Getafe compite siempre de forma increíble y no hay que olvidar que cuenta con muy buenos jugadores ofensivos capaces de decidir partidos. Por eso muchas veces cuestionas su estilo, como lo hizo Klopp con el Atlético: "No entiendo cómo opta por este tipo de juego con los futbolistas que tiene".

Me hizo gracia el otro día, cuando iba en el coche, y conectaron con el Coliseum nada más comenzar el partido ante el Eibar: "Llevamos un minuto de partido y hay un jugador del Getafe tendido en el suelo". Inaguantable. Al menos para nosotros, que entendemos el fútbol de otra manera. Y no me refiero al nuevo estilo de la Real, porque esto viene de muy lejos. Hasta cuando nuestro equipo no daba ni dos pases seguidos. Jamás recurrió a argucias tan desleales, por mucho que haya que respetar sus buenos resultados deportivos, porque esto no deja de ser un juego en el que cada uno explota las armas que tiene a su disposición.

La Real ha empezado muy mal. Un punto de doce es un registro más que preocupante. Si fuera el inicio del campeonato habrían saltado todas las alarmas. No se puede discutir que la situación es muy preocupante. Se ha pinchado uno de los globos más ilusionantes que se recuerdan. Y esa probablemente es la mayor losa que atenaza y bloquea a los nuestros. Lo que pudo haber sido, lo que soñaron, lo que marcaron como objetivo y la pifia que está protagonizando. El miedo a decepcionar.

A estas alturas, no importa el adversario, la Real necesita ganar. No hay más. Pero creo que a su afición le reconfortará especialmente derrotar al Getafe, insisto, más con los lloros antes de que se reanudase la competición. Lo más fuerte es que los periodistas que cubren habitualmente la actualidad getafense explicaban que los jugadores estaban indignados porque pensaban que merecían que corrigiesen la clasificación y les colocaran por delante porque habían ganado en Anoeta. Pues lo sentimos, oiga, es que todavía no se había jugado el partido de vuelta, por lo tanto, sería perfecto que los blanquiazules le devolviesen la moneda y le ganaran el gol-averaje particular. Y perdón por la insistencia.

Uno de los grandes señalados del fracaso de la reanudación está siendo Imanol. Pero que nadie se confunda, nadie discute su responsabilidad en lo mucho que hemos disfrutado esta campaña. Con sus defectos, admite poca discusión que es el entrenador ideal para la Real. Más allá de la Nasa que ha montado a su alrededor Olabe, que no le pega demasiado, el oriotarra no se está dando cuenta de que no puede repetir el mismo guion que nos enamoró a todos porque sus piezas más importantes no están al nivel de hace tres meses. La cosa está muy clara. Para ganar en Getafe no hay que intentar jugar de maravilla. No recuerdo a ningún equipo que haya salido por la puerta grande del estadio madrileño. Simplemente porque siempre son partidos distintos. Trabados, complicados, aburridos... Guardo en mi memoria dos citas, las dos fatídicas, de los realistas en el Coliseum. Una el año del descenso, con 1.000 seguidores blanquiazules en la grada, con derrota 1-0 tras un partido lamentable y el 0-4 famoso de la ikurriña de Griezmann, que fue un encuentro bastante pobre de la Real, maquillado por su gran acierto de cara a puerta.

Eso sí, rescato de ese partido la actuación memorable de Joseba Llorente, cuyo espíritu hay que recuperar para intentar sumar los tres puntos. No creo que nos valga el fútbol elegante y de toque, es mucho más conveniente recurrir a la pelea y la garra del de Hondarribia. No se me olvidará jamás, amenazado de muerte por el Cata Díaz, seguía saltando encima de él y peleando los balones como si le fuera la vida en ello. Fue su última gran aportación al club que lleva en su corazón, porque después tuvo que rendirse por los problemas de espalda que sufría.

Yo tengo claro que el problema en estos momentos es psicológico. Y me parece muy conveniente la charla de motivación que dio a sus jugadores Diego Giustozzi, entrenador del Pozo Murcia de fútbol Sala. Cuando la escuché, la relacioné de ipso facto con la crisis txuri-urdin: "Saquen lo que son. Mueran con su jugada. Miren hacia adelante. Pero con una sonrisa". Respaldando a sus jugadores por lo que son. Por lo que sabe que pueden dar. Yo insisto en que es una cuestión de falta de confianza... No será por todo lo que creemos en ellos. Estamos a tiempo. ¡A por ellos!