s como un jardín sin flores. Como bailar sin música. Cualquier metáfora resulta válida para certificar que el fútbol sin público es un sinsentido. Sobre todo porque va contra natura respecto al espíritu de un deporte que vive del aliento y el sustento del hincha. "Pues parece que se podía vivir sin fútbol", publicó una persona que, imagino, detesta el juego en una imagen que subió a las redes sociales y que no tardó en hacerse viral al causar el efecto contrario. No hay más que ver la cantidad de noticias y la expectación que se han generado a diario en los más de 50 días que llevamos sin pisar Zubieta. Al menos nosotros, con la Real en cuarta posición siendo la sensación del campeonato y finalista de Copa 32 años después, tenemos muy claro que no. Y si estuviera mal, imagino que tampoco por la preocupación que arrastraríamos. En resumen, como bien pregonó el añorado Xabi Prieto, nuestra pasión son los colores txuri-urdin más que el propio fútbol.

A largo de la pandemia se ha mareado la perdiz con la fecha del día D. El derbi más esperado de la historia. La gran final de Sevilla. Me encantó un tuit de mi amigo Alfredo Matilla, mi periodista de cabecera en asuntos de la Liga y de la Federación, en el que afirmaba que, pasara lo que pasara, iba a haber muchos compañeros de profesión que se iban a colgar la medalla por haber adelantado la decisión final al haber tocado todos los palos, aunque fuesen extremos. Y sin ningún pudor, además. Es lo que hay. Pero a nadie se le escapa que el escenario ha cambiado y mucho en las últimas jornadas.

La semana pasada, CSD, LaLiga y Federación informaron de que podían retrasar las finales de la Copa, pero la UEFA les advirtió de la posibilidad de que los finalistas se quedasen sin la plaza europea que concede para el ganador de la Copa (en un comunicado público). Lo sorprendente fue que los dos periódicos más influyentes de Bizkaia y Gipuzkoa, ambos del mismo grupo y con línea directa, abrieron sus respectivas secciones de deporte con lecturas antagónicas. Mientras la interpretación bilbaina fue la de alegría por la posibilidad de poder jugar con público, la donostiarra, por el contrario, solo mostraba preocupación por la plaza y dejaba caer que no había más remedio que acceder a jugar con las gradas vacías. Revelador, muy revelador, sobre todo para los que llevamos años sabiendo de primera mano cómo funcionan las cosas en este territorio.

En estos días, la Federación y el Athletic han manifestado en sus círculos privados que solo manejan el escenario de jugar en La Cartuja delante de las aficiones y que esperarán lo que sea necesario, incluso si hace falta hasta marzo o abril de 2021, en las fechas previas a la final del curso que viene. Me consta, además, que han hecho llamadas molestos por el hecho de que se dudase de su postura. Rafa Alkorta, director deportivo zurigorri, hasta se atrevió, en Tele Bilbao, a lanzarle un dardo a la Real sin que esta se haya manifestado aún públicamente: "Nosotros no podemos jugar un partido sin gente porque eso nos beneficie o no. Si no fuese por los socios, ¿qué sería de nosotros? Son el sustento de este club. Es impensable que una final de Copa vasca histórica con nuestros vecinos se dispute sin público". Y a Rubiales, el avaricioso, solo le interesa cumplir con el contrato que ha firmado con los promotores de La Cartuja y con Sevilla, ciudad que prefiere recibir a millares de vascos antes que otras aficiones más acostumbradas a jugar finales, que llegan una hora antes a la sede y se van muchas veces sin ver levantar a su capitán la Copa (si Rubiales y el Athletic reculan, como están estudiando, quedarán retratados y se pondrán en cabeza de largo en el ranking de ridículos).

Mientras el presidente de la Federación, que ha sido quien ha insistido en que el partido se puede disputar el curso que viene, no diga lo contrario de forma pública y tajante (será increíble si lo hace por todo lo que lo ha repetido), se entiende que los dos finalistas creen que se puede demorar la fecha. Eso a pesar de que la UEFA instó a "explorar todas las opciones posibles para jugar todas las competiciones nacionales principales dando acceso a las competiciones europeas a su conclusión natural". Como cuando se acaba una jugada en el mus, parece que todos han puesto las cartas sobre la mesa€ ¿Todos? La Real no. ¿A qué espera? Partiendo de la base de que el futuro es incierto y que no se sabe si se podrá competir con el estadio a rebosar dentro de unos meses, no se comprende a lo que está jugando una directiva que parece, digo bien parece porque lo tiene fácil para salir a desmentirlo, prefiere jugar esta temporada sacrificando la ilusión de su propia gente. Y lo más curioso es que ahora se encuentra en una situación ventajosa respecto a su adversario, ya que siempre le quedará el comodín de la Liga, en la que es cuarta, nueve puntos por encima del décimo, que es su vecino, y cuatro del séptimo, por lo que mantiene muchas opciones de asegurar la plaza europea. Ahora bien, no tiene sentido jugar sin público en la grada. Sería un fracaso, pasara lo que pasara. ¿De qué sirve levantar una Copa sin gloria, con los gritos de la celebración perdiéndose en el eco del vacío, sin paladear la euforia y el mar de lágrimas por la emoción de tus hinchas? Yo lo tengo muy claro: de nada. O de muy poco. No podríamos casi ni celebrarlo en nuestras calles. Y si la directiva realista no lo ve es que no ha entendido nada. No se me ocurre una oportunidad mejor para demostrar que el fútbol y el derbi vasco es de verdad distinto a todos los demás. Un caso único en el mundo. Sus clubes pueden sacrificar un pase a Europa para que sus aficiones disfruten de un momento sin igual en sus vidas con El Partido. Créanme, he vivido in situ bastantes finales de Copa últimamente desde mi condición de imparcialidad y sé muy bien de lo que hablo. No existe un encuentro de mayor emoción y expectación para las dos parroquias, que hubieran dado una lección de vida y de convivencia dentro de su inmortal rivalidad. Todos lo teníamos muy claro.

Por eso creo que está tardando mucho Jokin Aperribay, al que le encanta hacer rondas de entrevistas por las radios de Madrid cuando le interesa o teme quedar mal, o cualquier otro portavoz oficial txuri-urdin, en zanjar la cuestión con un contundente: "Sin nuestra gente, no". Entre otras cosas, porque la sensación que dejan es que se consideran favoritos y no lo son. No se confundan, sus jugadores no han disputado nunca un encuentro de esta envergadura y su eterno rival, que le ha ganado el gol-average particular en esta Liga, comparece con cuatro heridas sin cicatrizar por las derrotas en finales en los últimos once años. Encima sonamos o parecemos arrogantes cuando el Athletic siempre nos ha pintado la cara si comparece con piel de cordero (les hemos servido en bandeja la charla de motivación previa). O, lo que es más inquietante, con el temor de que el verano suceda alguna tragedia inesperada en la planificación del siguiente curso. Lo siento, si se olvida de su mayor activo y el más fiable, su afición, yo no reconozco a mi Real. Parece que no se dan cuenta de que esta será la final más larga de la historia y que ya van perdiendo 1-0. Si contamos el gol que encajamos por el momento del parón, ya estamos en un preocupante 2-0... Toca remontar.