Increíble. El triunfo en el derbi fue apoteósico. No por el fútbol de los donostiarras, ni por supuesto de los rojiblancos, sino por la abusiva irrupción de una de las mayores promesas del fútbol mundial. Alexander Isak arrasa con todo. Da igual el rival y el escenario. Está tan enchufado que derriba las murallas sin despeinarse. Aunque sean de hormigón, como la del Athletic. Lleva marcando en seis partidos seguidos, con lo que iguala un récord de Aldridge. Y los que le quedan. Ayer descansó de salida. Imanol le sentó en el banco, obsesionado con que Willian José recupere la normalidad cuanto antes, pese a que después de algún tiempo relativizando sus logros, la pasada semana ya no pudo reprimir exclamar un "lo está haciendo rematadamente bien". La afición ya le ha adoptado como su gran nuevo ídolo. Le adora. Es normal. Una máquina sin límites conocidos. Lo hace todo bien. Puede marcar de todas las formas posibles. Tiene una técnica depurada, lleva el gol en la sangre y cuando sale corriendo parece un velocista jamaicano.

Recuerdo que en la segunda jornada, en el gol de Odegaard en Mallorca, su sprint resultó clave para culminar la acción con éxito. Y además nos dejó a todos boquiabiertos, pensando que como fuese capaz de controlar esa rapidez con balón podría convertirse, en principio, en un gran fichaje para la Real. Ahora ha llegado un momento en el que pensamos que más pronto que tarde puede dominar el mundo. A ver cuánto nos dura. Es triste decirlo, pero en la casa del pobre se pasa hambre y se viven momentos de tristeza.

No es normal. Tiene 20 años, antes de final de 2019 apenas había sido titular y ya ha anotado catorce goles en total. Ya ha asaltado el Bernabéu con una actuación estelar y le bastaron 37 minutos para destrozar un derbi que hasta su salida había sido un bodrio insufrible. Menos mal que no salió de inicio? Por cierto, lo hizo ante una de las mejores defensas de la Liga, contra dos centrales que llevan un gran curso. Lo digo para los agoreros que siempre buscan excusas para quitar méritos. Es una pantera. Un depredador del fútbol, siempre al acecho cerca del área y con la mente puesta en la portería. Segurola, que ayer no pasaría un buen día, se atrevió a decir que era patoso con los pies en una retransmisión. Que se lo pregunte a los zagueros rojiblancos.

Nada más salir casi anotó de chut cruzado, en una acción que anularon por fuera de juego. En el minuto 60 se internó y sirvió un gran balón a Oyarzabal, que se confundió al dejarlo pasar sin que viniera nadie detrás. Un minuto más tarde le hizo un traje a Yeray en forma de globo y la definición con el interior en el aire se le fue por los pelos. En el 64, firmó la maniobra del derbi en el área con un rápido cambio de pies, levantó la cabeza y asistió a Portu para que abriera el marcador. A los 83 minutos, decidió el duelo tras recibir una dejada de tacón de Portu y culminar a la segunda, después de que Simón le detuviera la primera con una mano antológica. Y en la prolongación, una pierna de un defensa evitó su doblete cuando ya había engatillado con olor a gol un pase de Januzaj.

¿Qué se puede decir? Algunos dirán que puede ser casualidad. Pero es que esta exhibición de semejante calibre fue más o menos parecida a la que completó hace solo tres días ante el Real Madrid en uno de los templos del fútbol mundial. Uno se imagina que vamos a tener que empezar a vaciar palcos vips para empezar a acomodar a los espías de otros clubes. O, mejor dicho, igual resulta preferible cerrarles la puerta y que no venga ninguno.

Decían que era tímido. Y lo parece. Pero no lo es. Sabe que está viviendo su momento y que la afición, que le protegió y le arropó cuando sufrió los cánticos racistas en Rumanía, besa donde pisa. Pero si alguien se lo perdió, que intente ver las imágenes al final del encuentro. El sueco se dio un baño de masas recorriendo todo el campo para poner patas arriba a la Grada Zabaleta yendo de lado a lado antes de regalarle su camiseta. Ay Willian José, lo que te has perdido o lo que has desperdiciado; hay pocas cosas mejores en la vida que ser el ojito derecho de la parroquia txuri-urdin. Con lo poco que se necesita para hacerle feliz. Una pena. Y valora mucho que ayer no escuchaste ni un solo pito mientras estuviste en el verde. Eso solo pasa aquí. Asunto cerrado y zanjado.

No me quiero olvidar de Portu. En la semana en la que parecía haber perdido algo de protagonismo en el equipo, Imanol demostró que le tenía asignada una misión muy especial: igualar la energía y la competitividad del Athletic en el derbi. Impresionante su sacrificio, sus ganas, su motivación y sus contagiosos deseos de victoria. Tiene mucho mérito. Y fue clave en el triunfo. Sin que sus compañeros le siguiesen mucho, en la primera parte casi anotó de disparo cruzado. Y en la reanudación fue una de sus carreras imposibles para presionar lo que enchufó a los suyos y a una grada que, salvo la Zabaleta, estaba más para siesta que para fiestas. Madre mía el subidón que tuvo al desperezarse. Selló el primer gol, con un buen control y una rápida y precisa definición, y en el segundo dio una asistencia de mucha clase con el tacón a Isak. Fichajazo.

Si se entra en el uno por uno parece injusto dejarse fuera a jugadores, como al incansable y héroe Oyarzabal; a Aihen, que tenía una papeleta muy complicada y, además de estar a la altura, generó el primer tanto al pelear una pelota que parecía perdida; a Zubeldia, que si le expulsan un día a Remiro y se han hecho los tres cambios seguro que cumple de portero porque vale para todo; y, por último, a Januzaj. Si está enchufado, si se concentra, si está inspirado? ¡Si quiere! Si quiere es el futbolista con más talento de todo el plantel, pero con eso solo no vale. Ayer el belga volvió a deleitarnos con unos minutos sensacionales y sacó de nuevo esos oh de la grada que seguro tanto echaba de menos. Al final, se encontraba eufórico. Está a tiempo, merece la pena. Apuesta por tu carrera, por la Real.

Gran triunfo La Real se llevó con absoluta justicia el derbi. Lástima que perdiera el golaveraje, porque la sensación es que podía haberlo igualado de haber apretado un poco más. La resaca de la Copa se llevó la primera parte. Con muchos cambios, los dos equipos acusaron el esfuerzo de entre semana. Algo lógico y previsible, porque las emociones que vivieron, no solo durante los 90 minutos, sino después, fueron muy grandes. Y esta semana toca la ida de las semifinales. Hay que agradecer a la Federación que pusiera los dos partidos de cuartos ante los gigantes el jueves y que no pensara en que podía desvirtuar un derbi vasco que allí no le importará a nadie, pero que a nosotros, en Euskadi, nos encanta disfrutar al máximo. Nada nuevo.

En la primera parte, la Real mandó y dominó, pero siempre a ritmo lento. Con transiciones y combinaciones plomizas y previsibles, sin hacer apenas daño al autobús que colocó Gaizka Garitano en Anoeta. Dicho esto sin ningún ánimo de crítica, cada uno compite como puede con lo que tiene. A los ocho minutos, Portu se encontró con una mano de Unai Simón; y no mucho después, Merino probó suerte con la zurda, pero el balón se le fue desviado. La Real, incómoda, acabó aburriéndose y el Athletic incluso se atrevió a lanzar alguna contra que culminaron Kodro e Ibai, siendo ambas retenidas por Remiro. Una lástima que Sangalli no llegara a un centro de Portu.

Tras el descanso llegó el show de Isak. Imanol activó al equipo con los cambios y, después de haber hecho lo más difícil poniéndose por delante, un error de Guevara, que estuvo muy lento y luego no le detuvo en falta a Muniain, propició la contra que acabó con el gol de Williams. No se pueden hacer solo siete faltas en un derbi. Hay que revisar alguna lección para competir.

El gol de Isak hizo enloquecer Anoeta, que celebró con euforia la semana grande de su querida Real. En su guarida manda la Real. Y si es contra el eterno rival, aún más, porque tiene mejor equipo. Casi al final, Muniain volvió a poner en evidencia a los que dicen en Bilbao que el derbi no interesa tanto y demostró que el partido que más les duele perder es siempre contra su vecino expulsándose con una entrada criminal a Oyarzabal. A un compañero de selección. Lamentable.

La Real vuelve a los puestos europeos y se sitúa a dos puntos de la Champions. Y es semifinalista de la Copa. Una temporada para enmarcar. Siempre mirando hacia arriba. Siempre creyendo en sus posibilidades. Y con récord de asistencia en la grada. Pero lo de ayer no fue un sueño ni nada parecido, solo una victoria lógica y normal ante un visitante inferior. Ahora a por el Mirandés.