Había que hacer algo. Había que introducir matices al plan habitual. Se trata de una necesidad que afecta a la temporada de la Real en su conjunto. ¡Como para no afectar a una visita al Bernabéu! Tocaba combinar descaro con algo más de precaución. Aunar fidelidad a una propuesta y retoques a la idea de todos los domingos. Un cóctel que Imanol Alguacil supo preparar con mimo. Salir a degüello a presionar a los defensas blancos había aportado réditos, en forma de gol tempranero, en el partido de Liga en Chamartín. Pero tal actitud había exigido también, en aquel partido, un ritmo difícilmente sostenible. Anoche, mientras, los txuri-urdin saltaron al césped atrevidos a la hora de combinar. Supieron siempre que había en el verde un hombre libre con quien conectar. Se la jugaron en varias ocasiones. Y, sin embargo, pisaron algo más el freno a la hora de ir a presionar. Seleccionaron en mayor medida la defensa con el bloque alto. E incluso modificaron por momentos su forma de esperar al adversario, conscientes de por dónde podían sufrir. Si todo esto lo ejecutas de forma notable, muestras acierto en área contraria y sobrevives al tradicional asedio postrero del coliseo merengue, te clasificas para semifinales. Suena fácil. Es complicadísimo.
remiro y merino Los flashes apuntaron a otros. Pero el gran comienzo realista tuvo label navarro. El equipo txuri-urdin quiso atraer la presión blanca. Retrasó a Zubeldia. Jugó con Remiro. Y el meta, gracias a su buen pie, encontró una y otra vez a un Merino libre de marca, lanzador de las ofensivas blanquiazules. El Madrid respondió arriesgando, porque, visto el percal, se animó a soltar a Valverde a por nuestro 8 y a Sergio Ramos a por Odegaard. Demasiado tarde. El propio Merino había entrado en calor. Ya muy encimado por su marca, firmó una maniobra tan arriesgada como exitosa que inauguró el contragolpe del 0-1. Todo parecía maravilloso entonces. Pero en la banda de Marcelo y Vinicius se empezaba a adivinar una china en el zapato. Porque Januzaj apretaba a veces a Kroos incluso en bloque medio, dejando libre al propio Marcelo. Porque Gorosabel y Aritz sufrían en la parcela. Y porque el primer tiempo terminó con Zubeldia apagando fuegos junto a la línea de cal, fuera de su ubicación habitual. Había que dar continuidad a ciertas cosas. Y modificar otras.
descanso Durante el intermedio, Imanol quiso solucionar este problema colocando a Oyarzabal en el lugar de Januzaj, y sacando al campo a Barrenetxea. Con el eibartarra tapando la banda izquierda del Madrid, Zubeldia pudo ganar presencia en la zona ancha. La Real siguió haciendo daño al rival. Y cocinó así el 0-2 y el 0-3. Primero, gracias a un envío largo de Remiro buscando la cabeza de Merino. Segundo, tras una buena combinación de Gorosabel y el mismo Oyarzabal. Después haría el cuarto, el gol que confirmó a Alexander Isak como el jugador total, mucho más que un anotador. Pero para entonces ya había marcado Marcelo, en un gol (el 1-4) que hizo pensar a nuestro entrenador. La jugada del tanto blanco nació con el capitán txuri-urdin, centrado, encima de Toni Kroos. Con Igor Zubeldia persiguiendo a Benzema por dentro. Y con el lateral merengue esperando solo el balón en el lado débil, tras un ataque que transitó todo el sector derecho blanco, poco frecuentado hasta entonces.
agonía Después de visto, todo el mundo es listo. Cuando la Real pasó a jugar con cinco atrás, todo fue a peor. Pero en el inicio de este mismo texto hemos subrayado lo largos que se hacen los partidos en el Bernabéu manteniendo determinadas actitudes. A saber cómo andaban los tanques de gasolina. A saber si resultaba posible seguir utilizando ese bloque medio que situaba la zaga blanquiazul 40 metros delante de la portería de Remiro. Además, aunque solo fuera a nivel visual, pareció enseguida que el retoque del entrenador iba a permitir controlar mejor el principal foco de peligro madridista, esa sociedad Marcelo-Vinicius de la banda izquierda. Gorosabel, Zubeldia (interior en el 5-3-2), Oyarzabal e incluso Aritz se movían por la zona para tapar vías de agua. Aunque no fue suficiente para evitar que los de Zidane se colaran en el partido a través de ese resquicio zurdo. Los minutos finales supusieron un ejercicio de supervivencia de esos que no se enseñan en las sesiones de táctica, pero que curten y aportan satisfacciones dobles o triples en caso de ser superados con éxito. Fue un triunfo para entrar en la historia. Así que valió la pena semejante agonía.