En Butarque no vimos a la Real de siempre. Fue una Real distinta. A partir de ahí, supone la madre del cordero determinar qué ocurrió y por qué la versión txuri-urdin se alejó de la habitual. Por hache o por be faltaron futbolistas importantes. Y además, a cuatro días vista figuraba ayer la atractiva visita copera al Santiago Bernabéu. Entiendo, sin embargo, que en el reparto de culpas debe llevarse la palma un rival muy característico. Arrastra aún las consecuencias de su mal arranque liguero, pero este equipo, el equipo de Javier Aguirre, tiene la capacidad de determinar qué tipo de partido se va a jugar cuando anda el Leganés de por medio, siendo precisamente esta una de las virtudes exhibidas por la propia Real hasta la fecha. El resultado final responde siempre a un cúmulo de factores. Pudieron ganar. Pudieron empatar. Pero perdieron los guipuzcoanos en el sur de Madrid. Merecimientos y acciones puntuales al margen, la derrota empezó a explicarse desde el contexto de encuentro que logró generar el conjunto de casa. Bloque medio. Defensa adelantada. Achique de espacios. Frecuentes presiones altas. Un jeroglífico que los nuestros no trabajaron mal, pero ante el que casi nunca consiguieron sentirse del todo cómodos. Porque no era su jeroglífico.
el once Reconozco que me sorprendió Imanol. Y no me refiero a la composición del equipo titular. Apunto a una cuestión de estructura. Cuando la Real comunicó el once, intuí que el entrenador podía apostar por un esquema de tres centrales y carrileros largos, mediante el que colocar un espejo enfrente de un Leganés de idéntico dibujo. Sin embargo, el oriotarra dio continuidad al habitual 4-3-3. Y la puesta en escena señaló directamente a los pros y los contras de tal decisión. Los txuri-urdin sufrieron en los primeros cinco minutos ante los directos envíos locales para que Braithwaite corriera a la espalda de su zaga. Pero, en líneas generales, una vez que el cuadro de Javier Aguirre pasó a elaborar algo más sus ofensivas, defendieron bien, correctamente organizados en el lado fuerte pepinero. El Leganés volcaba gran parte de sus intentos en su costado izquierdo, donde resultaron claves las ayudas del ayer interior Ander Guevara a Zaldua y Januzaj, para tapar a Silva y a un Kevin muy móvil.
difícil en ataque A la Real, eso sí, le costó más desarrollar su plan ofensivo. Isak e incluso Sangalli comenzaron el encuentro corriendo en lateral a la espalda de los centrales derecho e izquierdo del Leganés, cuyas marcas buscaban atraer Portu y Januzaj recibiendo lejos de la línea de fondo. No obstante, el equipo guipuzcoano no logró enganchar así ningún ataque prometedor, y además Aguirre pareció ajustar algo las vigilancias al belga, de quien pasó a ocuparse Silva con Bustinza al acecho. Sucedió luego, en el minuto 15, que Zubeldia se incrustó por primera vez entre Aritz y Le Normand en la salida de balón, dibujándose por momentos ese esquema que imaginé en la previa. Y arrancaron ahí unos minutos de cierta lucidez txuri-urdin, con Sangalli y Januzaj moviéndose bastante libres a la espalda de los dubitativos pivotes locales, quienes no sabían si saltar o contemporizar. Marcó entonces la Real el 0-1, aunque resultaría ventajista atribuir el gol a la mejoría. La jugada del tanto, un tanto muy bien ejecutado, cayó llovida del cielo.
cambio al descanso En desventaja, el Leganés empezó a mostrarse más atrevido en la presión. Comenzó a soltar más gente para apretar. Y los de Imanol lo aprovecharon para apostar por la profundidad una vez que encontraban opciones de envío al espacio. Así provocaron la acción del penalti a Januzaj, mientras su mencionada estructura defensiva les permitía vivir relativamente tranquilos atrás. Para su desgracia, sin embargo, Javier Aguirre retocó matices durante el descanso. El principal, la orientación de los ataques del Leganés, que regresó al campo percutiendo por la derecha. En tres minutos lo hizo en más ocasiones que durante los primeros 45, generando una fase de embotellamiento txuri-urdin que se saldó con el empate. En clave realista, procedía acabar con semejante escenario, y sirvió para conseguirlo la entrada de Odegaard. No por la aportación directa del noruego, sino porque Guevara cambió de perfil y pudo ayudar en la defensa del nuevo lado fuerte local. Con media hora por delante, la contienda se igualó así. En cuanto a marcador y en cuanto a juego.
la media hora final Tener a Martintxo en el campo supone una tentación. Encontrarle entre líneas se convierte en tu primer objetivo. Pero para conseguirlo debes estirar al rival. La Real lo intentó metiendo de nuevo a Zubeldia entre centrales. Combinado con Remiro para atraer presiones. Asumiendo ciertos riesgos. Y el Leganés replicó calcando la osada actitud blanquiazul, en su caso mediante una presión muy alta que, de ser superada, podía generarle dificultades. Si el propio Odegaard llega a culminar con gol ese ataque fulgurante nacido en área propia, hoy hablaríamos de una cosa. Ahora lamentamos otra distinta porque la oportunidad llegó tras una de las pocas acciones en que los nuestros giraron al adversario. También porque la citada presión de los locales provocó, entre otras cosas, que el tiempo de descuento se jugara en campo guipuzcoano. El central Awaziem luchó un balón con Barrenetxea, en el minuto 92 y sobre la línea divisoria, con metros y metros a su espalda: lo recuperó y llegó la falta del 2-1. Esto es la segunda vuelta. Y hay equipos de la zona baja a los que los empates les sirven ya de poco.