Síguenos en redes sociales:

La (vieja) Balastera

La (vieja) BalasteraDiario Palentino

No cabía pensar en otra cosa que no fuera la victoria y el pase a la siguiente ronda. La distancia es tal entre los dos equipos que no había margen para la duda, pese a que el pasado reciente, y no tanto, estuviera plagado de desatinos, de partidos inolvidables por el desastre y los fiascos. En muchas ocasiones se tiraba por la borda el torneo a las primeras de cambio para quitarse muertos de encima y apuntar solo a una competición. En ese sentido nada que reprochar a Imanol, porque titulares y suplentes forman parte del primer plantel y se notó en la goleada final. Ocho goles no son moco de pavo. Como aún me queda algo de romanticismo, hubiera preferido que el partido se jugara en Becerril para que los jugadores supieran valorar quiénes eran realmente sus rivales y cómo es su día a día en su habitual entorno. Una especie de Bienvenido Mr. Marshall, pero en fútbol. Cierto es que llevando el partido a la capital de la provincia, la taquilla iba a contar con más inquilinos y la recaudación más suculenta porque hubo una excelente entrada. La gente se lo tomó en plan de fiesta, con saque de honor y todo. Mariano Haro, tantas veces histórico ganador en el cross de Elgoibar o San Sebastián, le pegó un derechazo al balón, con bastantes más kilos de los que pesaba cuando corría. La Nueva Balastera es el campo del nuevo Palencia. Se parece bastante a los de Logroño o León, por citar dos. Se estrenó en 2006, seis años antes de que el administrador concursal decidiera la desaparición del CF Palencia. Se fundó después una entidad nueva que ahora compite en Tercera División, bajo el nombre de CD Palencia Cristo Atlético, que antes se llamaba Cristo Olímpico, y que en la actualidad cuenta en sus filas con dos jugadores de apellidos Fraile y Obispo. ¡Curiosidades! El campo en el que jugó anoche la Real dispone de gradas para poco más de 6.000 espectadores, mientras que el antiguo terreno de juego, La Balastera, contaba con un aforo de casi el doble.

Aquel campo me gustaba más, aunque en invierno te morías de frío. Lo visitamos muchas veces porque nuestros equipos jugaban en ese estadio cuando la Tercera División era muy diferente a la actual. Justo la temporada anterior a fundarse la selectiva Segunda B (1976-1977) pasaban por allí el Sanse, Lagun Onak, Touring o Real Unión. Era un señor viajecito porque en aquel tiempo ni había autopistas, ni autovías y todo era bien distinto. Se viajaba de víspera. No era fácil puntuar allí, entre otras cosas porque contaban con un delantero, Julio Gento, hermano de Paco, que hacía diabluras y te las montaba pardas y creo recordar que en algún momento también jugaba allí José Antonio Grande, luego ayudante de Vicente del Bosque en la selección.

Normalmente viajábamos de víspera y nos alojábamos en el hotel Rey Sancho, al lado del río Carrión y no muy lejos de aquel campo de fútbol. Compartías comedor con los clientes que querían celebrar una comunión, bautizo, aniversario de bodas o lo que fuera. Era todo muy entretenido. Hasta tal punto que en la carta del restaurante figuraba como plato especial La espada del Rey Sancho. Se trataba de una enorme espada que atravesaba todo tipo de carnes: solomillo, cordero, pollo, morcilla, salchichas, chorizos etc. Venía flambeada con un algún licor (posiblemente coñac) del que salían llamas. Cuando el camarero aparecía con el plato por la puerta de la cocina se notaba una algarabía tan sonora como el rojo de los mofletes de quien lo había solicitado. Todo el mundo le miraba. No penséis mal, que nunca tuve la tentación de enjaretarme aquella tizona monumental. Ignoro si hoy sigue en la carta y quedan valientes para pegarse semejante homenaje. Imagino hoy al equipo realista en un comedor como aquel, no privado, abierto a todos los públicos y compartiendo el espectáculo. Impensable. Os cuento estas cosas para que veáis cómo ha cambiado el cuento en cuatro décadas y lo sofisticado que es todo en la actualidad.

Metidos en otras harinas. Para poder ver el partido debí darme de alta en una plataforma de esas que nos van inundando el panorama deportivo o de ocio en teléfonos y ordenadores. Soy muy torpe a la hora de bajar las aplicaciones y hacerlas funcionar en la tablet, pero puedo decir que llegué a tiempo de no perderme ni ripio del partido. Supongo que fue una cita especial para Rubén Pardo, titular y capitán, y para Sagnan, porque eran sus primeros minutos oficiales del curso. Lo mismo que para otros jóvenes con hambre. Barrenetxea, por ejemplo, jugó más minutos que en toda la temporada. El esperado dominio realista se tradujo en una superior posesión, que llegó al marcador pasada la primera media hora. En medio del viento y la lluvia, apareció Le Normand para abrir la lata en dos tiempos, primero con la cabeza y luego con el pie.

Con el fin de evitar contratiempos y darle vida a un más que digno Becerril, poco antes del descanso Juan Palomo Januzaj se lo guisó y se lo comió todo. Los realistas salieron sin concesiones tras el descanso en el primer minuto de la reanudación. Una jugada coral la terminaba el propio exterior belga en el segundo palo, antes de que Rubén Pardo marcara el cuarto y fuera muy abrazado por sus compañeros. A Isak se le fue un penalti al poste (luego marcó el sexto) y Janu se llevó el balón a casa tras un zurdazo de monumento. Un hat-trick como si nada.

Todos querían marcar, porque el rival estaba fundido por el esfuerzo. Barrenetxea firmó el séptimo después de la entrada al campo de Oyarzabal y Portu. En ese tramo final de la contienda se trataba de no coger catarros y no masacrar al rival, porque no se lo merecía. Ni una mala patada en todo el encuentro. En suma, ocho goles. ¡Podían haber guardado alguno para el domingo. Espera turrón del duro!