el famoso síndrome del folio en blanco. Tan temido por los redactores y escritores. El miedo a la falta de inspiración. A no ser brillante. La verdad es que yo conozco uno peor, porque desgraciadamente lo he experimentado muchas veces. Es mucho más frustrante perder una buena idea. Propia o/y propuesta. Que se te olvide o que se la devore la actualidad. Los buenos artículos que se los lleva el viento. Esos sí que te persiguen y te pueden machacar la cabeza, porque lo has tenido, pero no lo has explotado ni aprovechado. Duelen más, sin duda.

El pasado 6 de noviembre recibí un mensaje de Gorka Reizabal. Siempre me costó apodarle Pato, supongo que sería por el respeto que le profesé, hasta que un día, tras despedirme, me replicó con contundencia: “Por favor, llámame Pato, que tú eres mi amigo”. Ahora, pocas horas después de su precioso y conmovedor último adiós (gran homenaje de su hijo con la txuri-urdin en el Buen Pastor), es cuando estas cosas te llegan y te emocionan más. En el Whatsaap me comentaba que después de mucho buscar había encontrado una divertida columna escrita por Javier Pradera en El País, en la que se refería sin citar a mi tía María Teresa, a la que adorábamos. Los tres. Está escrito a finales de enero de 1981, cuando la Real perdió en el Manzanares 2-0 contra el Atlético, que era el líder en ese momento. En el mismo, Pradera asumía con resignación que la Real se iba a quedar sin su primera Liga. Ni él ni nadie podía soñar entonces con que, justo tres meses más tarde, los txuri-urdin celebrarían su primer título en Gijón. Fue porque ya había dejado de hacer “tortillas de tonterías”, que era como se titulaba el artículo. La anécdota con la que se relacionaba a mi tía y a la Real había sucedido en Bedua, hoy en día célebre restaurante de Zumaia, pero que por aquel entonces no pasaba de clásico merendero rural donde apenas servían, como se suele decir, sota, caballo y rey. Al parecer, mi tía iba acompañada de varias amigas veraneantes con bastante pinta de pijillas (perdón, tía). A falta de menú o de carta, la camarera empezó a recitar la lista de platos disponibles: “Tortilla de jamón, de chorizo, de patatas...”. Una voz inocente le interrumpió: “¿Hay tortilla de gambas?”. La contestación de la camarera fue tan cortante como certera: “Tortillas de tonterías no tenemos”. Siempre atento y fiel lector de todos los periodistas guipuzcoanos (digo bien, todos), Gorka me hizo una invitación: “Creo que sería bonito que incorporaras el término a tu repertorio de expresiones periodísticas referidas a la Real, pues al fin y al cabo, te pertenece como genuina herencia familiar. Eso sí, ojalá tengas que usarla pocas veces. Será buena señal. ¡Aúpa la Real!”.

No creo que el Pato haya sufrido nunca el síndrome del folio en blanco. Su prodigiosa mente, que mantuvo a pleno rendimiento hasta sus últimas horas, era una fuente inagotable de ideas. Unas más brillantes, otras más divertidas, pero siempre ingeniosas. Con algunas podías explotar de risa, con otras solo sonreír, pero siempre te divertían. Como ejemplo, un chiste que rescato de nuestro chat que me mandó cuando el Athletic intentó fichar a Jon Bautista en junio de 2017: “¿Ya sabes por qué ahora aquí a Ziganda (entrenador zurigorri) le llamamos Salomé? Porque quería la cabeza del Bautista, aquella se la pidió a Herodes y se la dio. Pero esta vez fue como aquello que dicen que le dijo Judas a Herodes... Te jodes”.

Era un cachondo entrañable. Que nadie se lo tome a mal, sobre todo esas almas vecinas que hace tiempo, no sabemos muy bien cuándo, perdieron su otrora privilegiado sentido del humor. Muchos dicen que era antiAthletic; yo no estoy tan de acuerdo. Solo defendía a muerte a su gran pasión, que era la Real, y estaba en contra de sus mayores rivales históricos. También sacaba las garras con el Barcelona o el Madrid. Incluso recuerdo otro mensaje suyo encantado con un artículo que titulé La caverna azulgrana en el que desgrané la larga lista de desagravios que habían provocado que Anoeta le hubiese retirado la maldita alfombra roja con la que le recibía un sector de nuestra parroquia.

Nunca le conté que cuando no nos conocíamos, mi cuadrilla y otros aficionados realistas le salvamos de ser agredido por un violento grupo de hinchas del Athletic al no darse cuenta de que lo que parecía un inmejorable sitio en las cercanías de San Mamés, no era más que una peligrosa trampa. Eran los tiempos del Derby de ETB2, en el que los vecinos siempre se creían que el visceral y voceras Patxi Alonso se imponía en los duelos dialécticos que mantenían, sin entender que el ingenio y la flema del Pato le podía llegar a humillar en ocasiones. Todo ello sin necesidad de elevar la voz. Ya lo saben, el verdadero análisis era para listos, absténganse forofos. Y pocos como él denunciaron la presión que ejercieron desde Ibaigane para que Anoeta fuese un estadio de atletismo. Una guerra que acabó venciendo gracias a la remodelación del estadio.

En estas horas tan tristes, uno se puede escudar en la famosa frase que suelen decir algunos seguidores blanquiazules, con la que se podía haber marchado hinchado el propio Reizabal: “Yo ya me puedo morir tranquilo. He visto y celebrado dos títulos de Liga, uno de Copa, una Supercopa, dos clasificaciones para la Champions”? Pero a mí no me consuela. Solo me puedo quedar mirando la sobrecogedora imagen del Pato, solo y pensativo, en uno de los balcones del Ayuntamiento, con la txuri-urdin que vestía Periko Alonso en Gijón, esperando a las chicas para festejar su gesta en la Copa del Rey. Lo siento, Pato. Tras el empate del Leganés volviste a recordarme que utilizara el término “tortilla de tonterías” y me pediste que te avisara si lo escribía. No sabes lo que me duele llegar tarde. Lamento haber desperdiciado tu ingenio. Sueño con que la Real derrote como el homenaje que mereces al mejor, Messi, a quien hace unas semanas un niño boquiabierto y muy gracioso solo alcanzaba a decirle en su presencia: “Gracias por tu fútbol”. Gracias por tu periodismo y tu cariño, Pato. ¡A por ellos!