Donostia - “La Real no ha hecho nada y se ha llevado los tres puntos”; “Yo he visto jugar a este equipo otros días y era un rodillo. Con una ocasión se ha llevado los tres puntos”; “Escribá no puede seguir, el equipo está desquiciado. Si no gana hoy, no gana nunca”. Estas eran las frases que más se repetían en la sala de prensa de Balaídos entre los periodistas locales. El sentir general era que les había decepcionado la discreta versión que había mostrado la Real, que llegó con la vitola de ser el equipo que mejor jugaba de la Liga. Luego, en lo que no había consenso, era en lo que podía y debía suceder con Escribá, que si no llega a tener otra bala en el dramático Betis-Celta de esta semana, probablemente habría sido destituido en las siguientes horas a la derrota ante los de Imanol. Por cierto, el oriotarra quiso echar un capote y destacó en varias ocasiones en su rueda de prensa que el Celta tenía un gran entrenador.

Lo cierto es que el planteamiento celeste anuló a la Real. Primero, porque la agresiva presión de Aspas y Mina en la punta de ataque le incomodó mucho la salida de balón; y segundo, porque, en posiciones más replegadas, Pape y Lobotka fijaron y anularon muy bien a Odegaard y Merino. Ninguno de los centrocampistas creativos de la Real pudo jugar de cara, lo cual motivó que los delanteros no recibieran balones en condiciones y casi nunca en ventaja.

Se comprende el enfado del Celta, porque completó una buena actuación, sobre todo en defensa. Su problema fue que se le notó la tensión y los nervios por su situación desde el primer momento y eso le llevó a jugar al límite del reglamento. Por poner un ejemplo, Escribá protestó que la primera amarilla de Pape no había sido. Igual también habría que recordarle que en la primera parte hizo dos faltas por las que pudo ser amonestado. La reincidencia también tiene castigo, a pesar de que, es obvio, esa primera falta no fuera grave. La segunda no admitió ninguna discusión.

Al técnico del Celta se le olvidó que al principio de la segunda parte Hugo Mallo hizo entrada de roja directa con la que pudo lesionar de gravedad a Oyarzabal. No se puede entender que el colegiado del VAR no avisara a Pizarro Gómez para que revisara la acción. Lo grave del asunto es que se trata de la segunda falta de juzgado de guardia que reciben las dos estrellas realistas sin que hayan sido expulsados sus agresores en dos jornadas seguidas. La anterior fue la de Javi García a Odegaard a solo un metro del colegiado Soto Grande.

Eso sin entrar a valorar lo sucedido luego con Aspas. Es un gran futbolista, pero pierde los papeles con facilidad. Venía picado con Merino y, presa de la impotencia, le golpeó cuando estaba en el suelo. Aún tuvo tiempo para montar un número impresentable acusando al navarro de fingir. No llega a estar en Vigo y con un árbitro normal habría enfilado también el camino de los vestuarios antes de tiempo. En un estadio difícil, ante un rival en horas bajas pero de mucha calidad, la Real supo sufrir y cuando su rival cometió el error, la entrada de Isak le dio la mordiente necesaria para sentenciar su victoria.