A por ellos: Zuru es así
zuru es así. Cuántas veces habremos oído esa frase para explicar o zanjar algo que ha protagonizado. Nunca me ha gustado felicitar a un futbolista cuando ha renovado, ni por supuesto aplaudir al término de una rueda de prensa, por mucho que le haya adorado como aficionado y que me haya sentido un afortunado por su excelente trato hacia mi trabajo como periodista. Por supuesto que respeto al máximo a los compañeros que lo hacen y no es una crítica hacia ellos, pero quizá sea la forma de dejar claro que si estoy en esa sala es porque llevo una libreta en la mano y porque mi empresa me ha mandado para informar. Si no fuese así, nadie me habría invitado, así que es una buena forma de marcar una obligada distancia desde nuestro lado de la trinchera. Una distancia que ya se encargan ellos de cultivar y de tratar de aumentar con todo tipo de decisiones que siempre perjudican a los medios.
El caso es que el miércoles tuve la fortuna de coincidir en Anoeta y fuera de la sala de prensa con Zurutuza y pude felicitarle en privado por su renovación. El club quiso darle tanta importancia a su continuidad que convocó a los fotógrafos para inmortalizar el momento con una instantánea junto a Aperribay en el mismo terreno de juego. Era gracioso observar a un canterano, one club man pese a que estuvo cedido un año al Eibar, que por aquel entonces era convenido, escenificando una imagen más propia de un nuevo refuerzo que de una renovación. Coincidimos en el túnel de vestuarios (en el que por cierto han puesto un escudo txuri-urdin donde se separan ambos equipos que debería estar más bajo para que lo pudieran tocar nuestros jugadores antes de saltar al campo), le di la enhorabuena y le comenté: “¡Pareces un fichaje!”. “Así me he sentido”, contestó entre risas. Zuru es así.
El segundo encuentro tuvo lugar casi una hora después, al término de su comparecencia junto a Aperribay. De las palabras de este último y las delirantes comparaciones que hace con generaciones pasadas cuando casi entrenaban en Cristina Enea hablaremos otro día. Para salir del estadio hay que hacerlo por el estrecho parking antiguo, que ya se ha llevado más de una carrocería. Justo en ese instante salía Zuru, con un coche tipo cuatro por cuatro, de los altos, parecía tener prisa. Bajó la ventanilla y mientras hablaba conmigo siguió avanzando al mismo ritmo que lo hacía yo. Fiel a su personalidad dispersa (de la que yo también adolezco), no se dio cuenta de que había un vehículo aparcado a mi lado. Llegó un momento en el que casi no podía avanzar y estuvo a punto de pasar una de sus imponentes ruedas por encima de mi pie o lo que es peor, de mi tobillo. Lo que en el argot del fútbol se denomina hacer un Banega (el futbolista se fracturó la pierna por tratar de frenar su coche en una gasolinera al olvidarse de poner el freno de mano). Lo gracioso del caso es que él ni se dio cuenta, se despidió ya conmigo algo retrasado, como es lógico porque tampoco era cuestión de mantener el tipo con dignidad hasta el final, y emprendió la marcha con rapidez mientras yo ya estaba preparando la denuncia en comisaría para cobrar la indemnización de la Real. Zuru es así.
Sí, es cierto, Zuru es diferente, pero ya hace tiempo que se ha hecho mayor y aunque mantiene esos aires de indiferencia y de empedernido despistado, alcanzó un grado de madurez que le permite observar todo desde otro ángulo. Supongo que esto es lo que finalmente le ha llevado a tomar la decisión de firmar un año más. Para ser sinceros, tanto él como su entorno no ofrecían pistas y yo ya me había puesto en lo peor.
Se queda. Se queda Zuru, el único superviviente del ascenso. El más divertido del vestuario. El que puede conseguir que su grupo esté muerto de la risa mientras están haciendo pruebas físicas. Una persona distinta, con una fuerte personalidad, un gran tipo. Peculiar pero entrañable, a quien nadie ha regalado nada y que cuenta con dos cánticos personalizados de su afición (“Zuru, Zuru” y “esta gentuza, está con Zurutuza”) algo muy poco habitual. Con sus errores, como todos, muchos de ellos por cierto asumidos y reconocidos, algo que no es habitual en este mundo tan egoísta de futbolistas. Me lo comentaba la última vez que le entrevisté: “En el vestuario ahora estoy entre niños. No ha sido fácil despedir a los de mi generación”. Y le entiendo, es normal. Acepto y valoro la importancia que puede tener su experiencia y madurez en un grupo tan imberbe que se manifiesta con una pérdida de puntos. Pero lo que muchos pierden de vista es la importancia del futbolista. Si se queda es porque sigue siendo importante, como él mismo defendió. Además lo hizo con su personal estilo directo: “Tú que sueles venir por Zubieta, ya verás las ganas con las que voy a trabajar”. Entiendo a los reticentes por sus problemas con las lesiones, pero Zurutuza en el campo sigue siendo un futbolista imprescindible. Ahí sí que es de verdad diferente, porque los demás destacan en alguna faceta, ofensiva o defensiva, y este lo hace de forma fiable en las dos. Hace tiempo me di cuenta de que la Real siempre funcionaba cuando Zuru estaba bien. Es un termómetro de su juego. Un jugador capaz de completar actuaciones memorables, como la del 0-2 en Lyon que quedó eclipsada por los golazos de Griezmann y Seferovic. Aquella noche, en el aeropuerto, me acuerdo que me acerqué a él y le comenté que hacía años que no veía una exhibición en todos los sentidos de un centrocampista txuri-urdin. Igual desde aquella maldita noche de Juan Gómez en el Calderón. Y eso que entre medias no han pasado cojos por esas posiciones (que me perdonen Aranburu, Alonso e Illarra).
Había una cuestión que me chirriaba a la espera de su decisión. No me gustaba que dijera que la Real acababa generándole mucha presión. Era la mejor demostración de que no conoce el frío que hace fuera de Zubieta, sin la protección y el cariño del realismo. Cuando acometía el atentado contra mi pie, le dije, “al final te has enganchado”. Y me contestó, cuando casi se mascaba la enésima lesión de la campaña, esta vez en un periodista: “Es verdad, lo reconozco, ya tengo el gusanillo. Yo no era de esos”. Zuru es así.
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