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El autobús de Imanol

El autobús de Imanol

No. Lo siento pero me niego. No tengo ninguna intención de aumentar la habitual gran zanja que tanto nos gusta cultivar creando dos bandos. Prefiero agarrarme a la doctrina Martín Lasarte, esa que pregonó para la eternidad la teoría del “no se desunan” que todavía resuena como el eco en las nuevas gradas de Anoeta. Ya tengo suficiente con aguantar a los agoreros de todos los años de la Copa. Me resisto a fomentar la formación de dos grupos enfrentados en la Liga también, a amparar acusaciones banales y gratuitas que parecen haberse puesto de moda, bajo la denominación ser la viuda de un técnico, un director deportivo o un presidente. Siempre lo he dicho. No creo mucho en los entrenadores hoy en día. Me parecen más bien un mal necesario. Creo que no se puede decir que no haya sido crítico con Asier Garitano. Si la hemeroteca está para ponernos en evidencia tantas veces, también hay que recurrir a ella para defendernos en algunas otras. Quizá con los dos preparadores con los que mejor me he llevado desde que cubro la información de la Real son Juanma Lillo y Martín Lasarte, dos tipos increíbles, y ambos se molestaron en algún momento por mis crónicas. Vamos, lo normal. Lo que debe ser una relación entre un periodista deportivo y un profesional. El verdadero problema para mí siempre será el piropo desmedido, el conseguir que nunca se molesten contigo. Ahí es cuando algo no funciona. Seguro que alguno se dará por aludido porque lo ha vivido. Y más de una vez, ¿a que sí?

Puedo decir que con Garitano he mantenido una relación normal, cordial, como el resto de compañeros de mi medio y del resto. Ni más ni menos. Siempre defenderé que me parece una gran persona. Esto no me condicionó para el análisis de su trabajo. Quizá un poco para enjuiciar su destitución. El motivo es que me pareció injusta la manera en la que se han portado con él todos los estamentos de la entidad. Y reconozco que me da rabia constatar que algunos de los que normalmente no han apuntado al banquillo salvo para escribir su necrológica para no incomodar a los despachos de Anoeta ahora consideran que han descubierto la panacea. No me trago el pasar del negro al blanco sin ningún interés estratégico o personal. Yo es que soy así.

Ahora bien, de ahí a tratar de colocarnos a los que no opinamos como ellos enfrente de Imanol hay un mundo. Y además ofende. El oriotarra es una persona extraordinaria. De esas a las que solo puedes desear que le pasen cosas buenas, de las que unen. Cuentan muchos estudiantes de la ikastola Landaberri que se encuentra enfrente de Zubieta que era uno de los que siempre se prestaba a llevarles al pueblo cuando llovía y habían acudido al parking a pedirles autógrafos.

Si te fluye la sangre txuri-urdin es imposible no querer que triunfe Imanol. Un canterano que festejaba un gol con la camiseta de sus sueños en el Carlos Belmonte con la misma pasión que si fuera en una final de Champions. Uno de los nuestros que vivió su particular tarde de gloria la temporada pasada en la celebración de la clasificación del Sanse al play-off al imponerse al todopoderoso en la categoría Racing en el que fue probablemente el día más emocionante que se recuerda en Zubieta. Mientras bajaba al césped la afición le aclamó y le señaló como el héroe en clave blanquiazul de la temporada pasada. Casi el único, por cierto. Incluso me atrevería a decir que todos hubiésemos dado por bueno que hubiera seguido en el banquillo.

Una de las grandes estrellas de ese filial era Luca Sangalli, autor del 3-0 final ante los cántabros, que no tuvo reparos en calificarlo como el mejor momento de su aún corta carrera junto al 1-3 de San Mamés. En la emotiva entrevista que concedió a este periódico y en un alarde de sinceridad y profesionalidad, dejó claro un mensaje de autoexigencia tras recuperarse del ictus que sufrió: “Ahora ya estoy jugando y tengo que intentar que se empiece a hablar de mí más por méritos deportivos que por lo que pasó, de lo que intento alejarme”.

Rescato esta cita del bueno de Luca para trasladarla a la situación de Imanol. Está muy bien todo lo que ha hecho, el sentimiento txuri-urdin que ha demostrado y que ha predicado a lo largo de toda su trayectoria profesional tanto de jugador como de entrenador. Pero a partir de ahora se expone a la crítica, porque la situación no es la misma que el año pasado. Ahora ya no es el bombero interino con mucho más que ganar que perder, sino el entrenador del primer equipo con todas las letras para el próximo año y medio, con la consiguiente subida del listón de la exigencia y la realidad de que ya no habrá marcha atrás en el organigrama del club.

Siete puntos de nueve es una magnífica carta de presentación. Todos estamos contentos por el ilusionante aterrizaje de Imanol. Allá el que quiera sacar pecho y dispare a los que todavía no les convenza el cambio porque todavía no observa muchas variantes tangibles distintas. El que quiera medir con una doble vara lo que ha pasado y lo que acontece ahora. El que ya ha dado por acabado de forma súbita el debate por el estilo de juego. Si así son felices, yo me alegro por ellos. A mí todavía me falta. Ojalá que llegue pronto a su mismo nivel de convencimiento. Eso sí, lo que me preocupa más es no ver al Imanol de siempre. Ese que podía tirarte el café del susto en mitad de un entrenamiento con uno de sus gritos. Espero y deseo que no sea un peaje a pagar por lo sucedido con la plantilla con el anterior inquilino. Y si alguno le ve igual, que pregunte a los que les dirigió en el Sanse el nivel de intensidad que les reclamaba y las voces que les pegaba. Ahora hasta se le ve más nervioso y tenso en sala de prensa.

Los trabajadores del club nunca olvidarán a los que se subieron al autobús de vuelta en Valencia una vez consumado el descenso. Porque hubo muchos que se bajaron y regresaron por su cuenta. No tengo dudas de que Imanol hubiera entrado el primero y hubiese llorado a moco tendido hasta Zubieta. Que nadie tenga el valor de ponerme enfrente de un txuri-urdin de pro y de un entrenador preparado, con buen gusto y hasta la fecha exitoso. Le deseo toda la suerte del mundo, porque será la de nuestra Real. ¡A por ellos!