El Rayo planteó el partido que planteó, ese encuentro abierto y casi suicida que todos, Imanol Alguacil incluido, podíamos esperar antes del encuentro. Los vallecanos combinaron su defensa adelantada con un bloque medio en la presión, alto cuando Rulli iniciaba las jugadas, que llevó el desarrollo de la contienda a espacios muy reducidos. Pero en este contexto la Real supo, durante largas fases, encontrar hombres libres a la espalda de los pivotes vallecanos. Durante la primera parte, con el equipo dispuesto en un 4-3-3 de estructura simétrica, el destinatario de esos balones fue Luca Sangalli, generoso en el trabajo y desafortunado con el balón en los pies. El entrenador txuri-urdin tomó nota, y movió ficha durante el descanso.

A simple vista, la disposición txuri-urdin no cambió en exceso respecto a lo visto durante los primeros 45 minutos. Pero el balón echó a rodar y afloraron los matices del técnico oriotarra. Liberó la banda izquierda para las proyecciones de Theo, convertido muchas veces en un extremo. Escoró en salida al interior zurdo, Igor Zubeldia, para que este cubriera las subidas del galo y ofreciera también una solución de pase lateral. Y, lo que es más importante, centró la ubicación de Oyarzabal, con el objetivo de que los envíos que antes encontraban a Sangalli terminaran en los pies del jugador eibartarra.

El retoque de Imanol resultó bueno y positivo. Aunque los efectos del mismo atravesaron distintas fases a lo largo de la segunda parte. De inicio, la Real supo aprovechar el juego entre líneas de su 10, quien llegó incluso a protagonizar una pared larga por milímetros con Willian José que pudo dejarle solo ante Dimitrievski. Después el Rayo logró cortocircuitar por momentos las ofensivas txuri-urdin, con un repliegue que dejó sin radio de acción al propio Oyarzabal y que nunca sabremos si resultó forzoso o voluntario. Y finalmente Imanol supo ofrecer soluciones al eibartarra con el ingreso de Sandro. El canario pasó a moverse en el sitio anterior del 10, quien pasó directamente a ejercer de Sangalli. Con dos amenazas en vez de una a la espalda de su medular, el Rayo cedió y encajó el empate, de un modo que en ningún caso supuso una casualidad. Zubeldia encontró solo a su compañero de generación, en la parcela de la mediapunta. Y Oyarzabal encontró desde ahí el desmarque en profundidad de Januzaj. La acción terminó en el 2-2 de Willian José.

el mediapunta El partido de ayer y su convocatoria previa por parte realista depararon una curiosa paradoja. La Real viajó a Madrid sin tres centrocampistas, Zurutuza, Merino y Pardo, capaces de moverse en ese segundo e incluso tercer escalón del centro del campo, ejerciendo como enganches y conectores con la delantera. Imanol pudo citar a algún futbolista del filial capaz de jugar ese rol, quizás el mismo Roberto López, quien debutó el pasado lunes contra el Espanyol. Pero resultó curioso comprobar cómo, pese a las sensaciones que sobre el papel ofrecía su citación, el entrenador supo cambiar el partido apostando por ese mediapunta que podía echarse de menos a priori. Lo tenía en Mikel Oyarzabal. Y se trataba únicamente de liberarle de ejercer como extremo puro, acercándole a la zona de creación. La Real agradeció el movimiento.

Parece obvio que la Real de Imanol es distinta a la que veíamos hasta hace solo un mes, con el anterior entrenador. Pero el actual técnico ha insistido ya en varias ocasiones a la hora de ensalzar todas las “cosas buenas” que se venían haciendo con Garitano. Una de ellas, centrar la ubicación de Oyarzabal, figuraba en la cartera a modo de solución. Y a ella tuvo que recurrir el de Orio ayer en Vallecas. Salió bien.