A la hora de encontrar protagonistas al mejor arranque liguero de la historia de la Real (como en la 1981-82), por encima incluso de los años de los títulos, no parece difícil escoger al destacado. El señalado. El que marca el camino. El director de orquesta que mueve a su equipo bajo su prestigiosa batuta. No le busquen en las portadas, porque casi nunca aparece en ellas. Ni incluso en la selección, donde, por increíble que parezca, el técnico no le convocó para los últimos encuentros. Parece escondido, como en un papel secundario donde se siente más cómodo, pero siempre está ahí. Y cuando entra en juego, todo cambia. Lo reconocen hasta sus propios compañeros. Cuando se enchufa, no solo lo ordena todo, sino que, por encima de muchísimas cuestiones, juega y hace jugar a todo el equipo. Hablamos del guardián del estilo de Eusebio. Su brazo ejecutor en el campo, algo que necesitan todos los entrenadores. Se llama Asier Illarramendi, el futbolista de clase mundial que lidera el fútbol de muchos quilates de esta triunfal Real.

Ayer no fue su mejor actuación. Sobre todo en lo que respecta a su verdadera misión en el centro del campo, línea que se vio superada durante demasiado tiempo por la presión y la agresividad del Deportivo. Mel tenía claro que para frenar a su visitante debía impedir que entrara demasiado en juego y en ningún momento le dejaron recibir con comodidad, gracias a un marcaje individual. Pero esto no resultó óbice para que en su primera intervención marcara desde 30 metros y para que, en los últimos veinte minutos, agarrara las riendas para inclinar el campo hacia la portería gallega, jugar en su campo y lograr que llegaran los dos tantos de la victoria. El que cerró la cuenta, tras una jugada simplemente antológica, en la que dejó atrás a cuatro adversarios para anotar con un disparo con la zurda. Casi nada. ¿Les suena la receta? En Vigo la Real remontó cuando Illarra se adueñó de la pelota. Y el baño al Villarreal llevó siempre su firma, en colaboración de Zurutuza, su mejor socio, que ayer en cambio no estuvo tan fino.

Pim-pum. Ti-ta. 0-2. Así fue el trepidante comienzo del encuentro. Fue tan rápido e inmediato, que los comentarios de las alineaciones casi se debieron realizar después de las dos dianas de la Real. Una muestra más de la impresionante pegada de este equipo que, como ayer, no necesitó recurrir a su habitual buen fútbol para ponerse por delante en el marcador. Y además por partida doble. En la primera acción, a los dos minutos, Odriozola estuvo listo al sacar rápido una falta a Januzaj (apunten bien este hecho, porque se repitió cada muy pocos minutos), Xabi Prieto sirvió un centro perfecto para que apareciese en el área Juanmi, el terror de las espaldas de las defensas, para anotar con un escorzo. Dos cuestiones para el análisis: el remate parecía fácil, pero no lo era, y menos aún colocarlo junto al palo. Para eso hay que valer y ser un consumado goleador profesional. Y segundo, el malagueño se encuentra por centímetros en fuera de juego.

Pocos segundos después, Januzaj botó un córner y tras dos despejes, uno demasiado centrado de Bruno Gama, Illarramendi conectó el citado disparo perfecto que se coló entre un mar de piernas. Entre ellas las de Juanmi, que se encontraba en la línea de visión del meta, aunque su intención fue en todo momento desaparecer y no intervenir. Debate abierto.

La Real recuperaba a Iñigo, en el eje de la zaga, y Januzaj debutaba en el extremo. Como reconocen en el vestuario, el belga atesora un talento fuera de lo normal. Quizá tenga el defecto de querer inventar siempre, algo que no siempre se puede, pero su clase está llamada a escribir páginas legendarias con la txuri-urdin. Eso sí, si le dejan. Una cosa es que el colegiado se equivoque en una o dos jugadas por cuestión de centímetros, lo que no es de recibo es que un lateral pueda hacerle cinco faltas en media parte, alguna de ellas fea, de las que buscan hacer daño, y el trencilla no le muestre ni la amarilla. A partir del 0-2, insisto con dos tantos que pudieron ser anulados (el primero seguro), la actuación del colegiado fue vergonzosa. Con un criterio desigual en los contactos y en las tarjetas. Con dos penaltis no señalados en el área local, a Januzaj y a Kevin Rodrigues, aunque este hiciera mucho por caer. Sacó de quicio a los blanquiazules, al igual que lo hiciera el año pasado en el mismo escenario. La conclusión es clara: es de los colegiados a los que merece la pena perder de vista durante un largo tiempo. Cuanto más, mejor.

Los aficionados realistas solemos tener multitud de teorías inventadas con poco fundamento o rigor, como lo es que a nuestro equipo no le conviene ponerse tan pronto por delante el marcador. Los más agoreros pronto encontraron argumentos para reforzar su tesis. El Deportivo reaccionó bien a los dos sopapos. Se hizo con la posesión, movió bien la pelota y comenzó a ganar metros ante una Real que dio la sensación de recular metros demasiado pronto y con excesiva facilidad. A los 26 minutos, y después de una larga embestida de los gallegos, Schar asistió a Adrián López, quien anotó con una volea de interior colocada preciosa. Ya lo saben, este delantero es de los que falla lo fácil y clava lo difícil.

De ahí hasta el descanso la Real tuvo que sufrir. En ataque, cuando no le atizaban, Januzaj era el único que mantenía la amenaza con un disparo alto, un cabezazo a centro medido de Kevin y en un penalti claro de Luisinho que Munuera no quiso pitar.

segunda parte A los cuatro minutos de la reanudación, Juanfran ganó un duelo a Kevin y su centro al segundo palo lo bajó Adrián para que Andone anotara a bocajarro. Segunda vez que le marcan así a la Real, con servicios largos a la espalda de sus laterales, a los que les faltan centímetros. Como viene anunciando Eusebio, nos tienen muy estudiados.

Pero el Deportivo no pudo mantener el nivel de intensidad y de agresividad. El ir por debajo le generó una ansiedad y una precipitación que le dejaron sin energía para culminar la remontada. La Real estaba lejos de su mejor versión. Le faltaba precisión en los pases e ideas. Pero antes de que Illarra tomase el mando de las operaciones, Januzaj ya pudo marcar tras una pared preciosa entre Odriozola y Xabi Prieto; Munuera no quiso ver un derribo a Kevin (le tocó); y a Iñigo, en un centro medido del belga, se le escapó una volea por centímetros.

Rulli veía el duelo ya sin agobios, mientras que cada ataque realista tenía sabor a gol. Tres servicios de Prieto, a cada cual mejor, fueron desaprovechados por Canales, Willian José y Odriozola. Hasta que en el minuto 83 la ambición realista encontró su premio en un balón que se encontró Llorente en el área y que entró llorando. Poco después, Illarra culminó la goleada con una jugada que daría la vuelta al mundo si la hubiese firmado en su anterior club.

Tres jornadas y tres triunfos. Imposible empezar mejor. La Real se siente poderosa y se cree capaz de ganar los encuentros. Sea por la vía rápida, como parecía ayer, o por el propio peso de su mayor calidad, como sucedió en la segunda parte. Sin miedo a Europa. Y que se prepare el Madrid.