No tiene que ser fácil gestionar un vestuario de un equipo de Primera División. Y eso que nosotros podemos proclamar con orgullo que hay pocos tan sanos como el de Zubieta, pese a que, como en todos lados, los futbolistas profesionales son egoístas por naturaleza y todos son de su padre y de su madre. Eso me lo solía comentar el bonachón de Iñaki Sáez, que muchas veces el jugador no es consciente de que solo mira a su ombligo hasta que cruza la acera y se convierte en entrenador. Es en ese momento cuando se arrepiente de cosas que hizo en su día a lo largo de su carrera de corto.

No es sencillo ser técnico. Eso está muy claro. No hay más que ver el deterioro físico que sufren los inquilinos de banquillos más calientes. Aunque en Anoeta, siendo privilegiados por vivir en una ciudad como Donostia sin ningún problema de dinero, más bien podrían casi rejuvenecer al estilo Benjamin Button.

Cada club es un mundo. Pero no solo en la Liga, también hay muchas diferencias con otros países. Cuentan varios de los canteranos que han salido este verano que no te das cuenta de verdad de lo bien que funciona todo en la Real hasta que te marchas a otro equipo donde ya no tienen tantas facilidades y comodidades. Pero a lo que iba. De lo distinto que es el fútbol en otros campeonatos puede dar fe Víctor Fernández. El que hasta el año pasado era el director de la cantera del Madrid que llevó al Zaragoza a conquistar la Recopa con aquel gol de Nayim y que sonó en repetidas ocasiones como posible aspirante al banquillo txuri-urdin no lo pasó bien en el Oporto, en su primera experiencia en el extranjero. Su misión era muy complicada, ya que aterrizó en el banquillo de los dragones cuando justo se acababan de proclamar campeones de Europa a las órdenes de José Mourinho. La gesta provocó el clásico fin de ciclo, con la marcha del polémico entrenador y la de doce jugadores, la mayoría de ellos vitales.

Al parecer, el actual preparador del Manchester y ex del Madrid tuvo muy buenos detalles con Víctor. Se preocupó y facilitó su adaptación al Oporto. Uno de sus primeros consejos fue que contratara un detective para vigilar la vida nocturna de sus jugadores. Mou fue claro: “Por tu salud y por la de tu relación con el presidente, págalo tú por tu cuenta”. El maño, que siempre se había caracterizado por no ser demasiado duro en la relación sus jugadores, no podía evitar la risa y, como era previsible, no dio nunca ese drástico paso. Desgraciadamente para él, pronto confirmó lo que le avisaba Mourinho, mensaje que se repetía cada vez que coincidían y charlaban un rato.

El caso más grave se produjo cuando Víctor y su segundo decidieron ir a tomar una copa en el local de moda de Oporto. Nada más entrar, vieron a lo lejos a Benni McCarthy muy bien acompañado de tres mujeres. El sudafricano se volvió loco al percatarse de su presencia y se escapó de la discoteca jugándose el físico al saltar por una ventana. De nada sirvió que Víctor corriera detrás para tranquilizarle. Incluso llegó a gritarle por la ventana: “¡Pero Benni, vuelve, que ya te he visto!

Su presidente Pinto da Costa es todo un personaje en su país. Tras un partido le pidió que fuera a su casa de campo y al llegar le abrió la puerta una bella jovencita en bañador. “Muy guapa tu hija”, le comentó educadamente. “Empezamos mal, Víctor, ¡si es mi novia, hombre!”, le espetó tronchado de risa el dirigente.

Eusebio no tiene problemas de ese tipo en la Real. La labor del técnico está siendo notable. Ha implantado un estilo que se adapta bien a sus jugadores. Les ha convencido de que, por sus cualidades individuales, es el fútbol que deben desarrollar porque, como estamos comprobando, les permite marcar diferencias y ganar muchos encuentros. Algo parecido a lo que hizo Luis en la selección, cuando llegó a la conclusión de que había que apostar por lo que verdaderamente tenían distinto, que no era otra cosa que el fútbol de sus jugones, por lo que enterró el hacha de guerra de la poco exitosa furia para patentar el triunfal tiki-taka.

Con justicia y merecimiento, el lasecano ha ganado mucho peso en la planificación de este verano. El club se ha plegado a todas sus decisiones, incluso con alguna salida forzada sin excesiva elegancia como la del canterano Jon Gaztañaga. Presidente y director deportivo ya no tienen reparos en hablar de títulos y eso es, de forma indiscutible, gracias a la confianza ciega que tienen puesta en el trabajo de su entrenador (por cierto, otra medallita para Loren). Estamos en sus manos. Y creemos en él. Ojalá mantenga ese elevadísimo nivel de aciertos en sus decisiones que está acreditando. Pero como asignatura pendiente, esperemos también que este año mejore en la gestión de la plantilla para tratar de mantener enchufados y motivados a los 24 futbolistas. Por su salud, la del vestuario y la de su propia relación con sus pupilos. Y sin detectives de por medio.