Juanmi Jiménez, soluciones de emergencia
Agobiante otro gol del malagueño rescata a la peor real del año, que casi se deja dos puntos ante el granada
Cualquier realista que se precie y que sepa cómo funcionan el fútbol y su equipo conocía de antemano que no iba a ser fácil. Todos daban por seguro que sumaría los tres puntos ante un penúltimo clasificado al que el mero hecho de que llegara al partido casi opciones de salvarse confirmaba con creces su lamentable nivel. Pero los aficionados blanquiazules teníamos la mosca detrás de la oreja.
Empezamos a temer la amenaza de realada cuando Del Cerro pitó el final de Mestalla, de donde la Real salió viva tras un sufrimiento extremo. A nadie se le escapa que los componentes de la fórmula mágica llegaban tiesos a la cita de tres encuentros en una semana cuando casi estamos en mayo. En realidad la diferencia entre ambos cuadros era tan abismal que parece una osadía o un lloro evitable ponerse a buscar excusas o justificaciones que expliquen el bodrio que soportamos ayer, pero también sería injusto no destacar que la Real jugó el domingo en casa, miércoles de noche en Valencia y sábado, al mediodía, otra vez con sol, en Anoeta. El equipo ché y el Granada tuvieron un día más de descanso para preparar el duelo. Y eso, a estas alturas, se nota mucho.
sin excusas Insisto, daba igual. Ayer había que ganar por lo civil o por lo criminal y el hecho de no conseguirlo conllevaba la conclusión de que no se merecía seguir en la lucha por el costoso pase directo a la Europa League. Ni más ni menos. Estas semanas estamos comprobando que de los tres candidatos, la Real es con diferencia la que mejor ha jugado este año y la que más capacidad tiene para sacar adelante sus partidos practicando un buen fútbol. Eso sí, como quedó confirmado una vez más ayer, es de los tres el menos fiable en competitividad. Villarreal y Athletic, con manos, penaltis, enanos, mujeres barbudas y lo que quieran, hubiesen aniquilado ayer al conjunto granadino con una goleada. En cambio, la Real... Hay que ver lo mal que lo pasó para sumar los tres puntos más asequibles que le quedaban de su exigente final de Liga, sobre todo por su necesidad de lograr el mayor número de victorias posible. Ya lleva tres consecutivas y cuatro de cinco. Que se dice pronto.
Tras la introducción, al grano. La Real derrotó el Granada de forma agónica y, también hay que decirlo, muy decepcionante. A la conclusión del encuentro, varios de sus jugadores casi no podían ni llegar a los vestuarios, lo que confirmaba que afrontaron el duelo en reserva. Pero también hay que destacar que no hizo casi nada bien y que su entrenador tomó decisiones equivocadas. Cuando hay que mover el árbol o buscar soluciones a situaciones concretas, Eusebio baja su porcentaje de acierto. Ayer no se entendió bien que, pese a que el desgaste por los kilómetros recorridos era evidente, prescindiera de Odriozola después de una actuación estelar y determinante en Valencia. Sin el donostiarra, Iñigo, Zurutuza (también por decisión técnica) y Willian José, la Real no es la misma. Eso lo sabemos ya de sobra. Es más, sin el brasileño, el equipo no había conseguido aún ganar en Anoeta, por lo que las alarmas estaban conectadas por si era necesario. Luego hablaremos de los cambios, pero tampoco se entendió a los elegidos para ser sustituidos, ya que implicaba emprender un camino de ida y vuelta que no parecía beneficiarle en nada a la Real con el 1-1.
La primera parte fue de lo peor que se ha visto esta temporada en Donostia. Es lo que tiene también acostumbrarnos mal el paladar con tantas buenas actuaciones. El duelo demandaba, sobre todo, una salida fuerte y poderosa para tratar de solventar el choque cuanto antes frente a un rival moribundo que comparecía sin la más mínima esperanza de salvación milagrosa. Lamentablemente, regresó la versión contemplativa y tediosa de la Real, esa que sale a verlas venir y que observa cómo van pasando los minutos sin que suceda nada relevante, lo que permite al visitante ir alimentando sus opciones de puntuar.
De los realistas, solo Yuri y Oyarzabal se salvaban de la quema gracias a sus continuas carreras. El resto jugaba al tran tran, sin dejar espacio a la improvisación o a la sorpresa. Su fútbol era plano y previsible, sencillo de contrarrestar incluso para un desahuciado en la clasificación.
Hasta el minuto 25 no llegó la primera ocasión, en un error de Oyarzabal en un pase atrás que Pereira intentó aprovechar con un disparo que atrapó Rulli. Poco después, el centro tras una veloz internada de Hongla lo desvió Illarra de forma providencial, puesto que Ramos estaba preparado para fusilar al argentino. El primer acercamiento con algo de peligro de los locales fue en un gran pase de Vela a Yuri, cuyo centro en posición forzada no intuyó Juanmi. En el último minuto, en la única acción que recordó el famoso estilo txuri-urdin de esta campaña, Zaldua metió en largo a Oyarzabal, este evitó que saliera el balón y puso un gran centro con caño incluido, y Vela, más solo que la una, anotó en boca de gol, también entre las piernas de Ochoa.
segunda parte Era un gol psicológico. Los más agoreros pensábamos que ya había pasado lo peor y que ahora el duelo se desarrollaría cuesta abajo. Pero no fue así. Ni mucho menos. En la reanudación, Vela de cabeza y Oyarzabal, que no llegó casi ni a rematar por querer hacerlo con la zurda, dispusieron de sendas ocasiones para sentenciar. Sin hacer nada del otro mundo, el Granada se dio cuenta de que comenzaba a ganar los duelos individuales y que apenas encontraba oposición. Tras un fuera de juego mal pitado a Ramos, el colombiano empató al cabecear tan solo como Vela un centro de Foulquier. Lo malo es que se veía venir.
La Real emitía excesivas señales de agotamiento. Sus jugadores estaban cansados y, además, no lo disimulaban. El panorama era desolador. Lo más frustrante de todo fue que daba la sensación de que con encadenar tres o cuatro pases no era complicado romper el endeble entramado defensivo andaluz. Hablo de la famosa receta de la paciencia, a la que tantas veces alude Eusebio cuando las cosas no les han salido y se han revolucionado en exceso. El técnico quitó a Xabi Prieto y Vela, sus dos futbolistas más seguros en controles y pases, y decidió jugarse el duelo a un cara o cruz. Gracias a Dios, estaba el pobre Granada enfrente, que si no puntuó ayer en Anoeta, no lo va a hacer en ningún otro campo. Una vez más fue Juanmi, el héroe enmascarado, al que muchos le restan méritos aún no se sabe muy bien por qué, quien acudió al rescate del equipo. Su primer intento se estrelló en el larguero, pero el segundo, aprovechando una gran asistencia de cuchara de Canales, sacó del agobio en el que se encontraba su equipo y su afición. El cántabro incluso estuvo cerca de anotar el tercero en una buena falta, antes de otra prolongación, la tercera seguida, ejecutada de forma madura e inteligente.
De todo se aprende. Es la diferencia también con otros años, ya que el partido de ayer no lo hubiese ganado la Real del curso anterior. Sin embargo, en este, en reserva y en precario, con la obligación de vencer y sin el comodín de las excusas, logró sumar tres puntos que son tan importantes como los de Mestalla. Así de claro. Seguimos adelante en este viaje apasionante en el que ya solo vale la victoria. Próxima estación: Sevilla.