Síguenos en redes sociales:

La Torre de Babel

La Torre de Babel

El fútbol tiene estas cosas. El equipo de tu pequeña pero coqueta ciudad te permite disfrutar de la visita de uno de los grandes centrales de la historia de la Premier en las últimas décadas como ha sido Tony Adams. Pero este deporte no tiene memoria ni distingue tejidos, por lo que vales lo que has hecho la semana anterior. Parece triste que como técnico esté sufriendo este evitable desprestigio en un equipo que ya tenía un rejón de muerte cuando llamó a su puerta de forma totalmente inesperada.

Adams fue una de las piezas clave de la Edad de Oro del Arsenal de Wenger. Es decir, cuando ganaba títulos. En ese equipo también jugaban otros grandes futbolistas como Bergkamp o Henry, y otros más del típico perfil inglés de central tosco y con poca técnica como Martin Keown. Fue otro británico y sensacional futbolista de banda como Parlour quien ha desvelado en su autobiografía una anécdota memorable. De esas que parece que solo pueden suceder en el fútbol de las islas.

Al parecer Keown siempre estaba muy preocupado cuando traían a jugadores para su demarcación. Bergkamp, pese a esa seriedad que le caracterizaba y que no se corresponde demasiado con esta vena humorística, estaba en el banquillo en un amistoso junto al defensa un día en el que habían traído a prueba en su puesto al letón Igor Stepanovs quien, pese a su buena planta, no daba el nivel. El holandés estaba sentado detrás de Wenger y no paró de elogiarle de forma desmedida para picarle: “¡Menudo pase! ¡Vaya cabezazo! ¡Qué gran tackle!”. Incluso dio un pase largo fallido, pero tuvo la fortuna que le cayó a un compañero y todos en el banquillo se pusieron de pie a aplaudir de cachondeo. El bueno de Keown estaba fumando en pipa y ya comenzaba a señalar cuando no atinaba que no le parecía tan bueno. Esa noche fueron a cenar y siguieron cebándose con el blanco fácil, pese a ser conscientes de que, en realidad, no era competencia para Adams, Keown y Bouldy. La sorpresa llegó de regreso a los entrenamientos en Londres, cuando se encontraron con el báltico en el vestuario. “¿Qué haces aquí?”, le preguntó Parlour. Le habían contratado para cuatro años. El centrocampista no salía de su asombro: “Increíble. Arsène no se había dado cuenta de que estábamos vacilando a Martin. Era como si llevase a mi hermano a entrenar”.

La cosa se agravó con una plaga de lesiones en el eje de la zaga que dejaba a Stepanovs como única alternativa. Y el partido era nada más y nada menos que en Old Trafford. Al descanso iban 5-1, con Wenger desencajado en la banda. Camino a los vestuarios, el extremo del United Dwight Yorke se acercó a Parlour y le preguntó: “¿De dónde diablos habéis sacado ese central?”. “Mira, es una larga historia ...”. Por primera vez el técnico francés abandonó su habitual tono comedido y tranquilo poniendo el grito en el cielo por el desastre. A Parlour casi le da algo: “En mi visión periférica podía ver a Pat Rice enviándome una mirada que decía No te rías. Hagas lo que hagas, no te rías. Esa fue la única vez, en los ocho años que jugué bajo su dirección, en el que se volvió loco en un descanso”.

Imagino que la dirección deportiva del Granada, el visitante de este mediodía en Anoeta, se tomó mucho más en serio la planificación deportiva pese a confeccionar una esperpéntica Torre de Babel. Ha llegado a disputar encuentros esta campaña con once futbolistas en su alineación de nacionalidad distinta. Creo que aquella tarde el único de aquí era Héctor, cedido precisamente por la Real y que no podrá jugar por la cláusula del miedo hoy en Anoeta.

No hay ninguna fórmula que garantice el éxito ni el fracaso. Pero cuando comparece un adversario así en Donostia no podemos más que sacar pecho porque la columna vertebral de este nuestro equipo tiene label de Zubieta. Xabi Prieto mete en largo, Odriozola alcanza como una bala la línea de fondo y Oyarzabal cruza a la red. ¿Les suena? Imposible no emocionarse con la obra de arte firmada en Mestalla por los tres tenores de la casa en el 0-3. Pero para competir por Europa se necesitan refuerzos de altura, foráneos que marquen la diferencia. Nosotros también tuvimos nuestros Stepanovs. ¿O es que ya hemos olvidado a Dramé y Necati? El primero no llegó a disputar ni un minuto en Anoeta y el segundo aterrizó con diez kilos de más. Al menos este año podemos reconocer que se ha dado en el clavo con Willian José y Juanmi. Llevan el gol en la sangre. Son los que finalizan y concretan el espectacular trabajo de un gran equipo que competirá el próximo año en Europa. ¿Todavía lo dudan? Un día más solo vale ganar. ¡A por ellos! l