La noche de ayer la pasé bastante mal por culpa de un trancazo considerable, que no me dejaba respirar bien y, como quiera que contra la ventana del dormitorio se estrellaron todos los granizos, vientos y chaparrones, así como un rayo al amanecer, dispuse de mucho tiempo de insomnio en el que escuché la radio o pensé en cosas que no termino de ver claras.
No sé el porqué, pero a los pensamientos llegó el estadio de Anoeta. Pesadilla en grado sumo. Para mí, desde el primer cimiento, porque siempre mostré disconformidad con el proyecto. Ni el atletismo necesitaba un mamotreto como este para su práctica, ni el fútbol un estadio que no respondía a sus deseos. Así que a día de hoy, pasados tantos años, ni se baten récords mundiales, ni se organiza un meeting como en las grandes ciudades europeas, ni los aficionados al balompié disfrutan de la cercanía con el equipo que aman.
Hoy por hoy, quienes más y mejor se benefician de la instalación son los seguidores de Bruce Springsteen, que vende en tres horas treinta y dos mil entradas. Seguro que cuando se levantaron los cimientos del estadio nadie pensó en The Boss.
Siempre hay personas que se dan cuenta de que las situaciones no son las idóneas y que es posible estudiarlas para mejorarlas y que respondan a la realidad o a las nuevas exigencias. Se empeñó en ello el presidente de la Real y lleva tiempo tratando de conseguir lo que parece un imposible. Es una de las cuestiones pendientes de su programa electoral, aunque la cada vez menor presencia de aficionados en las gradas determina reflexión en ese sentido.
Las cosas no van al ritmo que desea, porque no dependen de su esfuerzo, sino de procesos administrativos, económico-financieros y demás que determinan el futuro. En ese empeño está él y quienes le ayudan y le entienden, aunque no todo el mundo camina en la misma dirección y con eso hay que convivir.
Me pregunto cuánto cuesta un campo de fútbol nuevo y si es viable. Aperribay ha dicho muchas veces que no se lo plantea, porque seguramente es imposible caminar solo y porque traicionaría la ayuda de quienes se la prestan en el objetivo de la remodelación. En esas estamos y lo que te rondaré.
Mientras tanto, el equipo concluía ayer una serie de tres partidos que desde hace mucho tiempo no es santo de nuestra devoción. Las llamadas rotaciones, las ausencias por lesión, el cansancio acumulado? marcan paso y tendencia. Hasta que llegó el Levante sumamos un empate ante el Málaga y una derrota sin paliativos con tobillo maltrecho incluido que mandó a la camilla a un pobre chaval, mientras el resto del coro (árbitro, club, compañeros, comités?) en lugar de leer la partitura y aplicarse se fijaba en la batuta del director. La guinda de la semana no fue mejor y volvimos a capotar ante el colista del campeonato en una actuación decepcionante.
Eusebio reconoció que lo de Madrid no salió bien y que los planes previstos se vinieron pronto abajo. Retornó a los cuarteles de invierno y a la alineación tipo, o al menos la más conocida teniendo en cuenta las ausencias. Incluso cobró ventaja en el marcador, pero no supo ni defenderla, ni ampliarla. Luego, las prisas y los desaciertos inverosímiles ante la portería de Mariño.
¿Qué fue del conjunto que brilló en San Mamés? Aquel que corría y apretaba con toda la intensidad del mundo. Se lo debió dejar todo a orillas del Nervión, porque desde entonces el equipo no está. Oyarzabal volvió a ser el mejor, pero le faltó compañía y eso es preocupante cuando sobre el terreno deben aparecer jugadores que lleguen desde atrás, pisen el área y desequilibren.
Al Levante le bastó juntar sus líneas para defenderse de un ataque pobre, lento y sin ocasiones. Las que hubo, sobre todo en el segundo tiempo, las falló de modo lamentable. ¿Cuánto cuesta un campo de fútbol? No lo sé. ¿Cuánto cuesta construir un equipo fiable? Tampoco, pero lo necesitamos.