donostia - A estas alturas, las maneras en las que la Real ha sido eliminada de la Copa del Rey resultan tan diversas que en la lista negra cabe prácticamente de todo. Hay tropiezos ante rivales menores, en casa, fuera, con los suplentes, con onces de garantías... Atendiendo a lo visto anoche, el adiós encajado contra Las Palmas debe ser incluido en esta última categoría. Y es que, si bien en el duelo de ida hubo bastantes cambios en el equipo, ayer no fue el caso.

Eusebio apostó de inicio por una alineación plenamente reconocible, que en ningún caso ofrecía la impresión de estar confeccionada pensando en la Liga. El técnico situó en cada una de sus líneas a un futbolista que está siendo referencia en el torneo de la regularidad. Iñigo Martínez fue titular en el eje de la zaga. Asier Illarramendi volvió a actuar en el centro del campo, como en el partido de ida. Y como enlace con la delantera, muchas veces alternándose con Oyarzabal y partiendo del extremo zurdo, figuró Sergio Canales. Todo ello, aderezado con la presencia en el equipo de futbolistas como Yuri, Xabi Prieto o Jonathas, que también suelen tener protagonismo los domingos. Así que no parece que se tratase de una cuestión de actores. Fue una cuestión meramente futbolística.

Ocurrió en el estadio de Gran Canaria. Se habló mucho tras aquel duelo de que los menos habituales no aprovecharon su oportunidad, pero en realidad la derrota (2-1) se fraguó en la cocina de ambos conjuntos. Quique Setién consiguió que Las Palmas impusiera su juego. Eusebio no logró que la Real desarrollara lo que viene poniendo en práctica en Liga. Y como consecuencia de todo ello, los amarillos obtuvieron una merecida victoria. Los txuri-urdin, mientras, regresaron con el mal sabor de boca que dejan los malos partidos, pero con una buena noticia: el resultado. Y es que el 2-1 dejaba la eliminatoria a tiro de victoria por la mínima en Anoeta.

Ayer la Real lo intentó, pero, tras unos buenos minutos iniciales, ocasión de Jonathas incluida, Las Palmas comenzó a dar a los guipuzcoanos de la misma medicina aplicada en e partido de ida. Canales y Jonathas acudían a presionar a los centrales. Las Palmas se atrevía a combinar desde atrás. Lo hacía bien. Y superaba la primera línea realista para conectar con sus pivotes. El trabajo ya estaba hecho, porque ahí entraban en juego dos factores determinantes: la superioridad numérica y la calidad de Valerón.

Pardo e Illarra no podían con los dos pivotes y el mediapunta canario. Los visitantes enlazaban posesiones largas. Y la Real corría tras el balón, quedando plenamente descolocada. Resulta curioso que el 0-1 se produjera a balón parado, cuando Las Palmas era superior en el juego. La Real empató justo tras la reanudación, y con Vela por la izquierda empezó a hacer daño de forma similar a la puesta en práctica en el derbi contra el Eibar. Las Palmas tuvo que renunciar al balón, enlazó las contras que pudo y sufrió hasta el final para clasificarse, pero lo logró de forma merecida. Principalmente porque ha jugado mejor la eliminatoria que la Real ¿Y por qué ha ocurrido esto? No parece una cuestión de nombres, ya que la historia se ha repetido en quince días con alineaciones muy diferentes.