el pasado 25 de enero se cumplieron 20 años de la famosa patada voladora de Eric Cantona a un aficionado de la grada. La historia es de sobra conocida. Sucedió en Selhurst Park, el campo del londinense Crystal Palace. Cantona fue expulsado por propinar un golpe sin balón a un adversario y cuando se retiraba a los vestuarios, que se encontraban en uno de los córners del campo, Matthew Simmon, un hincha local, bajó a la carrera once filas para espetarle: “Vuelve a Francia con tu puta madre, bastardo”. El galo, que siempre tuvo un demonio dentro, no pudo controlarse y le propinó una patada a lo Kung Fu y un puñetazo que dejó boquiabiertos no solo al estadio, sino a todo el planeta fútbol.
Con el paso del tiempo, uno de los jugadores del United que estuvo presente en el vestuario, contó que cuando acabó el encuentro, Ferguson, que tiene otro carácter de armas tomar, entró y echó una bronca monumental a varios jugadores (debe de ser algo típico en Escocia, porque Moyes suele hacer lo mismo en el de la Real). Cuando finalizó, se giró hacia Cantona y le dijo en tono casi paternal: “Eric, hijo mío, si lo piensas despacio y por una segunda vez, ¿tú crees que lo que has hecho te conduce a algo?”.
Muchos recuerdan la imagen, pero pocos que supuso un mazazo muy duro para una de las grandes estrellas del momento que marcó una época en el United y antes en el Leeds. Le cayó encima el peso de la Ley al ser sancionado con dos semanas de prisión, que fueron conmutadas por 120 horas de trabajo comunitario, y ocho meses sin poder jugar con los red devils. Su acción tuvo una repercusión impresionante, como lo demuestra que dos días después el periódico The Sun dedicó doce páginas enteras a lo sucedido.
No me quiero ni imaginar lo que hubiera acontecido aquí hoy en día de haber sido una estrella del Barcelona o del Madrid, porque el pisotón de Stoichkov a Urizar no me sirve de demasiada referencia al haber cambiado mucho el fútbol. Como pudimos comprobar con la agresión de Cristiano Ronaldo en Córdoba (a mí me gusta llamar a las cosas por su nombre) la presión que se ejerce sobre los comités desde los dos gigantes y su corte es insoportable y su influencia se traduce en unos agravios comparativos escandalosos de los que la Real puede dar fe.
A mí, como imagino a la gran mayoría de los ciudadanos, me gusta que los tribunales jurídicos sean independientes. Por eso acepto que el Órgano Administrativo de Recursos Contractuales haya tumbado el concurso para la remodelación de Anoeta. No voy a entrar a valorar si es correcto o no, aunque entiendo que, después de que se hayan perdido dos recursos, las cosas no se han debido de hacer bien. Pero sí quiero decir a esta gente que no para de meter palos en las ruedas a una reforma que me parece necesaria y que serviría para enmendar un disparate histórico como fue el construir el estadio con pistas de atletismo, que ya es hora de valorar lo que hace el club txuri-urdin por esta ciudad. He tenido la suerte de poder viajar mucho, y la gran mayoría de las veces que me han preguntado de dónde soy y he contestado San Sebastián, lo primero que me han dicho es “Real Sociedad”. Casi nadie me ha hablado de La Concha, y mira que es única y esplendorosa. El fichaje de Moyes ha significado un bombazo en Inglaterra y todos los reportajes que vienen a hacerle los medios ingleses están acompañados de unas imágenes sensacionales de nuestra ciudad que seguro se traducirán en futuros visitantes.
Me lo comentó un día una persona muy relacionada con el club, cuando se mudaron de Atocha, “tenían que haberle regalado unos terrenos a la Real para construir su estadio por su aportación a Donostia”. Yo no diría tanto, pero lo que no merece es que, después del fiasco en 1982 provocado por las divergencias entre los grupos políticos, cuando por fin se ponen de acuerdo todos aparezca siempre alguien para paralizar un proyecto que satisface e ilusiona a la gran mayoría de donostiarras. ¿O es que los concejales no son la voz del pueblo?
Cuando sucedió lo de Cantona, un partido pidió explicaciones en la Cámara de los Comunes. Me suena tan disparatado como que sean unos gestores de pistas de paddle madrileños los que condicionen lo que sucede en nuestra tierra. ¿Por qué no hicieron lo mismo con San Mamés? Como estoy convencido de que se va a hacer la reforma, lo que me entran ganas es de que alguien le haga un Ferguson al innombrable y le comente: “Mister X, si lo piensas despacio y por segunda vez, ¿tú crees que lo que estás haciendo te conduce a algo?”.