El trabajo constante, cuando se realiza con pasión y fe por alcanzar un sueño vigente desde la infancia, acostumbra a dar sus frutos. No siempre sucede, pues el destino resulta implacable en ocasiones, pero las probabilidades de éxito se multiplican si se actúa con suma convicción. Que se lo pregunten si no a Sergio Álvarez (Catoira, Pontevedra, 1986), un persistente portero que a sus 28 años de edad saborea el sueño que durante tantas noches le acompañó, mientras se disponía a dormir con los ojos cerrados.
Convertido en canterano del Celta tras desligarse del Arosa con solo 17 años a sus espaldas, Sergio pertenece a esa estirpe de guardametas que han tenido que trabajar muy duro y armarse de paciencia para ver la luz al final del túnel. Titular esta temporada de la mano de Eduardo Berizzo, con quien compartió vestuario cuando el técnico argentino aún se desempeñaba como central en Balaídos, el portero gallego se ha visto abocado a sufrir en silencio durante largos e interminables años.
Javi Varas, en el curso 2012-13, y Yoel Rodríguez, la pasada temporada, fueron los últimos en relegarle a una inalterable suplencia que pensó poder sortear tras el gran papel desempeñado en el tramo final de la 2011-12, cuando sustituyó a un lesionado Yoel para convertirse en uno de los artífices del ascenso a Primera División.
El Celta, apoyado en la capacidad goleadora de Iago Aspas, las dotes de mando del centrocampista Álex López y la sobriedad de Sergio Álvarez -solo encajó catorce goles en los 19 partidos disputados-, logró el ansiado billete de vuelta a la elite del fútbol estatal.
A Sergio, sin embargo, le esperaban dos nuevas temporadas en el sótano deportivo, allí donde amenazan con consumirse los deportistas carentes del necesario gen guerrero. Relegado a los encuentros de Copa, El Gato de Catoira, como reza su apodo, obró su debut en Primera en un Celta-Sevilla correspondiente a la sexta jornada de la temporada 2012-13. Una lesión de Javi Varas le permitió defender la guarida celeste por primera vez en la máxima categoría nacional, manteniendo además su portería a cero (2-0).
El banquillo, no obstante, volvió a ser su lugar de destino acto seguido. La vuelta a la oscura realidad y al trabajo diario en A Madroa se prolongó hasta el pasado verano, cuando su nombre sonó incluso como posible descarte del club.
Nada hacía presagiar que Sergio, a pesar de las buenas actuaciones completadas en cada oportunidad que tuvo para reivindicarse, fuera a voltear una complicada situación que siempre le impulsó a multiplicar su trabajo.
La fe nunca abandonó su alma y el pasado 30 de julio, cual regalo caído del cielo, una puerta hacia el cielo se abrió ante él como consecuencia de la marcha de Yoel al Valencia. El puesto de portero titular del Celta quedaba vacante y Sergio lo vio más claro que nunca: la oportunidad de su vida había llegado.
Competencia con Rubén Con una energía interna renovada, pero con el mismo talante que siempre mostró como suplente, el de Catoira arrancó la temporada como titular imponiéndose en la lucha por el puesto al internacional sub’19 Rubén Blanco, un guardameta de enorme proyección que le aprieta las tuercas semana tras semana. Pero, ahora sí, la condición de guardameta titular le acompaña a él, a un Sergio que se ha ganado el respeto de todo el estadio de Balaídos.
En las 21 jornadas de Liga ya consumidas, ha sido titular en todas ellas pese a su inexperiencia. Uno de sus éxitos de la presente temporada se produjo con el penalti parado al deportivista Medunjanin, cuando corría el minuto 89 del derbi gallego disputado en Balaídos el pasado 24 de septiembre. El Celta ganaba 2-1 y Sergio, con su mágica intervención, dio un paso de gigante hacia el corazón del celtismo, donde comienzan a hacerle un hueco especial como emergente ídolo.
“Fue mi primer derbi como titular. Desde pequeño soñé con jugar estos partidos y estoy contento por los puntos que está consiguiendo el equipo y por las buenas sensaciones que ofrecemos”, destacó el portero gallego tras el partido. Su caso, el de un entregado canterano que nunca cejó en el empeño de alcanzar su sueño, es el espejo en el que se mira ahora Rubén Blanco, la nueva competencia de un Sergio Álvarez que, tras años de oscuro trabajo, camina con paso firme por los laberintos de una Primera División en la que comienza a moverse como pez en el agua. Anoeta le espera. - N.G.